Acusan a la dirigencia política por ciertos privilegios de los que ellos mismos hacen usufructo, así se revela la contradicción de los candidatos libertarios. Sus acusaciones son de efecto boomerang: son ciertas contra los demás, pero también son ciertas contra ellos mismos.
Por Franco Hessling
Mucho se ha hablado en estos días del fenómeno de Javier Milei, quien propone recetas económicas para una crisis endémica que ya han fracasado tanto en este país como en otros. Sin embargo, el hartazgo pudo más que las evidencias históricas y, como ya hemos dicho antes en estas columnas, Milei tuvo la virtud de que todos sientan que tenían razón, tanto los que le decían “chorros” a otros como los que le decían “gatos” a los primeros. Chorros y gatos, todos.
En Salta el discurso anti-casta de Milei es de cortísimo alcance, pese a su casi 50% de los votos en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Su principal aliado en la provincia es cualquier cosa menos un sujeto lejano a la casta: Alfredo Olmedo es hijo de terrateniente, está acusado de esclavista en sus olivares riojanos y desde hace tiempo que forma parte de la dirigencia política. Ha sido diputado nacional y varias veces candidato a gobernador de Salta.
Atrás de Milei, como se ve, hay mucha, pero mucha casta. Y eso ocurre en Salta como en infinidad de sitios en el país. Ahora bien, siguiendo con la situación local, el tridente de nombres lo completa Emilia Orozco, concejal por la capital provincial que pasó completamente desapercibida durante casi dos años hasta que unos meses atrás cobró relevancia por dar a conocer lo que percibe como haber un edil salteño.
El monto oscilaba, en el momento que lo hizo público, el millón de pesos. Eso causó cierta indignación, el cometido de Orozco, ya que la grandísima mayoría de las personas ni siquiera se asoma a una cuarta parte de esos ingresos. La estrategia de Orozco, idéntica a la de Milei, consistió y todavía consiste en apelar a ese hartazgo e iracundia que genera saber que la mayor parte de los políticos viven una vida y perciben ingresos alejadísimos de la realidad de las mayorías. El asunto es que tanto Milei como Orozco, igual que Olmedo, son parte de esa cúpula de dirigentes políticos.
Entonces, conviene traer a colación algo que otra edila, Paula Benavidez, puso sobre la mesa en declaraciones recientes. Orozco se propuso sortear, demagógicamente, parte de sus ingresos por haber o aguinaldo, igual que ha hecho en más de una ocasión el propio diputado nacional y candidato a presidente, quien igual que su aliado Olmedo, no se ha caracterizado por ser un legislador muy empeñoso. Ni proyectos relevantes, ni alocuciones indelebles. Gritonear en set televisivos, evidentemente, es más sencillo que debatir en el Congreso -que es para lo que le pagan-.
Benavidez opinó sobre esa clase de actos, en particular en cuanto a Orozco, que son paradójicos y claramente distorsivos de su realidad como dirigentes, ya que la edila que también obtuvo un amplio apoyo de sufragios en las PASO jamás renunció a su dieta como concejal. Así, sortear una parte de sus ingresos o revelar cuánto ganan los políticos, ella incluida, es una táctica de marketing que tiene poco vuelo, ya que igual que un boomerang, no demora en volverse contra ella misma.
Orozco hace demagogia diciendo lo que cobran los concejales, como si ella no fuese concejal o no cobrase lo mismo. Orozco hace demagogia sorteando una parte de esos ingresos, pero no renuncia a otra serie de privilegios que le da su condición de legisladora electa. Orozco, así, es una réplica doméstica de Milei. Quizá por eso obtuvo la misma cosecha electoral que el melena en la provincia. Sin embargo, no está todo dicho, todavía faltan las elecciones de octubre.