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08 04 hessPor Franco Hessling Herrera

La presea dorada conquistada por José Augusto Torres en una disciplina poco incentivada y en una coyuntura de cabal desfinanciamiento del deporte en general, obliga a arrojar hipótesis. Talento individual y desarticulación de lo colectivo.

Los Juegos Olímpicos en París han traído un inesperado recado para el deporte nacional: la presea dorada en BMX que conquistó un muchacho apodado “maligno”, ignoto hasta hace muy poco tiempo, al que ahora vamos a celebrar con nombre y apellido: José Augusto Torres. Y tiene nombre de emperador romano, así que hasta los enamorados del viejo continente y su cultura celebran ahora mencionar con patronímico completo a nuestro deportista dorado.

El sobrenombre le queda fantástico. No por las cualidades de Torres en la pista, indudablemente destacadas, sino porque lo de “maligno” dio lugar a interpretaciones geniales de la cultura popular sobre las que volveremos luego. Además, el apodo “maligno” es un clivaje propio de esta clase de disciplinas, como en el pugilismo, donde la actuación individual se condecora de sesgos personales que el atleta necesita imprimirle a sus performances, a su efigie.

El maligno de la BMX, nuestro maligno endemoniado con la bicicleta, se nos reveló con tonada cordobesa y, desde que saltó a la fama, se atrevió a intercambiar promesas con un campeón del mundo del fútbol -Nicolás Tagliafico- y a pedirle al presidente Javier Gerardo Milei y a su gabinete que le pongan un poco más de inversión al único deporte que hasta ahora nos valió la mayor dignidad olímpica. Anunció que la única pista está en su Córdoba natal, donde entrena la selección argentina de BMX, y que la preparación es muy a pulmón.

El video que lo muestra entrando a la villa olímpica en Paris tras la conquista de la medalla dorada da cuenta de un muchacho sosegado, no se sabe si por incredulidad, conmoción o sabiduría ancestral, pero el maligno avanza parsimonioso mientras otros atletas de la delegación lo honran con la interpretación que la cultura del aguante ha hecho de la melodía de Blas Parera. Sin letra de Vicente López, flameando banderas, saltando en el lugar y usando la O como onomatopeya para una melodía que, frente a estas conquistas deportivas, se torna incontrastablemente emocionante.

Unos días antes de que comenzaran los juegos olímpicos, el gobierno libertario de Milei eyectó a uno de sus más importantes funcionarios en el área deportiva. No por recortes, mezquindades y quita de estímulos estatales que han llevado a que la delegación argentina de este año sea escuálida, sino porque éste se atrevió a pedirle a Lionel Messi que pidiera disculpas por cánticos racistas. Mejor que se mantengan sin letra, opina en exclusiva el bisnieto de Blas Parera cuando se trata de llevar melodías míticas a letras de la cultura del aguante. Ello luego de que en un empacho de futbolización de la política, la vicepresidenta Victoria Villarruel twiteara un mensaje chovinista que desencadenó fricciones diplomáticas con el gobierno francés.

El genio popular le hace justicia a esta paradoja. En una delegación escuálida, con un gobierno que se desinteresa de la inversión en deportes, salud y educación, la medalla dorada la trae una de las disciplinas más vilipendiadas por la planificación pública. Faltan pistas, dijo con claridad el maligno. El genio popular y los memes: de un lado aparece el ministro de Economía, Luis Caputo, con la consigna “el maligno que se llevó el oro”, del otro lado José Augusto Torres y la consigna “el maligno que nos trajo el oro”.

No habría mucho más que agregar. Pero sí. El deporte no puede verse como un mero espectáculo. De allí la mención en el párrafo anterior de la tríada con la que deberían orientarse las inversiones públicas, una tríada que idealmente tiene que actuar en conjugación permanente: deportes, salud y educación. Todo junto, pero separado. Así se demuestra que es importante y que reclama de singularización y de articulación en una totalidad. Todo junto sin respetar singularizaciones es llamarle a todo lo importante, como si no lo fuera, y ponerle nombre de concepto falopa de la derecha teórica: “Capital humano”.