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08 16 borlaEs el voto bronca. El voto cabrón. El enojado. El indignado. El incomprensible. Pero no porque no se pueda entender, sino porque no hay nada que entender.

Por Pablo Borla

Digo: se entiende lo racional.

Lo emocional, se siente. Y pasa que, cuando estás harto, te vas dando un portazo. O pegás un par de gritos. O te vas a las manos porque te tocaron la bocina.

Pero el voto cabrón solo lleva al abismo. A la prepotencia. A las consecuencias.

Pero no te importan, porque de todas maneras, te da lo mismo.

Ya estuvieron los radicales, los peronistas, los aliancistas, los kirchneristas, los macristas. Y antes, los milicos. Y sigue la crisis.

Y, si sos +30, lo comenzás a extrañar a Menem, porque, como escribió Gabriel García Márquez, “La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado”.

No te acordás de como terminó, pero sí de que 1 peso valía 1 dólar. Y por una magia (no fue magia, fue trampa), de pronto fuimos igual de poderosos que Estados Unidos.

Pasa que no extrañamos el pasado, sino que nos extrañamos a nosotros, más jóvenes, menos hartos, en ese pasado.

Y si sos joven, estás cansado de escuchar a tus viejos hablar de crisis. Y de que se maten laburando. Y las crisis pasadas, parecen más llevaderas que las actuales.

Te tienen harto. Son todos iguales, todos. No importa de qué partido.

Es un mantra. De esas consignas que se repiten como una letanía. Y cuando uno las repite mucho y sólo las repite, parece que fueran la verdad.

Siempre es mejor echarle la culpa a los otros. Siempre es mejor buscar las salidas fáciles. Siempre es mejor el camino corto, especialmente si creemos que nos sacarán de crisis largas.

Pegaste el grito.

Ya está, ¿no?

Porque todo voto es respetable y yo no soy quien para decirte que o a quién votar.

En democracia se respeta lo que determina la mayoría.

Pero si votar a Javier Milei era un grito de hartazgo nomás, ya lo pegaste. Y se sintió fuerte.

Las elecciones que vienen son en serio. Son definitivas. Directo o a ballotage. Nadie parece tener la mayoría ahora.

Y sos un joven. Un laburante. Un jubilado. Y lo votaste sabiendo lo que va a hacer. Quizás una de sus virtudes (no le veo demasiadas, no te voy a mentir), sea la sinceridad descarnada. Como los locos, los borrachos o los niños, que no tienen filtro. En realidad, no sé si es una virtud.

Ya te dijo que baja de categoría a los ministerios de Salud, Educación, Ciencia y Tecnología. Que te va a dar un voucher para que estudien tus hijos. Que vas a tener que vender un órgano si no tenés plata para una cirugía, porque se acabó la Salud Pública gratuita. Y la educación gratuita.

Y también te avisó que va con todo contra el 14Bis de la Constitución Nacional: chau derechos laborales. Chau vacaciones. Chau indemnizaciones. Chau licencias.

Te avisó que va contra tus derechos.

Muchos de ellos, se lograron con luchas, con víctimas.

Te avisó que cierra el Banco Central. Que dolariza. A cualquier costo (tuyo, ¿de quién más?). Porque dólares, no hay.

Cualquiera podrá andar armado. ¿Te imaginás cuando toqués la bocina y baje un tipo desequilibrado con un rifle apuntando a tu hijo?

¿Lo escuchaste o te estás enterando? Suena peligroso, ¿no? Es para pensarlo

También, por supuesto, para que lo piense “la casta” y vea que hay caminos que ya no pueden recorrerse y también que los costos no los tienen que pagar siempre los mismos.

La sociedad cambió y el desafío es interpretar ese cambio y que sea liderado desde nuevas propuestas que sean racionales, no emocionales.

Si el grito que pegaste sirve para un cambio, bienvenido sea.

Pero en la elección que vale, la definitiva, no le des la navaja al mono, que pueden pasar cosas de las que será difícil volver.