El dólar blue cerró la semana pasada a $337, el gobierno pretende enfrentarse otra vez al campo y obligarlos a vender sus productos, los supermercados sacan las mercadería con cuidado porque no saben lo que ocurrirá... se especula con desabastecimiento y saqueos.
Por Natalia Aguiar
Pero la ciudadanía está frustrada, desilusionada. Ni siquiera con fuerzas para alzarse contra el Gobierno. Es que los planes sociales contienen a los planeros, no habrá saqueos, de momento... La clase media analiza qué hacer a cada paso, ya que como en el 2001 los precios cambian día a día, semana a semana. No se le permite al argentino medio poder planificar su futuro, su economía, viajar al exterior, ahorrar, llenar el carrito del supermercado.
Estamos ante un desgobierno, una crisis institucional inédita, ya que Alberto, el presidente en lo teórico está de capa caída, casi sin reacción, desbordado para algunos de sus colaboradores más cercanos. En estado de shock para otros, no sabe qué hacer, deslizan en Olivos. Cristina no quiere aparecer junto al presidente para no asumir costos políticos, como si ella fuera socia política de Mauricio Macri.
Tras la salida del ex ministro de Economía Martín Guzmán, Alberto está knock out. No supera ese golpe de realidad, sumado a la tirante relación que mantiene con Cristina.
El gobierno no encuentra la salida. A tres semanas de la flamante ministra Silvina Batakis, la economía no se estabiliza, todo lo contrario.
El panorama que dio Batakis el miércoles pasado en la reunión de Gabinete, fue espeluznante para los ministros que creyeron estar viendo una serie de terror. La situación es límite, se recortarán gastos en los ministerios, y no habrá presupuesto para nadie. El planteo de situación de Batakis fue negro, espeluznante, abismal...
Los encuentros que mantuvo con Cristina tras el portazo que dio Guzmán, no fueron para nada alentadores, de hecho no hubo buenos augúrios, ni decisiones, ni soluciones. El sábado pasado, Alberto y Cristina, debieron reunirse, almorzaron juntos, se dieron otra oportunidad. El tema es que no se logra desentrañar a ciencia cierta, si Cristina juega con Alberto o lo está enlodando más y más. A Batakis, por ejemplo, no terminan de darle la bendición... Y fueron Cristina y los jóvenes de La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza, los encargados de “boicotear” -según palabras del presidente- el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
El único aliado de Alberto Fernández parece ser Sergio Massa, quien trabaja contrareloj para tratar de acercar a las partes, dialoga con ambos y trata de construir puentes... pero se desmoronan.
La cuestión es que ya esta semana pasada el dólar no da tregua y eso refleja la falta de aval empresarial, social, y del mercado cambiario nacional e internacional. La moneda argentina no existe para el mundo exterior. Es más, los turistas extranjeros, se jactan en las redes de todo lo que pueden hacer en Argentina con 40 dólares o cien euros. Argentina es tierra de oportunidades para los extranjeros que vienen con sus divisas fortachonas. Chile es carísimo para los extranjeros, como Perú y Bolivia. Pero Argentina es el hazmerreír de los foráneos, quienes pueden recorrer el país de punta a punta con dos pesos.
Cristina ahora dialoga con Alberto, pero obligada por las circunstancias. Mantiene línea directa con Batakis, y le abrió una vía a la ministra de economía para estar en permanente contacto con Axel Kicillof, pero no sabe hasta cuándo podrá sostener a Batakis. Ojalá que sea por mucho tiempo, para que Alberto pueda terminar su gestión o bien deberá -como se analiza ya- hacer un refresh en el gabinete. Cambiar varios nombres para relanzar el gobierno en el peor de los momentos.
El panorama es negro
El Gobierno de Alberto no puede perder más tiempo. Debe reaccionar ayer, porque se enfrenta al escenario financiero y a Cristina.
De hecho, para la mismísima Cristina, el gobierno en este contexto resulta inviable. Y ella parece trabajar para hacerlo aún más terrorífico. Aún queda un año y medio por delante. Serán meses de mucha incertidumbre y esfuerzos desmedidos para los argentinos.
Si los ministros nacionales y los gobernadores están sumamente preocupados, el destino está teñido de negro. El Gobierno está preocupado por lo que sucederá en Estados Unidos el miércoles próximo en la reunión que Batakis mantendrá con Kristalina Georgieva, la titular del Fondo Monetario Internacional.
Para muchos analistas la situación es límite. Sergio Massa y Cristina le plantearían cambios radicales en la gobernabilidad a Alberto. Una reestructuración de fondo. Eso significaría un alto costo político para Alberto. Alberto y cristina están unidos por el espanto. Cualquier escenario sin Alberto en el Gobierno, como se rumoreó la semana pasada, sería una catástrofe política para Cristina quien debería asumir la presidencia en este estado de calamidad, de incertidumbre y un mercado esquizofrénico que no permite controlar el valor del dólar.
Para muchos miembros del Gobierno, la situación económica y política es peor que la del 2001 porque el ánimo social está sensible, como el de empresarios y políticos en funciones públicas. El Gobierno está sin rumbo y desde dentro del mismo, léase vicepresidencia, se boicotea al presidente.
Cristina no asumiría en este estado de deconstrucción social, desgaste político y una economía a la deriva. Ella no es suicida. Busca impunidad judicial, claro, pero no se inmolará por Alberto. Antes lo hará hacer solo, como loco malo.
Ahora no le queda otra opción que apoyarlo -a su manera- para evitar la hecatombe que desde todos los frentes, opositores y oficialistas, pronostican.
En este barco, ya todos se colocaron los chalecos salvavidas, pero el capitán parece estar huyendo a escondidas en otro barco, mientras a sus espaldas se hunde el proyecto que él mismo ideó. Cristina es la capitana de este proyecto, deberá hacerse cargo. Ya su propia gente no le cree, perdió la fe, las esperanzas y analizan más allá de los planes sociales. Por su parte la oposición se llamó al silencio porque tampoco tienen un plan de salida. Sólo críticas, nada de proyección. La situación es crítica, sin un plan de trabajo conjunto, sin un nuevo esquema de trabajo, un replanteo de la realidad política y económica, el barco de la Argentina se hunde sin más.