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“Todos son Gardel, menos cuando cantan” afirma un dicho. Viejo, pero no tanto como la realidad que muestra.

Por Pablo Borla

Maestros de la teoría, revolucionarios de café; directores técnicos de cualquier deporte; opinadores profesionales, especialistas en generalidades. Y ahora también tendenciosos en las afirmaciones en las redes sociales, los argentinos somos líderes en esa faceta docente de la Humanidad: ser expertos en decir como debieran hacerse las cosas. Pero esto se agrava cuando uno es o fue parte de lo que critica.

Un claro ejemplo de esto fueron las declaraciones del expresidente Mauricio Macri en España, en una reunión en la Fundación Internacional para la Libertad, del escritor y político Mario Vargas Llosa, afirmando que “De mi querido país, quiero decirles que claramente debe ser la sociedad más fracasada de los últimos 70 años. Era de las cinco más ricas y hoy estamos llegando a niveles de pobreza del 50% en muchas regiones del país. Eso es mucho dolor, mucha tristeza”.

Macri nos tiene acostumbrados a un nivel del caradurez que desafía al diamante. En estas declaraciones se sitúa al margen del devenir de la historia argentina de la última década, de la que fue un protagonista destacado como Jefe de Gobierno de la ciudad más importante del país entre 2007 y 2015 y como presidente entre 2015 y 2019. Se olvidó que terminó su mandato con una pobreza cercana al 37%, unos 10 puntos más alta que en el inicio de su gestión, más un 8% en situación de indigencia.

Le salió al cruce la portavoz de la Presidencia, Gabriela Cerruti, diciendo que "Hay algo muy impresionante de escucharlo hablar de la sociedad argentina como si él no fuera de la sociedad argentina, su familia, sus hijos, hijas, su entorno más cercano, sus amigos. Qué piensa él de la gente que quiere, si es parte de esta sociedad argentina que ha fracasado”.

Si es por fracasar, el diputado Facundo Manes acusó a Macri de haber hecho en su gobierno “populismo institucional” y “espionaje ilegal” y, al decir de su colega legislativo Leopoldo Moreau, “tocó un nervio muy sensible, por eso los periodistas que participaron de esta mafia se tiraron sobre la granada, salieron todos los dirigentes del PRO (…)” a hacer declaraciones.

El escritor Arturo Jauretche, en su “Manual de zonceras argentinas” editado en 1968, ya hablaba de este fenómeno. Escribió que “Al tilingo la mierda no se le cae de la boca ante la menor dificultad o desagrado que les causa el país como es. Pero hay que tener cierta comprensión para ese tilingo, porque es el fruto de una educación en cuya base está la auto denigración como zoncera sistematizada. Así, cuando algo no ocurre según sus aspiraciones, reacciona conforme a las zonceras que le han enseñado, con esta zoncera también peyorativa”.

Coincido con el diagnóstico sobre la tilinguería nacional pero no tanto con la tolerante comprensión que Jauretche les tiene, ya que una buena parte de esos tilingos han accedido a puestos de poder que han afectado la vida de millones de compatriotas desde su perspectiva elitista y corta de miras.

En caradurez, compite con grandes posibilidades de triunfo el ex ministro de Economía de Carlos Menem y Fernando De la Rúa, Domingo Cavallo, quien el mes pasado sostuvo -haciendo un análisis del panorama económico que “Si por lo menos cumplen con el plan que había formulado Guzmán ante el FMI, confeccionado para evitar una explosión en 2023, puede que sobrevivamos". Y aclaró -imagino mientras se exfoliaba el rostro con una piedra pómez-. "Pero estabilizar la economía como lo hicimos nosotros, nunca”.

Cavallo es parte de la historia de la economía y la política nacional desde 1969, como subsecretario de Desarrollo de Córdoba. Impuso el tristemente célebre “Corralito” que se adueñó de los ahorros bancarios de los argentinos y fue parte de la generación de una crisis de tal magnitud que provocó muertes lamentables y un estado del país catastrófico.

Periodistas que hoy lo consultan, como Feimann, Laje o Hadad, literalmente hicieron un aplauso cuando Hadad se enteró al aire por una llamada telefónica de la renuncia de Cavallo.

Patricia Bullrich, la ex ministra de Mauricio Macri le pidió al Gobierno, suelta de cuerpo: “O se deciden a gobernar haciendo cosas difíciles (…) o el deterioro que vamos a sufrir los argentinos va a ser enorme. Basta de cinismo, por favor. Háganse cargo de lo que están haciéndole a 47 millones de argentinos”.

Parece que se olvidó de los que ella estuvo haciéndonos; fue parte del gobierno que más endeudó a los argentinos, de otro –el de De la Rúa- en el que, como ministra de Trabajo, le recortó un 13% del salario a empleados públicos, jubilados y pensionados, con una ley que al año siguiente fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia.

El presidente de la Nación Alberto Fernández, por su parte, en una entrevista en 2014 dijo que “El peronismo hace mucho tiempo que dejó de representar los intereses de la gente. Se ha convertido en un partido cerrado. Es un lugar donde no se debate, donde se cumplen las órdenes que imparte un general que se llama Cristina Kirchner”. Pero luego aceptó ser candidato a presidente.

Hablando entonces tanto de tirios como de troyanos, es muy difícil resistir archivos en Argentina. Pero no es la coherencia, forzosamente, una cualidad. De hecho, el cambiar de parecer, el cuestionar nuestras propias opiniones, es una muestra de inteligencia.

Lo que seguramente es digno de un debate más profundo es opinar como si fuésemos nacidos ayer, libres de culpa y cargo, impunes de toda falta, porque eso, más que una desmemoria, es tomar por estúpidos al resto de los argentinos.

Porque si hay un deporte nacional, no es el futbol, es el macaneo. Pero a eso, le voy a dedicar otra columna, solo por macanear.