En busca del tiempo perdido, libro de Marcel Proust, tiene siete partes que forman un mismo conjunto de 3.031 páginas. El Libro Guinness de los Récords ha reconocido a la novela como la más extensa del mundo.
Por Pablo Borla
El fallo que fundamenta la reciente condena a Cristina Fernández de Kirchner por la denominada coloquialmente “Causa Vialidad”, tiene 1.616 páginas.
Como si fuera una obra literaria, dejo a consideración de cada lector cuanto tiene de realidad y cuanto de pura ficción.
Habrá quien opine que es una obra del más puro realismo, como Crimen y Castigo de Fiodor Dostoievski o Madame Bovary de Gustave Flaubert.
Otros, que es pura fantasía, como Juego de tronos, de George R. R. Martin.
Lo cierto, es que en el fallo hay crimen, castigo, una mujer excepcional que rompe estructuras de su época y, por supuesto, el trono. Y mucho tiempo perdido.
Cristina Fernández se ha declarado proscripta políticamente -aunque no exista aún una condena firme por existir instancias de apelación- porque tiene la certeza de que su imagen editada, detrás de gruesos barrotes imaginarios, será la bandera enarbolada por la oposición si se presenta como candidata a presidenta por su espacio, cubriendo paredes, encabezando volantes y saliendo en televisión y en las redes sociales ya que “quien paga la orquesta, también ordena la melodía”.
En ocasión de la distinción de Honoris Causa con que la distinguió la Universidad Nacional de Río Negro, Cristina se refirió al “Partido Judicial”, apelativo que eligió para denominar al Poder Judicial porque “más mafioso no se consigue”, según expresó.
El Frente de Todos aduce que el único objetivo real del proceso y la condena es alejar la posibilidad de que Cristina pueda presentarse como candidata a presidenta de la Nación.
Lo forzoso de algunos argumentos expuestos en el fallo de la Causa Vialidad (en medio de algunos números contundentes que lo avalan, por cierto); la falta de solidez en las acusaciones (y la condición endeble de algunos argumentos de la Defensa) dejan más dudas que certezas.
Sumamos la lentitud y burocratización de la investigación del atentado contra la vida de la vicepresidenta; la recientemente develada cercanía de miembros prominentes del Poder Judicial con popes de uno de los multimedios más poderosos del país en un chat, inválido a los efectos judiciales pero no desmentido con argumentos convincentes; la presencia habitual de magistrados en actividades recreativas con el entonces presidente Mauricio Macri nos muestran, ciertamente, a un Poder Judicial que siembra dudas acerca de su independencia.
El ministro de Justicia y Derechos Humanos, Martín Soria, declaró que "Quienes juzgaron a Cristina son la bandita de 'Los Abrojos', los que jugaban al fútbol con Mauricio Macri en su quinta. Este Poder Judicial es poco serio, perdió el rumbo hace tiempo. Estos mismos jueces ni siquiera pudieron demostrar un solo hecho de corrupción".
Lo cierto es que hubo gestiones ejecutivas en la presidencia de Cristina que carecieron de la transparencia necesaria y que dan pie a acusaciones y sospechas, y también que el vínculo del frente Cambiemos con miembros muy influyentes del Poder Judicial es notorio y pone dudas sobre su real independencia.
Para la vicepresidenta, en Argentina “no hay un Estado democrático constitucional”.
Muchas dudas, pocas certezas.
En la disputa del poder, con fuerzas económica y políticamente tan poderosas, la verdadera proscripta suele ser la verdad, entendida como la estricta correspondencia de los hechos con la realidad.
Mientras tanto, sigamos adivinando y sobreviviendo.