medranoJosefina Medrano

En estos días los medios de comunicación se han visto inundados por unas series de conflictos respecto al sistema de salud, al recurso humano que cuida de las personas y la discapacidad, entre otros. Temas de alta importancia con un impacto social fuerte.

Una obra social provincial de envergadura con un déficit importante y buscando estrategias para salir a flote. El recurso humano de un hospital de niños de referencia nacional de paro en una lucha por honorarios que remuneren adecuadamente en parte la profesión y la carga horaria laboral. Familiares de personas con discapacidad en la contienda por no perder prestaciones por la falta de pago por los financiadores y actualización de honorarios de la pensión de su familiar.

Todos temas sensibles y de una importancia destacada e inmensurable para las sociedades y las personas.

Y a propósito de esto, días pasados, he tenido largas charlas con una amiga que comprende con claridad el tema de la discapacidad, conoce el sistema, sus entuertos, la mirada de la gente y que además vivencia a diario esta realidad con su hijo. Charla interesante y disparadora para darme y darnos cuenta cuanto nos falta por conocer y hacer por este tema.

Conversando con la gente en reuniones o en mi consultorio, recorriendo la ciudad y mirando a mi alrededor me pregunto ¿que conocemos como sociedad de discapacidad realmente? ¿Están las personas con discapacidad realmente incluidas como sujetos de derecho o solo reciben una mirada compasiva y solidaria por parte de nosotros? ¿Podemos hablar solamente de inclusión o debemos hablar de integración o mejor aún de convivencia? Y cuantas cosas más son válidas de plantearse frente a este tema.

Miren Uds. que en la madrugada del jueves y con una holgada mayoría como expresaron los medios, la Cámara de Diputados de Nación dio media sanción al proyecto de ley de declaración de Emergencia en Discapacidad, que permitiría una recomposición arancelaria de las prestaciones, que vienen perdiendo con la inflación, y una actualización en el nomenclador para la indexación mensual automática de las pensiones no contributivas. Los pronunciamientos fueron múltiples y muchos con orgullo del logro alcanzado. ¿Tiene que ser esto un motivo de festejo? me pregunto. Tenemos que llegar a esta instancia de declarar emergencia a situaciones que deberían por su peso tener soluciones coherentes en tiempo y forma. Resulta tan difícil a veces comprender las prioridades y actuar en consecuencia sin tener que llegar a que se transformen en un “lucha” y festejar logros por haber dejado las cosas, las acciones y las personas postergadas.

Todo lo referente a este tema pareciera algo confuso para la mayoría de nosotros comenzando por los conceptos de como referirnos a ellos. Como ejemplo podría mencionarles los conceptos de diversidad funcional y discapacidad. Decir personas con diversidad funcional se trata del término que forma parte de la sociedad actual y que entiende a todos sus miembros de forma igualitaria. Este tiene en cuenta que todas las personas tienen una serie de capacidades y funcionalidades diferentes entre sí. Estaría enfocado en buscar la igualdad social y asumido como una forma alternativa de entender la discapacidad: no como una carencia , sino como una manera distinta y legítima de interactuar con el entorno. Por otro lado, llamarlos personas con discapacidad, un término firme que debería ser usado entendiendo que lo que no se nombra, no se ve, y el uso de eufemismos, solo contribuye a continuar estigmatizando a las personas de este colectivo.

Un miedo a llamarlos de esta manera generado por el estigma, el sesgo y el prejuicio a que “discapacidad” va asociado a connotaciones negativas. No deberíamos, en este caso, olvidar la importancia del lenguaje que es capaz de generar emociones positivas, liderar equipos, empoderar a las personas, visibilizar y normalizar. En definitiva, construir realidades.

Siempre se escucha por ahí la necesidad de dar igualdad de oportunidades. Sería más adecuado hablar de equiparación de oportunidades, donde por ejemplo el acceso al mundo laboral de una persona con discapacidad fuera equitativo a sus posibilidades y no igual para todos. Existe en el imaginario, frente a la discapacidad, que estas personas faltan más al trabajo, que son “menos capaces” que otras, que “no pueden” hacerlo de la misma manera presumiendo de antemano y de manera errónea que son una fuente de necesidades en lugar de una fuente de enriquecimiento.

La accesibilidad en todas sus formas es una manera de vivir un desafío. Desafío diario al caminar por una vereda, al subir a un colectivo, al planificar una salida recreativa, un trámite bancario a ir a una escuela, a la universidad o al cine y montón de cosas más que podríamos mencionar. Hay que traabajar lo suficiente para alcanzar un acceso real para muchas cosas que para estas personas son grandes barreras. Desconocer las características y condiciones propias de estos individuos es inaceptable. En mi opinión nos queda mucho muchísimo por hacer comenzado por comprender que esto es un derecho innegable y a partir de ahí bregar para que se cumpla.

Si creo que las comunidades de personas con discapacidad deben también estar dispuestas a contribuir en el logro de una convivencia armónica, dejando de lado los términos de inclusión y menos de integración, tomando un rol activo y autónomo hasta donde sus condiciones le permitan.

Alguien dijo una vez “las aves son diferentes en su vuelo, pero iguales en su derecho a volar“. Trabajemos en construir un mundo con una sociedad que brinde realmente el derecho a vivir con dignidad, accesible en todo su concepto, con un sistema de salud y educación que sean la puerta de entrada al cambio real. Es seguro que nos queda mucho por aprender y mucho más por hacer.