El 16 de septiembre de 1955, un golpe de Estado sangriento provocó la caída del gobierno de Juan Domingo Perón. Luego de ese hecho, le preguntaron a Perón: “General, ¿Qué piensa hacer usted para volver al gobierno? “Yo no haré nada -contestó-. Todo lo harán mis enemigos”
Por Pablo Borla
En otras columnas he mencionado el tiempo histórico argentino como un fenómeno circular; una especie de espiral que se adapta a las nuevas circunstancias, en el que los hijos y los nietos reiteramos conductas de nuestros padres y abuelos.
Ojalá fuesen siempre buenas acciones -que las hubo muchas- pero, hay algunas que tienen que ver con perpetuar proscripciones, bastardear instituciones, fomentar odios y distanciamientos y ver en el otro a un enemigo a quien no basta vencer, sino que se debe aniquilar.
Entrevistado recientemente por C5N, el ex presidente de Uruguay, José Mujica comentó que, en un encuentro hace una década, en Atlanta (EE.UU.), una “prominente figura conservadora” le dijo: “lo que tenemos a favor es la gran prensa y buena parte del poder judicial”.
Para Mujica, el “lawfare” contra Rafael Correa en Ecuador, el golpe de estado en Bolivia contra Evo Morales, la caída de Manuel Zelaya de la presidencia de Honduras, las causas judiciales contra Lula da Silva en Brasil, tienen un mismo eje: proscribir con instrumentos jurídicos.
En ello, afirmó tener “una enorme desconfianza” sobre la neutralidad de una parte de la justicia argentina en el juicio contra la vicepresidenta Cristina Fernández e hizo una pregunta retórica: “Parece que hay una derecha que no aprende la lección histórica. ¿Qué se proponen? ¿Construir otro mito? Porque después de todo lo que hicieron con Evita, ¿Qué se proponen ahora?”.
La expectativa de unidad del frente oficialista, que parecía un objetivo imposible, fue provocada -tal como lo anticipara Perón hace casi 70 años- no por virtudes del collage peronista sino por las acciones de la oposición, que dieron pie a la victimización de la ex presidenta y la consolidaron como la única líder de la coalición gobernante con gran poder de convocatoria.
Cristina Fernández cuestionó la semana pasada al Poder Judicial y dijo estar “ante un pelotón de fusilamiento mediático-judicial” por la negativa de ampliar su indagatoria en el juicio de la obra pública, tras el pedido de condena a 12 años propuesto por los fiscales.
Dijo que se le negaba “el ejercicio del derecho de defensa ante cuestiones que nunca figuraron en el acto de acusación del fiscal, al que asistí durante cinco días en mayo de 2019".
Su declaración por los canales de redes sociales tuvo amplia recepción y repercusión, exponiendo la relación del hombre de confianza de expresidente Mauricio Macri, Nicolás Caputo, con José López, el que tiró los recordados bolsos millonarios al convento.
Ni siquiera la opinión polémica del presidente Alberto Fernández sobre los fiscales Nisman y Luciani y su afirmación de que la causa persigue "una lógica de disciplinamiento de los poderes fácticos hacia cierta política" logró sacar del centro de la escena a Cristina Fernández y, más bien, mostró una oposición desorientada y sin un líder que conduzca sus pasos, que ya suponían encaminadísimos a un triunfo electoral en 2023. De hecho, el legislador Facundo Manes se opuso al pedido opositor de juicio político al presidente y las autoridades de la Unión Cívica Radical -que esta vez no parece tener ganas de ser un jugador de relleno en la coalición-salieron a respaldarlo.
La frutilla del postre la puso el Jefe de Gobierno Rodríguez Larreta, al ordenar vallar los alrededores de la residencia de la vicepresidenta sin argumentos muy sólidos, lo que produjo que una decena de marchas convocadas en Buenos Aires y su periferia desviaran su curso y se dirigieran hacia el domicilio de la vicepresidenta.
“Ayer, señor presidente, usted cruzó un límite", dijo el mandatario porteño sobre los dichos del Jefe de Estado, pero no se fijó en los límites que él mismo estaba cruzando al restringir la circulación de una vicepresidenta. Una doble vara, muy popular en la política argentina.
En esa jornada, también se conoció un video en el cual se ve cómo el hijo de la vicepresidenta y diputado, Máximo Kirchner, fue agredido por parte de un grupo de efectivos policiales capitalinos cuando intentaba llegar hasta la casa de su propia madre.
Cristina Fernández, hacia las 22, le habló brevemente a la multitud congregada frente a su domicilio. Les agradeció y pidió a la gente que regresasen a sus casas. Era la única persona capaz de lograr que esto se realice pacíficamente.
Fue una semana que expuso a un sector de la Justicia que deja bastante para cuestionar y mostro una oposición que, con sus acciones, logró amalgamar a un oficialismo maltrecho y encolumnó a los seguidores del Frente de Todos hacia la única figura política que, hoy por hoy, puede quitarles el sueño del poder del 2023.
Una semana más en la Argentina.
"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes" reza una antigua maldición china. Nos tocó el ser testigos -para bien o para mal- de hechos en el mundo y en nuestro país que quedarán en los libros de historia.
Porque si hay algo imposible por estas latitudes, es la monotonía y el aburrimiento.