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La celebración ecuménica con motivo de los 1700 años del Concilio de Nicea reunió a representantes de distintas confesiones cristianas en un gesto de unidad.

El evento, organizado por la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, la Iglesia Anglicana Argentina Norte, la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, la Iglesia Católica Apostólica Romana, el Movimiento de los Focolares y la Iglesia Asociación Evangélica Asamblea de Dios, logró lo que muchas veces parece lejano: sentar a distintas voces con un mismo mensaje.

La jornada, que congregó a numerosos fieles y líderes religiosos, también contó con la presencia del vicegobernador de la provincia, Antonio Marocco, quien acompañó el desarrollo de la ceremonia. Su participación fue leída como un gesto institucional de apertura y reconocimiento al valor del diálogo interreligioso en la construcción de la sociedad salteña.

No hubo discursos altisonantes ni gestos grandilocuentes. La sencillez fue la protagonista de la noche, y con ella, la profundidad del encuentro.

Los representantes de cada Iglesia compartieron reflexiones, lecturas y oraciones, cada una impregnada del estilo y la tradición de su comunidad. “En un país marcado tantas veces por el enfrentamiento, la sospecha y la polarización, esta imagen de armonía resultó tan extraordinaria como necesaria”, señaló el vicegobernador.

 

Una fecha con historia

El Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, fue un momento bisagra para el cristianismo. Fue allí donde se definieron los pilares de la fe que hoy une, con matices y diferencias, a millones de creyentes en todo el mundo. A 1700 años de aquel acontecimiento, conmemorar su legado es también una invitación a volver a lo esencial: al espíritu de comunidad, al respeto por el otro, a la búsqueda de una verdad compartida.

Ese espíritu fue el que guió la jornada ecuménica de ayer. Y es también el que tantos argentinos anhelamos ver reflejado en otros espacios de la vida social y política: la capacidad de sentarnos juntos, con nuestras diferencias, y reconocernos en lo que nos une.

“Que este espíritu de encuentro y diálogo nos siga guiando como pueblo”, recalcó Marocco

No fue una noche cualquiera. Fue una señal. Un recordatorio de que, incluso en medio de las tormentas, la paz es posible.