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Por Franco Hessling Herrera

Los resultados electorales en Gran Bretaña y Francia, donde ganaron expresiones de izquierda o progresistas, son menos demostraciones de una masa ideológica antifascista que resultados de una tendencia mundial con expresiones locales sui-generis: la disrupción decadente.

En las últimas semanas hubo dos elecciones que el progresismo internacional ha tratado de relatar como victorias y contrapesos a la avanzada global de la derecha radicalizada organizada en partidos democráticos. Se trata de los comicios en torno al Canal de la Mancha, en Gran Bretaña y en Francia. Como se ve, si bien se trata de dos de los probablemente 5 países más importantes del mundo, analizamos un fenómeno que geográficamente está situado en una superficie muy estrecha del orbe.

Primero fueron las elecciones en Gran Bretaña, donde desde hacía aproximadamente un quinquenio que venían gobernando los Torys, el partido conservador. La imagen del último primer ministro Rishi Sunak venía en declive a partir de dos elementos principales que salpicaron a los torys: el Brexit y sus consecuencias que podrían ser catastróficas y el cost of living spiral aparejado por la inflación y una recesión luego de la pandemia que jamás se zanjó. Sobre la pandemia en particular, también la gestión conservadora dejó inconformes a muchos británicos.

Finalmente, Sunak terminó precipitando el calendario electoral y adelantando la fecha de los comicios, con evidente actitud de “la suerte está echada”. Su Rubicón nunca pudo cruzarse y Sunak se convirtió en el rostro de una de las derrotas más catastróficas de los Torys frentes a los Laboristas. Keir Stramer, pasado vocero de la cámara de representantes, se convirtió en el nuevo primer ministro. Los laboristas se alzaron con más de 400 bancas sobre las cerca de 600 que tiene el parlamento británico.

Stramer ya debutó como PM en la cumbre de la OTAN que se llevó a cabo esta semana en los Estados Unidos. Sus primeras declaraciones en cargo fueron para ratificar la capacidad de Joe Biden para seguir gobernando el país americano. Los laboristas parecen tener un amplio margen de humor social por delante, dado que no alcanzaban una mayoría para instalar un PM desde hacía mucho tiempo. Incluso la familia real, que nunca es más cercana a los laboristas que a los torys, ha saludado la victoria de Stramer.

En Francia hubo dos turnos electorales y sólo uno definitivo, el último. Algo así como las PASO y las Generales en Argentina. En las primarias hubo una amplísima mayoría que acompañó a la ultra derechista Marine Le Pen y su partido Les Républicains (RN), ratificando la histórica elección de 2022, donde por primera vez la derecha radical conquistó más de 80 bancas sobre las 577 totales de la Asamblea nacional francesa.

En las elecciones definitivas, sin embargo, una alianza entre partidos que en las primarias habían ido dispersos, con la claudicación de candidaturas y acuerdos apresurados entre fuerzas tan dispares como los ambientalistas y los comunistas, acabó volcando la elección en favor de la Nouveaut Front Populaire, aquello que desde el RN llamaron “el frente del deshonor”. La ultra-derecha del RN pasó de ganar las elecciones primarias a quedar en tercer lugar en las definitivas, mientras que el oficialismo del presidente Emmnuel Macron saltó del tercer lugar al segundo y pinceló mejor su franco declive.

Cerremos, analizando esos resultados con algo más de ambición que la sola celebración de que ciertas expresiones progresistas le hayan ganado elecciones a ciertas expresiones derechistas. En las islas británicos preponderó la idea de cambio, algo que marida perfectamente con el discurso de la derecha argentina e incluso con los apuntalamientos bolsonaristas en Brasil y Donald Trump en los Estados Unidos. En Francia, si bien se logró dejar en tercer lugar al RN, éste conquistó 143 bancas, máximo histórico para un partido de tal ideología. Así, como se ve, los resultados en Gran Bretaña y Francia son menos una conquista ideológica para la izquierda y el progresismo que una consecuencia lógica de procesos circunscriptos en la tradición mundial preponderante: la disrupción decadente.