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Hacia final del año pasado, una sarcástica vicepresidenta Cristina Fernández decía que “(...) en estos días de idas y diretes, con la agrupación como yo digo, agrupación política amague y recule, es anecdótico, pero sirve para ejemplificar eso que yo expliqué”.

Por Pablo Borla

El momento pasó y cuando lo que más se recuerda son las frases y nos los acontecimientos, trasciende la intrascendencia, valga la paradoja.

Pero si alguien pensaba que los supuestos aludidos por la líder del kirchnerismo tenían la exclusividad del amague o del retroceso y, más aún, de la combinación de ambos, estaba ignorando la destacada posición mundial de la Argentina como uno de los principales productores de paradojas y extrañezas.

Hay cosas que hacemos muy bien, entre ellas hacer surgir personajes que son más nazis que Hitler, más papistas que el Papa y más capitalistas que Adam Smith.

Y estos personajes, que muchas veces son inofensivos, tienen sus cinco minutos de fama y sus 80 años de olvido. Y fascinan a las multitudes desde la pista de bailes, desde el encierro de una casa, desde la tarima política o desde la pantalla del celular.

Gritones, gritonas. Exaltados, desaforados. Exagerados. De ojos inyectados en sangre; de frases llamativas y gestos ampulosos, los consumimos en el circo de la vida, un poco extasiados en su brillantez (y su perdurabilidad) de fósforo que ilumina la noche de nuestro aburrimiento.

Pero a veces, estos exaltados, favorecidos por las circunstancias, perduran un poco más y pueden llegar al poder, un estado que no sabrán mantener por carecer de substancia, de argumentos, de planificación y de oficio.

Y cuando más se acercan al poder, más nerviosos se ponen y es ahí cuando ante la requisitoria, sacan automáticamente carnet de socio de la Agrupación Amague y Recule.

Hagamos memoria: hacia 1986, el recordado Raúl Baglini, diputado de la Unión Cívica Radical postuló un teorema, fruto de su experiencia, de su calle y de su picardía, que enunciaba que el nivel de razonabilidad de las propuestas de un dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder.

Claramente, podés afirmar que tenés la solución de los centenarios problemas nacionales cuando sos un ignoto dirigente al que vota su familia y una docena de conspiranoicos y nunca deberás demostrarlo. Pero cuando se acerca la posibilidad de tener que poner en práctica tus alocadas teorías, te volvés moderado, las suavizás; decís que en realidad fuiste malinterpretado y le echás la culpa a los demás.

Hoy, el que ejerce la presidencia de la Agrupación Amague y Recule –cuyas banderas fueron pasando honrosamente de mano en mano- es el economista Javier Milei, cuyos colaboradores y él mismo van postergando los plazos de la puesta en marcha de la dolarización, de la privatización de todo, de la abolición de la famosa “casta” a la que ellos pertenecen y no piensan dejar de pertenecer.

Milei se volvió un experto en lograr que mucha gente piense que es distinto a lo que está o estuvo y que los representa, en su indignación y furia.

Creo que pensó en que haría una buena elección, pero no que tendría el mayor caudal de votos.

Creo, también por esa misma razón, que no tiene un plan de gobierno concreto sino una juntadera (¡qué adecuada me parece esa palabra!) de consignas que despiertan las más alocadas fantasías de un pueblo cansado, harto, pero no estúpido.

Porque conoce a los locos y le divierten, pero no les gusta que los gobiernen.

Las consignas de las soluciones rápidas y del “sentido común”, son tentadoras: dólares disponibles, 0 inflación, los chorros a la cárcel, los vagos a laburar, los inmigrantes de vuelta a sus países. Orden y seguridad, aún a costa de la democracia. A esta película ya la vimos y la enunció, tal cual, el nefasto ministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz durante el discurso que enunciaba su plan económico. Pero ni él se atrevió a decir que reemplazaríamos nuestra moneda por el dólar, sabiendo que no podemos parecernos, por arte de magia, a la primera potencia mundial, a fuerza de decretarlo.

Arthur Schopenhauer dijo “No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”. Y Milei y su equipo demostraron en las últimas dos semanas, bajada la espuma del éxito, que lo que prometieron hacer, no saben cómo hacerlo y que, de última, no podrán hacerlo sino “hasta el segundo período. Primero hay que ordenar”. Amague y recule, pero, sobre todo, mentira y especulación.

Si no te subirías con tu familia al remis de un tipo que parece un loco… ¿Le vas a dejar manejar tu país, tu dinero, tu salud, tu educación, tu destino y el del tus seres queridos?