11 04 medranoJosefina Medrano

Mientras miraba sus estudios en el teléfono de su madre y parado al lado mío, preguntó con voz temblorosa y ojos húmedos…

- ¿Hay que operar doctora?

Lo tomé de la mano y respondí si, con la calma que intentaba trasmitirle algo de seguridad. Román es paciente mío desde pequeño, hoy tiene 7 años y se encuentra atravesando una situación de salud que amerita una intervención quirúrgica.

A pesar de sus pocos años, él se muestra interesado y también preocupado por lo que le pasa. Quería saber que le van hacer, cuánto tiempo estará internado, si le dolerá o no y cuantas cosas más que pasarán por esa mente mágica e inocente.

Estuvimos un largo rato mas conversando sobre el tema y se fue un poco más tranquilo, con el compromiso de ambos de seguir charlando las veces que fuera necesario. Por mi parte, agradecida por esa confianza construida de años que me dio la oportunidad de mirarlo a los ojos, escucharlo y contenerlo en esto tan esencial que no se descarga de una aplicación ni se analiza con algoritmos: el vínculo humano.

En estos tiempos en que la salud digital avanza de manera exponencial después de la pandemia Covid 19 y cuando las pantallas median cada vez más las relaciones, creo oportuno preguntarnos qué pasa con ese vínculo. ¿Estamos deshumanizando la medicina? ¿o podremos encontrar el equilibrio para que la tecnología sea un puente, y no una barrera, entre las personas y la medicina?

Sin lugar a dudas estas herramientas digitales -telconsultas, apps de bienestar, inteligencia artificial diagnóstica, historia clínica digital- representan avances con beneficios indiscutibles. Accesibilidad en zonas remotas, optimización de los recursos, seguimiento de pacientes crónicos, etc.

Hoy una videollamada remplaza una consulta, un “chatbot” responde tus dudas sobre medicación y te recuerda cuando tomarlas. Otra app registra tus signos vitales y le informa a tu médico, pero todo esto a costa de diluir el vínculo humano.

A algunos les habrá pasado llegar a la consulta y que el medico mire más la pantalla que a ellos. Uds. mismo habrán consultado preocupados por diagnósticos asumidos que les dio la inteligencia artificial, con resultado de estudios complementarios en sus teléfonos y no eran tal. Y profesionales que muchas veces se sienten despersonalizados, tecleando más que escuchando, por que deben cumplir con requisitos establecidos.

Esta claro y nadie discute que la salud digital ha democratizado el acceso a la salud, permitiendo un seguimiento remoto del paciente con todas las ventajas que eso significa: sorteando barreras geográficas, disminuyendo los costos para los pacientes, mejorando la toma de decisiones por el acceso a la información y cuantas cosas más.

Lo preocupante y a considerar es que la tecnología empiece a ocupar el espacio emocional que antes era propio del vínculo entre las personas. Que la mirada clínica se vuelva una mirada electrónica y vaya en este proceso silencioso diluyendo el encuentro humano. Porque un algoritmo puede detectar una arritmia o tal vez un infarto, pero no registrar la incertidumbre y el miedo en los ojos de quien lo está padeciendo.

Estamos tan entusiasmados con la eficiencia que hemos entrado en un terreno fangoso donde confundimos atención con cuidado. La atención seguramente puede ser virtual: el cuidado no. El cuidado requiere tiempo, escucha. Intuición, experiencia y presencia. Y ninguna de estas herramientas de la salud digital puede remplazar la calidez de una mano o el silencio contenedor que tranquiliza y acompaña frente a unas lágrimas por un diagnóstico complejo.

La salud digital llego para quedarse. Nuestro desafío es que no nos quite lo más esencial del acto de cuidar: el encuentro entre dos personas. Que esta tecnología sirva de puente y no de barrera y que seamos lo suficientemente inteligentes para lograr un equilibrio entre ambas.

No se trata de demonizar la innovación. Se trata de decidir qué lugar le vamos a dar. Si la tecnología amplifica este vínculo humano bienvenida sea, pero si lo remplaza el costo será demasiado alto. Porque cuando la salud se vuelve solo un intercambio de datos, deja de ser cuidado y pasa a ser un servicio donde la conexión humana es escasa.

Es por todo esto que los invito a que, cada uno de los que trabajamos en salud, se tomen un momento para pensar cuál será el camino que les gustaría seguir; y a ustedes, queridos lectores, que piensen si quieren ser atendidos o cuidados.

En lo personal, y entendiendo la importancia de ese momento de conexión verdadera entre dos personas como lo esencial de este arte delicado de la medicina, y usando la tecnología como puente y no como barrera, es que hoy, como siempre, elijo atenderte y cuidarte a vos, Román, y a todos aquellos que lleguen a mi consulta.