Una reciente iniciativa del reformismo británico para beneficiar a las grandes fortunas y los contribuyentes no domiciliados en el país se inscribe en un mismo concepto fiscal que el RIGI: promesas de inversiones y prosperidad. Sortilegio coyuntural, lo que aquí se toma en serio en la nación europea es recibido como un completo delirio.
El lunes pasado, tras preludios y preparaciones, preanuncios y pistas para acumular expectativas, el Reform UK, el partido reformista del Reino Unido, presentó su propuesta de “Britannia card”, un proyecto de régimen fiscal especial para las grandes fortunas que pretendan radicar contribuyentes o personas jurídicas -principalmente empresas e industrias- en las islas británicas y para aquellos británicos que por razones impositivas tienen sus domicilios fuera del país.
Sin entrar en detalles sobre los pormenores numéricos de la iniciativa, conceptualmente tiene un tufillo muy similar al RIGI.
Sus promotores y principales defensores han sido el fundador del Reform UK y actual parlamentario, Nigel Farage, y Zia Yusuf, multimillonario y titular del DOGE británico (departamento de eficiencia gubernamental) -ala radical dentro de los reformistas que tiene ideas similares a las de Federico Sturzenegger sobre obliterar el estado y cambiar los “derechos” por “ofertas”-. El DOGE británico no existe en el organigrama gubernamental y se creó como brazo interno del partido hace pocas semanas, pretendiendo emular el área de la administración norteamericana que hasta hace algunos días y por un breve lapso de tiempo ocupó el magnate Elon Musk.
Para apologizar en favor de su “Britannia card”, Farage y Yusuf han afirmado que en los últimos años todo el arco político del Reino Unido, entiéndase Laboristas y Conservadores, han coincidido en sobrecargar con tributos a los grandes ricos, incluso persiguiendo a quienes no están domiciliados en el propio país. Eso de radicarse en el extranjero para no tributar es una mecánica típica de la elusión y evasión fiscal, que en Argentina es cultivada por estrellas mediáticas como Susana Giménez y empresarios tecnológicos, como Marcos Galperín. Ambos fanáticos del mantra libertario y protegidos por la retórica del presidente Javier Milei, pese a que ambos están domiciliados en Uruguay para no abonar impuestos en el país. No hay que olvidar que hace no mucho tiempo Milei dijo que los evasores fiscales eran no menos que héroes. Pero, para los docentes, los científicos, los trabajadores de la salud, los trabajadores de la discapacidad, los trabajadores del INTA, los beneficiarios de la seguridad social, los jubilados, los pequeños comerciantes, la pequeña y mediana industria nacional y un largo etcétera: “NO HAY PLATA”.
La “Britannia card”, de acuerdo con críticas del experto Dan Neidle de la consultora Tax Policy Associates (Asociados en Política Fiscal), representaría una pérdida excelsa para las arcas públicas. Es decir, en palabras del propio Neidle, un “black hole”, un agujero negro para la economía anglosajona. Este proyecto “supondría un beneficio fiscal muy grande y caro para un pequeño número de personas muy ricas. Los datos de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria muestran que esto supondría una pérdida de ingresos públicos de 34 mil millones de libras en cinco años y esto tendría que financiarse mediante subidas de otros impuestos o recortes del gasto”, declaró Neidle en The Independent.
La comparación con el RIGI salta a la vista. Pero los emparejamientos posibles van más allá, dado el perfil de los miembros del Reform UK que ya hemos descrito y que en mucho se asimilan a las figuras domésticas de nuestra La Libertad Avanza. El partido británico surgió como expresión de ultra derecha nacionalista en contra de la Unión Europea y fueron promotores altisonantes del Brexit que llevó al Reino Unido afuera de la mancomunidad. Además, se presentan como alejados del establishment dirigencial, lo que aquí los libertarios llaman “casta”, y proponen una reconfiguración de las empatías: ya no más con los que menos tienen, los postergados o marginados sino con los magnates, las estrellas frívolas que se ufanan de ignorancia pero éxito y los propaladores de los valores consumistas del jet set global.
En las islas británicas, sin embargo, el Reform UK se mantiene como una expresión marginal, lo que todavía hace creíble aquello de que no forman parte del establishment político. Farage, Yusuf y compañía no han llegado a la administración del gobierno y se mantienen impolutos de mostrar que actuarían como casta -designando hermanos de sangre en el gabinete ejecutivo, como los Milei y los Adorni, por ejemplo- y que serían abiertamente socios de la vieja casta -reciclando dentro del gabinete insignias de la más rancia política como los Caputo, Bullrich y Sturzenegger, verbigracia-.
Así es que el Britannia card de la versión libertaria del Reino Unido ha sido acogido en la conversación pública del país europeo con sorna y hasta ha valido burlas de toda índole. El RIGI, en cambio, ya es una política pública que gran parte de la población argentina considera una palanca real de prosperidad, aunque, como ya se ha dicho hasta el hartazgo, el régimen es todavía más auspicioso para los grandes afortunados del capital de lo que ellos mismos le exigían al gobierno para desembolsar algunas inversiones -esas que llegan, capitalizan y se marchan a los mismos paraísos fiscales que para Milei son refugio para héroes-.
Afortunadamente, no hay mal que dure cien años, aunque el RIGI prometa exenciones fiscales y desarticulación de obligaciones por una treintena de vueltas al sol. El RIGI es tan descarado que, si pronto cambian los timones políticos del país, podría desarticularse súbitamente y pronto ser considerado con la misma socarronería que los británicos se toman el delirio fiscal que propone el Reform UK. No hay que bajar la guardia, no obstante, porque los cultores del DOGE -los salieris de Musk- llegaron para quedarse y, aunque a veces desde la marginalidad y el ridículo, llegaron para presionar por instalar esta nueva empatía con los magnates.