Los humedales son ecosistemas que suelen estar permanentemente bajo el agua e incluyen a deltas, esteros, lagunas y costas marinas, entre otros. Argentina cuenta con alrededor de 600.000 km2 de humedales, que es el 21% de todo su territorio.
Por Pablo Borla
Pueden constituir un sistema eficiente y de bajo costo para la purificación del agua, protección contra las inundaciones y contra la erosión de la costa debido a las tormentas. Para muchas especies de animales, son de vital importancia como tierras de reproducción y áreas de descanso en sus rutas migratorias.
Destaco esto porque legisladores nacionales y organizaciones ambientales, sociales y científicas presentaron el 2 de marzo pasado en la Cámara de Diputados -por cuarta vez-, el Proyecto de Ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental para el uso racional y sostenible de los Humedales. Esta iniciativa perdió estado parlamentario por tercer año legislativo consecutivo en diciembre.
En noviembre de 2020 el proyecto recibió un dictamen en la Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano y fue acordada como una síntesis de numerosas iniciativas, pero no avanzó luego en las otras comisiones por las que debía pasar.
La diputada por Entre Ríos, Blanca Osuna, cuando se presentó nuevamente el Proyecto de Ley, explicó que tiene “una mirada federal sobre la realidad de todos los humedales y su rica biodiversidad, (…) con definiciones y objetivos concretos en cuanto a su preservación y restauración, su uso racional y sostenible, y el reconocimiento de su identidad y su valor”.
Actualmente, hay 23 sitios designados en Argentina como Humedales de Importancia Internacional por la Convención de Ramsar, el tratado ambiental intergubernamental establecido por la UNESCO, que fue aprobado en 1991 en nuestro país y que brinda parámetros para la acción nacional y cooperación internacional al respecto. De hecho, los Esteros del Iberá son el segundo humedal más grande el mundo.
En Salta tenemos numerosos humedales de gran importancia local y regional, como los ríos Bermejo, Pilcomayo y Juramento. Lagunas altoandinas, como la Santa María y lagunas de las Yungas, como Pintascayo. Hay bañados, madrejones y cañadas en Anta, Rivadavia y San Martín. También artificiales como los diques Cabra Corral y el Tunal, solo por nombrar algunos de ellos.
Puede que la Ley de Humedales afecte intereses económicos muy fuertes de sectores económicos de gran influencia. Pero los incendios sistemáticos, la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental, nos dicen que debemos contar urgentemente con un marco legal que proteja y regule las actividades humanas y productivas que se realizan en ellos.
El diario Perfil cita las palabras de Estefanía Villalba, integrante de la Multisectorial de Humedales de Rosario de Santa Fe, diciendo que “Cuando hablamos de proteger los humedales, le decimos a estos sectores ambiciosos, ecocidas, productivistas que esperen y bajen un poco sus ganancias, porque no nos va a quedar planeta de donde seguir extrayendo recursos, lo que estamos diciendo es que han tenido tiempo para hacerlo y, sin embargo, han seguido saqueando nuestro territorio sin que nadie los juzgue”.
También es cierto que es necesario que las Provincias conserven cierta autonomía respecto de sus humedales y que se debe cuidar a la producción, buscando ciertamente un equilibrio, de tal manera que lo que se haga sea ambientalmente sustentable y responsable.
Es por ello que es necesario el debate y el consenso, sobre todo en tiempos como los actuales, en que los extremos y los fanatismos no parecen a menudo dar lugar a discusiones que lleguen a buen término.
La atención de los problemas urgentes como la lucha contra la inflación -que vacía la mesa de los argentinos- o la creación de fuentes de trabajo y la mejora de la actividad económica, no debe dejar sin espacio a temáticas tan importantes como el cuidado del ambiente, porque las consecuencias no las veremos, sino que, más bien, ya las estamos padeciendo y nos cuestan recursos y restan calidad de vida por sus consecuencias.
Destinemos fondos para prevenir, porque finalmente deberemos gastarlos, incrementados, para recomponer lo arruinado y hacernos cargos de sus impactos, y eso si logramos hacerlo.
Más claro, échele agua…