10 08 unsaPor Sebastián Astigueta

En un reciente posteo en la red social X, el ex presidente de la Nación, Mauricio Macri -en un párrafo ampuloso pero cínico- ha dicho que “La defensa de la universidad pública, su acceso libre, gratuito y democrático, requiere poner fin al uso político de los recursos universitarios”.

La intención es evidente: bajo el argumento del descontrol y el uso político de los recursos dinerarios, se pretende estigmatizarla, menospreciarla, calificarla de “caja de la política” (como si la política fuera innoble) para pasarla al destino más procaz que darle a una institución universitaria: su debacle, su agonía, la cerrazón y ocaso de la producción educativa e intelectual, en relación a los altos fines de desarrollo de la persona y la sociedad argentina que titularizan. En definitiva: su clausura como centro del espíritu libre y la cátedra de pensamiento abierta.

 

Una denuncia infundada

Sin datos concretos, sin denuncias específicas, sin poner ejemplos de tales graves acusaciones, se limita el ex Presidente a tirar al aire -sin precisión alguna- que las universidades son cajas de uso político, sin auditoría sobre el uso de los fondos públicos (lo que es falso de toda falsedad) pero en lo que es más grave, alentando al Gobierno Nacional -del que es socio político- que continúe su frontal ataque contra la universidad argentina, buscando desfinanciarla, degradarla, sumirla en una crisis de financiamiento y con ello, luego, apuntar a su virtual privatización cuando no a su cierre, por deficitaria, por ineficiente. Los datos que han estado haciendo circular acerca de la poca cantidad de alumnos que egresan, o los “estudiantes inventados” para ganar más presupuesto, va en línea con esa puesta en escena infame y ruin.

Dice el ex Presidente además -que por estos días hace un esfuerzo sobrehumano para alinear la dispersa tropa PRO para voltear la insistencia con la Ley de financiamiento universitario- que no está en juego la autonomía universitaria y el libre acceso de las clases más desfavorecidas a una educación superior y el horizonte del sueño de la movilidad social hacia arriba.

Y en realidad es eso y solo eso lo que está en juego cuando se pretende controlarla con fines innobles, doblegarla financieramente e incluso transferirla -como si eso fuera posible- desde su lugar central en el concierto institucional nacional para que sean meras dependencias provinciales, perdiendo todo lo que ha hecho de ella una institución única: democrática, de libertad de cátedra y cogobierno, de ingreso irrestricto y educación pública pluralista, inclusiva y de calidad. Sin dogmatismos.

 

La autonomía

Olvidan que la autonomía de las universidades nacionales, que desde la reforma universitaria de 1918 potencia precisamente su institucionalidad, fue incorporada por la reforma constitucional de 1994 como una garantía institucional (art. 75 inc. 19 tercer párrafo) del mismo modo que la gratuidad y la equidad.

Es por esto que las universidades nacionales no pueden ser doblegadas, privatizadas, cerradas, aranceladas ni transferidas, como si fueran una entelequia menor, una entidad autárquica sin propósito ni sentido, sin deberes y atribuciones para la sociedad argentina.

La universidad argentina es orgullo nacional e internacional: titulariza la plena competencia para establecer sus órganos de gobierno, elegir a sus autoridades, ejercer las funciones de docencia, investigación y extensión sin ninguna clase de intervención u obstrucción política de nadie. Y todo a partir del gobierno por sus claustros y para su comunidad universitaria. De todos y para todos. La universidad argentina -repito- es modelo para seguir en otras partes del mundo.

 

Conclusión

Espero pueda resistir los embates del populismo ultra -de derecha-, que no ceja en amenazarla, arruinarla y mostrarla incontrolada y dispendiosa de fondos públicos. Se ha mentido de todo respecto de ella: que no quiere ser controlada, que no se la audita, que dilapida fondos públicos, de lo mucho que se le da en un país en crisis.

Muy por el contrario, auditada y controlada por todos los niveles del Estado Nacional, superará airosa el desafío de este tiempo, como lo hizo antes, la etapa de la universidad oligárquica, para pocos o dominada por un neoliberalismo rampante en los 90.

Afortunadamente, todavía, la universidad argentina es un modelo para seguir.