Por Antonio Marocco
Esta semana estuve en el norte de la provincia, participando de un hecho histórico: asumió el primer decano de la Facultad Regional Multidisciplinar de la UNSA en Tartagal, mi querido amigo Carlos Manjarrés.
La universidad pública en una provincia tan extensa, y esta sede en particular, son fundamentales para el desarrollo regional a nivel educativo, económico, científico y cultural.
Que exista esta facultad en Tartagal representa para miles de salteños la única posibilidad de cursar estudios superiores. Sin ella, muchos jóvenes se verían obligados a emigrar a la capital provincial o incluso a Tucumán, a Córdoba o a Buenos Aires, como era en mi época de estudiante. Aquellos cuyas familias tuvieran la posibilidad económica de hacerlo, claro, porque la mayoría se quedaría afuera del sistema.
Tener una universidad pública, abierta, gratuita y sobre todo cercana asegura la democratización del acceso al conocimiento y eso es algo que debemos cuidar entre todos. Cuando asedian los mensajes de ajuste y recorte indiscriminado, debemos plantar bandera sobre las cuestiones verdaderamente importantes. Y la educación, garantizando la movilidad ascendente y el progreso social, vaya si es valiosa…
Mientras recorríamos la sede me conmovió ver en uno de los pasillos de la facultad un afiche con una frase de Pepe Mujica. Con su muerte creo que todos hemos perdido un poco. Y no me cabe duda que los argentinos, como solemos hacer con varias cuestiones que pertenecen a la querida República Oriental del Uruguay, nos vamos a terminar apropiando simbólicamente de aquel presidente que cambió un país y la forma de ver la vida de millones de personas a lo largo y ancho de todo el mundo.
Al fin y al cabo, cada tanto, la historia con estos hombres no puede más que hacer justicia y ponerlos en el lugar que merecen. Se vuelven universales y no pertenecen ya a una sociedad determinada sino a toda una época, a toda una cultura. Como ocurre también con el papa Francisco y los argentinos, el legado de Pepe Mujica pertenece más que a los hermanos uruguayos.
La política no es para tener razón, no se cansaba de repetir: la política es para cambiar la vida de la gente. Y esa perspectiva es la que debe seguir dándole sentido a nuestras luchas cotidianas.
En nuestro caso, desde la humildad, intentar representar a la mayoría de los salteños y un programa de desarrollo para el progreso social y económico de Salta. Y eso se ha revalidado el domingo pasado a lo largo y ancho de toda la provincia. El triunfo obliga a redoblar el esfuerzo y las responsabilidades: estoy convencido de que no solo nos han acompañado por lo que venimos haciendo, sino también porque confían en que hagamos las cosas que faltan hacer. Ese es nuestro contrato social.
Nuestro espacio logró poner los intereses de los salteños por encima de la grieta y la polarización extrema que se impone a nivel nacional desde Buenos Aires. Es un buen síntoma, la sociedad todavía valora a quienes son capaces de tender puentes mientras otros intentan cortarlos.