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Por Franco Hessling

Javier Gerardo Milei, alias “Vetoman sin rating”, el superhéroe libertario que es aclamado principalmente en comunidades virtuales de redes sociales, enfrenta un grave problema: su equilibro fiscal ya no encanta a las mayorías y la ley de financiamiento universitario podría imponérsele.  

El gobierno ha experimentado recientemente una sucesión de situaciones políticas relevantes en su relación con el Congreso. Primero la aprobación de la ley de movilidad jubilatoria, luego el veto total, después el blindaje a la decisión presidencial en el parlamento y más recientemente la sanción de la ley de financiamiento universitario. Al cierre de esta edición, el veto a esta última todavía no se había oficializado en el Boletín Oficial, pero desde hacía varias horas ya se especulaba con que la estrategia del gobierno había sido estirar al máximo sus plazos para el costo político de un nuevo veto.  

Ocurre que los esfuerzos del libertarianismo por encantar a las masas con la baja de la inflación y el equilibrio fiscal se comenzó a dar de bruces con la retracción económica, la pérdida del poder adquisitivo y la suba de las tarifas de los servicios básicos. El humor social ante las bravuconadas discursivas, que tanto venían interpretando el resentimiento que parece signar a esta época, se empezó a alimentar más de los bolsillos y menos de las puestas en escena.  

Javier Gerardo Milei y su hermana y secretaria de la presidencia, Karina, vienen de un acto en Parque Lezama para celebrar la nacionalización de La Libertad Avanza (LLA) que, aunque tuvo visos folklóricos que tanto sirven para la viralización postrimera, fue un fracaso allende el núcleo duro encarnado por los Salieris del Gordo Dan. Es decir, más allá de los ultra-convencidos, podríamos decir del 30% que votó a Milei desde las primarias, las últimas intervenciones públicas del primer mandatario se han ido volviendo intrascendentes, cuando no molestas, para la población argentina  

(Primer acto: Milei presentando el proyecto de presupuesto 2025 en el Congreso. Segundo acto: Milei entrevistado por Susana “adulación” Giménez. Tercer acto: Milei vociferando aporías en Parque Lezama. ¿Cómo se llama el superhéroe libertario? “Vetoman sin rating” -pese a los significativos esfuerzos de Infobae, La Nación y Radio Mitre).  

En ese contexto, la marcha universitaria de ayer redobló la presión social que ya se había hecho sentir en su antecesora inmediata de abril pasado, cuando el gobierno se vio obligado a ceder en el ajuste del presupuesto de gastos de funcionamiento (aproximadamente 10% de los presupuestos totales). Aquella marcha de abril fue una victoria pírrica para las universidades y el sistema científico: se le arrancó más presupuesto al gobierno, pero en el ítem menos incidente. En cambio, el gobierno sufrió en abril su primer traspié serio, no sólo a niveles institucionales sino también sociales y políticos, pero conquistó la victoria pública de no haber cedido ante el reclamo por las condiciones salariales y la financiación de proyectos de ciencia, técnica y desarrollo tecnológico soberano (desfinanciamiento total de la Agencia de Ciencia y Técnica, por ejemplo).  

En este caso, el desgaste del gobierno para defender el eventual veto a la ley de financiamiento universitario se librará en dos flancos: la comunidad científica y universitaria en su grandísima mayoría -desde radicales hasta peronistas pasando por socialdemócratas, trotskistas e incluso anarquistas- y el Congreso, que podrá rechazar el veto y así darle plena firmeza a la ley que ya fue aprobada con el más amplio constitucionalismo y espíritu democrático. 

Esta vez, ni los unos ni los otros están tan flexibles como en abril. En el caso puntual del segundo flanco, el Congreso, la situación ni siquiera es igual a tres semanas atrás. Después de la desinteligencia de comunicar un asado con los legisladores que blindaron el veto contra el aumento para jubilados como un agasajo para “héroes”, y nuevas vociferaciones públicas del gobierno contra los parlamentarios, las posibilidades de seguir aprovechando la casta y las mecánicas de ensobrar que tanto rédito le han venido dando al oficialismo que hizo campaña atacando, vaya paradoja, los sobornos y la casta -cargos diplomáticos y en empresas público-privadas, por ejemplo, con los que se compraron voluntades legislativas-.  

Aunque todavía está por verse qué suerte correrá la ley de financiamiento universitario, por lo pronto, si hay un veto, éste podría ser revocado por el Congreso. Cerremos haciendo anticipación: si ello ocurre, el Gobierno ya ha acusado que quitará dinero de otra partida, porque el equilibrio no se negocia. En ese sentido, hay que recordar que a quienes blanquean capitales que habían fugado para enriquecerse en el extranjero no se les están cobrando ninguna clase de penalización ni impuestos. Hay allí una ingente fuente de financiamiento para muchas cuentas sociales de los presupuestos que suelen tener los estados.