Gobierno de Salta
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Durante la Guerra de Malvinas, la tarea de los medios de comunicación se vio limitada y la manipulación de la información fue moneda corriente, procurando crear la impresión de que Argentina iba ganando...

Por Pablo Borla

...un conflicto, que en el corazón de los argentinos siempre estuvo instalado como expresión del fuerte anhelo de recuperar las islas arrebatadas, pero que, para el gobierno de facto de entonces, sólo fue un intento de permanecer un poco más con un poder ilegítimo que se estaba debilitando.

Recuerdo claramente ese día. Cursaba la Secundaria y junto con mis compañeros nos sumamos a los salteños que festejaban la noticia en la plaza 9 de Julio. El pecho se nos inflamaba de orgullo y alegría, ignorantes de lo que vendría después y sólo estábamos informados por los pocos medios de comunicación de la época, ya que no existían canales de cable ni redes sociales por los que pudieran colarse versiones diferentes.

En Buenos Aires, los canales de aire -todos controlados por el Estado- estaban gerenciados por las diferentes Fuerzas integrantes de la Junta Militar. La mayoría de las emisoras de radio AM y FM eran estatales. En medio de ese monopolio, se colaban con esfuerzo los radioaficionados, que dialogaban con sus pares de otros lugares del mundo o las noticias de alguna radio que llegaba a las zonas fronterizas, desde nuestros países vecinos. En Salta, como medios masivos, teníamos dos diarios, dos radios AM y un canal de aire.

El Gobierno militar solamente permitió que un corresponsal de TELAM y de Argentina Televisora Color -hoy TV Pública- estuvieran en el escenario bélico. Todas las notas que se emitían pasaban por el tamiz de las autoridades militares, pero no sólo por una cuestión estratégica, sino también como instrumentos de desinformación que ayudaban a crear una sensación de victoria con informaciones falsas, grandilocuentes y manipuladas.

Un informe de la revista Noticias afirma que «”La editorial Atlántida, con sus revistas Gente y Somos, formaron parte de los que decidieron ocultar, mentir, engañar (…) para consolidar la fantasía de un triunfo seguro sobre los británicos. Con un estilo sensacionalista, que se caracterizaba por combinar muchas imágenes, poco texto y títulos que apelaban a la emoción del lector, fue de los primeros en afirmar el triunfo. Imposible no pensar en las tapas –tristemente célebres– que anunciaban con grandes letras amarillas “Vimos rendirse a los ingleses” o “Estamos ganando”.»

Hace unos días, la doctora en Ciencias Sociales Cora Gamarnik, especializada en historia del fotoperiodismo, difundió un análisis de la imagen de tapa de “Gente y la actualidad” del 27 de mayo de 1982. Era una fotografía con el título en letras amarillas “¡Seguimos ganando!”. Sobre la foto se podían leer: “6 buques hundidos y 21 aviones derribados. Estamos destruyendo a la flota británica”.

La Dra. Gamarnik relata que “el laboratorio fotográfico de la editorial Atlántida fue otro de los escenarios en donde se construía lo que la población argentina debía ‘ver’ de la guerra.” Allí trabajaba un prestigioso laboratorista, quien recibió la orden de armar una tapa en la que un crucero inglés fuese impactado por bombas argentinas.

“Fue e hizo su magia”, cuenta Gamarnik. “Tenía una foto real del destructor inglés Coventry, a esa foto le agregó un avión y humo negro sobre la cubierta del barco”. El laboratorista declaró que “les agregaba humo, ambiente bélico; les agregaba grano para hacerlas más auténticas, y parecían sacadas allá. Luego, las publicaban en tapa sin decir quién era el autor”.

“En la guerra, la primera víctima es la verdad», dijo, allá por 1917, el senador estadounidense Hiram Johnson. Y eso pasa, sobre todo, si es manipulada por un gobierno de facto con la colaboración de empresas que ganan dinero con la mentira. En ello, debemos enfatizar la importancia de bregar siempre por la verdad y la libertad de prensa.

La guerra duró 74 días. Los altos mandos sabían desde mucho antes de la rendición, que estaba perdida, pero continuaron a costa de muchas vidas de argentinos, cuyas muertes se podrían haber evitado.

A 40 años de ella, todavía nos asombran y conmueven las muestras de profundo valor y amor por la Patria de las que fueron capaces muchos argentinos.

Ese heroísmo aún no fue suficientemente reconocido y premiado. Los veteranos y sus familias han soportado años de angustia, soledad y desamparo por parte del Estado y de afirmaciones infamantes de algunos líderes políticos, para las cuales las Islas serían “un déficit” o mensajes en las redes sociales de la presidenta del PRO, con sugerencias de cambiarlas por vacunas, que luego eliminó ante el repudio que sobrevino.

Sobre nuestros veteranos de guerra y las familias de los caídos en combate, nuestra vigilia debe ser constante, para que siempre sean honrados y cuidados como se debe.

La única muerte definitiva es el olvido.

Es una cuestión de honor y en ello no debiera haber grietas.