Frente a la desconfianza que genera la radicalización del gobierno libertario y su alineación casi bélica con Estados Unidos, conviene analizar que los vínculos de Milei-Mondino con Trump y Biden tienen fisuras y que, si este último gana en noviembre, corremos el riesgo de quedar “aislados del mundo”, como le gusta repetir a la derecha argentina.
Por Franco Hessling
Decíamos en la columna de ayer que la estrategia geopolítica de Javier Milei, conjuntamente con su incontinencia verbal y la inexplicable inhabilidad de su canciller Diana Mondino para salvaguardar los protocolos diplomáticos y el respeto entre dirigentes, lo han llevado a que ni sus supuestos aliados mecánicos en el mundo, como los bloques anglosajones y yanquilófilos -islas británicas y islas oceánicas-, se dispongan a tratar con Argentina en absoluta confianza. Tanta radicalización, en un mundo multipolar y de OMC más que de ONU, tanta radicalización cae mal, genera desconfianza.
Advertíamos, entonces, que aunque por lo pronto las variables macroeconómicas que en mucho dependen de la política exterior -como los tipos de cambio, la brecha cambiaria, el riesgo país y los flujos de créditos internacionales, entre otras cosas- se mantengan estables, podría darse un gran desbarajuste de un momento a otro. Ocurre que el gran capital nacional, oligarquía y gran burguesía, sostienen con entusiasmo a Milei y están haciendo todo lo que está a su alcance para que eso se traduzca en un aparente escenario de orden, continuidad, regularidad y control de la economía. Pero el gran capital mundial y muchos estados poderosos desconfían del gobierno libertario.
Sea de su viabilidad, de su doctrina o de su capacidad para sostenerlo en el tiempo, pero lo cierto es que hasta los que debieran ser sus aliados mecánicos tienen ciertos empachos. El caso más reciente que lo demuestra es, precisamente, el aliado predilecto de Milei: los Estados Unidos. Biden y los demócratas hace tiempo han moderado sus apreciaciones sobre el accionar del sionismo, en el gobierno de Israel. Pero las diferencias de apreciaciones al respecto el presidente las tuvo con el mismísimo candidato republicano, ex-presidente e imputado por instigar contra la democracia de su país, Donald Trump. Ni Trump se atrevió a las agitaciones apologéticas que Milei hizo para defender el accionar genocida de Netanyahu.
La retórica anticomunista y de capitalismo a cabalidad que Milei ha esbozado en cada oportunidad frente a distintos actores del mapa mundial no han causado la simpatía que él esperaba. No se trata de estar en contra de un adulador, se trata de que la lisonja causa desconfianza entre las personas inteligentes. Y la política de Milei es prácticamente una idealización del modelo de sociedad norteamericana individualista, liberal y capitalista, tan pronunciada, que termina por causarle algo de escozor hasta a quienes se reconocen individualistas, liberales y capitalistas, como los propios dirigentes políticos estadounidenses.
El clima podría cambiar para Milei si las elecciones de este año en los Estados Unidos llevan al Salón Oval nuevamente a Trump. Pese a las recientes diferencias con éste en cuanto al sionismo, Milei tiene cercanía con Trump, la ha cultivado tanto como con Elon Musk -rival de Trump en la arena de las redes sociales-. El presidente argentino y su gobierno quedaría en mejor posición para negociar financiamientos, relaciones comerciales y etcétera con una administración del republicano en la Casa Blanca.
Pero, ¿qué ocurrirá con las relaciones exteriores argentinas si los demócratas lo hacen de nuevo y le dan un segundo mandato al longevo Joe “sleepy” Biden? Sus detractores se han hecho eco de ese mote, el “dormilón”, con el que el propio Trump pretendió descalificar a su contrincante demócrata, octogenario, actual presidente de los Estados Unidos. Biden y Trump ganaron sus internas prácticamente sin sobresaltos y reeditarán el duelo de 2020, por el que uno acabó como presidente y el otro acusado -todavía hoy- como instigador de una gesta que acusaba fraude electoral y pretendía impedir que Biden se mudara a la Casa Blanca.
Ciertamente, esos cargos judiciales no mellaron en la figura de Trump, quien creció como favorito republicano desplazando en el camino a N. Haley y R. De Santis. Es favorito para ganar la elección de noviembre contra Biden, aunque todavía quedan muchos meses y el presidente demócrata parece dispuesto a corregir las principales críticas a su administración -excesivo apoyo a la OTAN en la guerra en Ucrania, laxitud con la política migratoria e inflación durante los primeros años de gobierno-. Si eso ocurre, la pleitesía de los libertarios argentinos al sueño americano podría volverse despecho y, por tanto, aislamiento geopolítico para un país que, como la mayoría en la actualidad, no sobrevive en el mundo si se la pasa dinamitando puentes.