Por Franco Hessling
Saeta subió otra vez el precio del transporte público de pasajeros, con el aval del gobierno, sin que sean públicos sus libros contables, sin que se conozca qué insumos aumentaron o cuál es su “rentabilidad razonable”. Además, sin tener competencia perfecta.
El año pasado fue traumático a todos los niveles, pero si hay algo que permitió en términos políticos fue que los gobiernos tengan pretextos de todo orden frente a la miseria. Se tratase de la inflación, del desempleo, de la falta de infraestructura básica, o de lo que sea, los gobiernos pudieron argumentar que había una urgencia imprevista, un enemigo invisible, y que por eso la prioridad estaba centrada en ese combate.
A pesar de ello, como bien fue quedando demostrado con el paso de los meses, la prioridad común de todos los gobiernos -sostener el modelo capitalista y extractivista de administración- se mantuvo incólume, igual que cuando no había pandemia. No hubo grandes cambios fiscales ni nada que hiciera tambalear la estructura económica por la cual unos pocos se benefician del trabajo de la mayoría.
Cuando ese paraguas argumental que en algún momento la mayor parte del país aceptó, la debacle económica fue galopante, al punto tal que el precio del dólar se disparó, creció sensiblemente la desocupación y el trabajo informal, la inflación se alzó raudamente y los ingresos per cápita cayeron al compás de la pérdida de poder adquisitivo. Ninguna variable mostró rasgos positivos.
Frente a ello, las políticas del gobierno nacional no fueron más allá de un IFE y las del provincial a uno que otro salvavidas para pequeños emprendedores y empresas. Entonces, el deterioro de la calidad de vida, ya no por el enemigo invisible sino por la orientación de los gobiernos, decayó estrepitosamente y cada vez más ajusta el zapato con ruindad.
Por estos días, por si había que sumarle una mancha más al tigre -léase “tigre” como el devenir decadente de la mayoría de las economías familiares salteñas-, Saeta, con aval y participación empresarial del gobierno, llevó el precio de la tarifa de colectivos a los 32 pesos, una cifra impensada hasta hace menos de un lustro.
Conviene recordar algunas cosas específicas sobre Saeta: como se ha dicho es una empresa mixta, con mayoría de participación estatal. Además, tiene el monopolio del transporte público de pasajeros en el área metropolitana. En paralelo, recibe subsidios nacionales y provinciales que nunca terminan de esclarecerse del todo porque ningún número de la empresa se conoce a ciencia cierta. Pues no abren los libros contables.
Sin embargo, la empresa siempre reclama subas en sus insumos y, por lo tanto, pérdida de la rentabilidad razonable que la ley le admite. Rentabilidad razonable que no conocemos, es decir, no podemos medir su razonabilidad. Una cosa es segura: el bolsillo de los salteños, y de los argentinos en general, está cada vez más maltrecho.