columna maroccoEn Salta se escucha decir a menudo que, después de la Procesión del Milagro, casi que el año se va terminando; que apenas quedan las fiestas, y que prácticamente debemos poner los ojos en el nuevo calendario.

Por Antonio Marocco (*)

A decir verdad, nunca compartí demasiado la ansiedad de proyectarles fecha de caducidad a las cosas. Ni a los tiempos, ni a las épocas. Comprender los fenómenos me resulta más desafiante que rotularlos con fechas.

Tampoco creo en eso de limitar, circunscribir o condicionar los comienzos. Hemos visto a muchos que fallaron a la palabra autoempeñada de empezar el lunes el gimnasio, la dieta o el estudio.

La vida enseña a confiar más en los procesos que en los acontecimientos. Y siempre se pondera la construcción de oportunidades por sobre el oportunismo, sin menospreciar -por supuesto- el valor del sentido de oportunidad.

La historiografía moderna ha demostrado que las sociedades se desarrollaron más a partir de las reformas que de las disrupciones. Pues los cambios que transforman y mejoran en el tiempo la vida de los pueblos son aquellos que maduran al calor de la perseverancia y el consenso: la estabilidad y la previsibilidad son dos condiciones inherentes del progreso.

En la democracia, no solo entendida como forma representativa de gobierno, sino principalmente como un acuerdo colectivo que orienta la consecución del bien común, la perseverancia y el consenso se materializan en políticas de Estado que trascienden fechas, gestiones y, lógicamente, funcionarios.

En nuestra provincia, para citar un buen ejemplo, podemos mencionar la promoción y el desarrollo del turismo receptivo; una industria que -pese a las sucesivas crisis económicas nacionales de las últimas 4 décadas- nunca ha parado de crecer, de generar puestos de trabajo y de atraer divisas.

Cuando uno analiza la industria del turismo, encuentra que su prosperidad es posible en tanto existe un consenso robusto y objetivos compartidos que involucran al sector público, al sector privado y, por supuesto, al conjunto de la ciudadanía salteña. Nuestra bonomía es muy reconocida por los visitantes.

Esa es la lógica de trabajo que debe primar por encima de cualquier interés particular o sectorial. Y esa es la lógica con la que hemos escrito nuestra plataforma de gobierno junto al gobernador Gustavo Sáenz en 2019 y que los salteños acompañaron mayoritariamente.

Terminar con la pobreza estructural, poner a Salta de pie, garantizar el crecimiento, el desarrollo y el pleno empleo sin dudas representa un desafío titánico, pero no imposible.

Sabemos que lo que estamos construyendo hoy para Salta seguramente trascenderá a nuestra gestión, y de eso se trata.

Queremos que, así como el turismo, la industria de la minería sustentable y con valor agregado se convierta en una política de Estado.

Queremos liderar la transición energética hacia un modelo más ecológico.

Queremos que el corredor bioceánico y la integración regional sean una realidad para que Salta esté más y mejor conectada.

Queremos que la producción salteña sea más competitiva y desembarque en ese gran mercado asiático que se abre hacia nosotros.

Queremos que Salta sea reconocida por su ecosistema emprendedor.

Queremos que los jóvenes que necesita el futuro se formen, trabajen y se queden en Salta.

Estas menciones no son caprichosas ni meras expresiones de deseo, son líneas de trabajo concretas que, a pesar de la pandemia, la guerra y las crisis heredadas, ya empezamos a poner en marcha. El compromiso, cuando es sincero, no solo es una enunciación, es acción.

(*) Columna emitida por FM Aries el 22 de septiembre de 2022.