El mundo cambia, rápidamente. Lo hace a tal velocidad que la capacidad de adaptación de los diferentes sistemas se ve superada. Valga la paradoja, la pausa del COVID-19 aceleró los tiempos de una transformación que se venía gestando desde los movimientos sociales, la geopolítica y el cambio climático.
Por Pablo Borla
Parece una regla no escrita: las comunidades generan cambios que sus sistemas de organización no alcanzan a absorber y quedan obsoletos, generando huecos que, como de una Caja de Pandora, cualquier sorpresa desagradable puede aparecer desde allí, aunque siempre la esperanza sea la última en salir y nos dé un poco de aliento.
Los mecanismos burocráticos de la administración y de la Justicia son lentos, quizás necesariamente. Tienden a ser conservadores, como las decisiones de la Real Academia Española de la Lengua, que a veces incorporan neologismos cuando ya dejaron de ser “neo” y casi están dejando de utilizarse.
La evolución de las comunidades hacia nuevas formas de organización carecen de un marco normativo ágil, de tal manera que se va improvisando.
Un claro ejemplo de ello fue la expansión de las redes sociales, que aún están huérfanas de una normativa que, si no las regula, pero por lo menos debiera ordenar un poco el caos.
De ahí que cualquier mediocre se destaque, de la mano de su intuición o su carisma, a la hora de tener influencia; que cualquier información poco seria se suba a Wikipedia para su uso por los estudiantes -que la toman como una verdad revelada solamente porque está en la Web-; que los agravios y los insultos cobardes se multiplican, amparados en el anonimato y la falta de marco legal.
Y, también, que cualquier buen vecino esté a merced del odio, el resentimiento ajeno o de su sed de revancha, y que su trayectoria, familia, trabajo y existencia se vea comprometida por una infamia que se volvió un titular, viralizado y reflejado hasta en los grandes medios de comunicación. Cuando la víctima de una campaña consigue que la Justicia dictamine su inocencia, la aclaración saldrá en letras pequeñas, margen izquierdo al fondo, en una mínima columna en página par (como se decía cuando los diarios impresos eran importantes), allí en donde nadie la ve, pero la Justicia se siente satisfecha.
El mundo cambia y nos aumenta la expectativa de vida pero no la calidad de ella, de tal manera que el mundo se está poblando de ancianos que sobreviven como pueden, con gran desequilibrio del sistema previsional; solos muchas veces; sintiéndose una carga para sus familias (si es que la tienen y si se ocupan de ellos), porque la comunidad no creó aún un sistema que los incluya como personas valiosas, que merecen actividades adecuadas y que no están muy contentos de que les digan “abuelos”, porque son mucho más que eso.
Pruebas al canto: un “sexagenario” de hoy es una persona en plenitud de experiencia, con la salud adecuada para disfrutar de la vida y no un anciano decrépito, como antaño solía significar el término.
Asimismo, dos casos puntuales de cambio, que serán más desarrollados en futuras columnas: por un lado, la decisión de Rusia y China -dos de las mayores potencias del mundo- de comerciar entre ellas en su propia moneda, abandonando el dólar. Esto puede modificar radicalmente la capacidad de influencia de EE. UU en el mundo.
Por el otro, un número importante de destacados académicos y expertos, junto con empresarios y ejecutivos de grandes empresas tecnológicas, firmó la semana pasada una petición para hacer una pausa de seis meses en la investigación sobre inteligencias artificiales, pues advierten "grandes riesgos para la humanidad".
La Agencia TELAM destaca que, en el escrito, “pidieron una moratoria hasta que se establezcan sistemas de seguridad con nuevas autoridades reguladoras, vigilancia de los sistemas de IA, técnicas que ayuden a distinguir entre lo real y lo artificial, e instituciones capaces de hacer frente” a la "dramática perturbación económica y política (especialmente para la democracia) que causará la Inteligencia Artificial”.
Según un estudio de la empresa de inversiones Goldman Sachs, los avances en Inteligencia Artificial podrían llevar a la pérdida de 300 millones de empleos en las economías avanzadas, que serían realizados por este sistema, en lo que complica el futuro de una cuarta parte del trabajo realizado por seres humanos en Estados Unidos y la Comunidad Europea.
Por estos lares, tenemos otras urgencias. En ello, será difícil evitar que el Nuevo Mundo nos lleve puestos, mientras oficialismo y oposición ocupan su tiempo en temáticas importantes como pelear la interna.