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“No hay plata”, repiten con efusividad cuando la deshumanizante quita de partidas priva de derechos básicos a poblaciones vulnerables. Sin embargo, delirio geopolítico mediante, Milei está dispuesto a enviar recursos para apoyar a Israel.

Por Franco Hessling

Tras el ataque terrorista de las fuerzas militares israelitas en Damasco al consulado de Irán, el mundo esperaba cuáles serían las represalias que tomaría el régimen musulmán. Los días pasaban y crecía el rumor de que la demora obedecía a que Irán, aliado de Rusia, no se quería interponer en el calendario de operaciones de Putin en Ucrania, desde donde sobrevolaba el rumor de una avanzada terrestre en la que colaborarían aliados al régimen ruso, como los propios iraníes.

Tales especulaciones concluyeron el fin de semana último, cuando la Guardia Revolucionaria, como se conoce al gobierno iraní, lanzó misiles y drones desde oriente con destino a las regiones meridionales y del sur del estado sionista. El ataque involucró más de un centenar de amenazas aéreas que la férrea defensa militar israelí neutralizó, al punto tal que no hubo víctimas ni daños para el estado que viene pertrechando un genocidio contra el pueblo palestino.

Esa defensa se conoce como “cúpula de hierro” y está elaborada con una enorme inversión en tecnología militar que hizo Tel Aviv juntamente con Washington. Los radares de la “cúpula” cubren la totalidad del cielo israelí detectando a gran distancia los objetos voladores no autorizados, que a partir de ser identificados se tornan objetivos fáciles para la defensa del estado sionista. No hubo heridos ni daños, pero el ataque de Irán existió.

Frente a ello, el mundo occidental repudió la reacción iraní -con mucha menos vehemencia que el genocidio al pueblo palestino o el ataque al consulado iraní en Damasco-, aunque en su mayoría instó al gobierno israelí a no tomar medidas de reacción, principalmente luego de que Irán asegurará que su ataque había sido una respuesta a lo ocurrido en Siria y que no estaba en los planes de la Guardia Revolucionaria continuar con el conflicto.

¿Qué actitud tuvo el gobierno argentino? Conocido por su sionismo acrítico y sin demasiado fundamento, el presidente Javier Gerardo Milei fue más lejos que sólo repudiar el ataque y expresar su solidaridad con el autócrata Netanyahu. Milei incluso armó un comité de crisis, con suficiente tino para alertar ante eventuales despliegues del régimen iraní en Argentina, pero además afirmando la posibilidad de enviar recursos para Israel.

El asunto es tragicómico, muy hilarante pero tan preocupante que se torna dramático. Argentina presenta una desaceleración económica como no se veía desde los años 90, un empobrecimiento meteórico de la clase media, una inflación de dos dígitos mensuales desde que asumió Milei y una pérdida del poder adquisitivo que califica como desplome brutal. El gobierno, en paralelo, ha liberalizado los precios de los medicamentos y prepagas, ha restringido el acceso a tratamientos oncológicos y se niega a ofrecer de modo gratuito la vacuna contra el dengue, pese a que la epidemia está en alza en el país. Y todo lo justifican con el mismo epigrama: “No hay plata”.

Al parecer, plata sí hay. Lo vimos con la designación de Karina dentro del Poder Ejecutivo, mostrando que el programa de gobierno no va contra la casta sino contra una cierta casta a la que otra cierta casta, nueva, pretende reemplazar. Lo vimos de nuevo con la designación del hermano del vociferante Adorni, quien ahora cobra más de 4 millones por mes sin tener ninguna saber científico o extraordinario. Pero lo terminamos de confirmar con este delirio geopolítico: la plata que se le quita a nuestras universidades, hospitales y trabajadores irá a la patriada de un genocida, como Netanyahu. El relato libertario tiene patas cada vez más cortas.