Quien sabe buen oficio manual, lleva consigo caudal. Quien oficio sabe ejercer, no se quedará sin comer. Quien oficio sabe, no morirá de hambre. Quien oficio tiene, su casa mantiene…
Por Natalia Aguiar
La cuestión es cuando se carece de oficio… Tras el debate de los candidatos presidenciales ha quedado la amarga sensación de que ninguno de los tres que más posibilidades tiene de asumir el mando de este país, haya sido contundente ni en sus propuestas, ni en su discurso. Los argentinos asistieron a un pobre debate sin temas fuertes y que preocupan a la sociedad como la extrema pobreza, las causas de corrupción, la política internacional, y derechos humanos como que los niños argentinos puedan comer hoy.
El único que ha honrado el oficio de político ha sido el cordobés Juan Schiaretti, muy sólido en sus propuestas, calmo, cauto, bien parado en el rol de candidato. Si bien no tiene muchas posibilidades de llegar a la presidencia, su desempeño fue el mejor, el más sólido, mantuvo equilibrio político y expuso con claridad sus propuestas económicas. Aprovechó cada oportunidad que tuvo con reflejo y acción, de hecho, honró al ex presidente Raúl Alfonsín, algo que podría haberse esperado de Patricia Bullrich, pero estaba muy nerviosa. Fue el que más acorraló a Javier Milei y supo tocar puntos sensibles de Sergio Massa, al que dejó out side. Fue el que mejor aprovechó el debate. Mostró oficio de político de raza. De hecho expuso a todos los candidatos que parece desconocían que la Nación carece de competencias para ejecutar las iniciativas de Educación planteadas por Milei y por Bullrich. Sin embargo y pese a todas sus destrezas, Schiaretti se sigue percibiendo candidato a gobernador de Córdoba. Y ahora se requiere mucho más.
No hubo sangre en las venas de los candidatos y se los vio en general a todos muy armados, muy estudiados y sin capacidad de reacción inmediata con excepción de Schiaretti y Myriam Bregman, que fueron los más naturales de los cinco participantes.
Patricia Bullrich estaba muy nerviosa, no pudo contestar durante todo el evento respecto de sus propuestas económicas. Hizo agua y se ahogó. Así lo reconocieron sus asesores agarrándose la cabeza. “Estuvo bien, pero se trabó en economía”. Algo que no puede sucederle a quien aspira a asumir el sillón de Rivadavia. Estaba visiblemente nerviosa, se le secaba la boca y no podía controlar los nervios, la ansiedad.
Si bien arrancó firme y tuvo algunas respuestas certeras, luchó para sobresalir entre Massa y Milei, con la finalidad de llegar a la segunda vuelta. Pero los nervios la traicionaron, estaba tensa, dubitativa, como si pudiera cometer algún error de fatal tenor para sus objetivos. En el momento de las preguntas cruzadas no debió dejarle pasar a Massa el tema de la corrupción kirchnerista lo que incluía el caso de derroche y lujos de Martín Insaurralde, cuando en Argentina la pobreza aumentó al 40,1% en el primer semestre de 2023 y afecta al 56,2% de los niños. Allí perdió una gran oportunidad. Al igual que carecer de argumentos en temas de economía. No fue fluída y leyó más de lo estimado. No logró imponerse en el juego de la polarización entre sus rivales a la segunda vuelta.
Javier Milei optó por obviar su proyecto de “dolarización”, al que ya hasta él mismo le teme, porque quizás se dio cuenta que de llegar a la presidencia no podrá llevarlo a cabo. Usó un tono apaciguado y correcto para decir lo mismo de siempre. Se mantuvo cauto, y su objetivo fue no perder el control, mostrarse sereno sin dejar de ser él. Para sus colaboradores su objetivo central era mostrarse en eje, casi ya con el bastón de mando presidencial. No arriesgó nada en esta jugada al punto tal que no pudo contestar su pacto con Barrionuevo. En un momento reaccionó mal ante la pregunta de Massa sobre su dichos para con el Papa al que le aconsejó pidiera disculpas, y lo hizo bajando el tono. Pero luego agarró la motosierra cuando los micrófonos estaban apagados. También prendió una molotov cuando denunció que los desaparecidos en democracia no son 30.000 sino 8.753. “Empecemos por la verdad", dijo. Un Milei fiel así mismo.
Sergio Massa para sorpresa de muchos, estuvo sereno, convencido de su gestión e intentando separarse todo el tiempo de Cristina Kirchner, sin nombrarla. Tenía todo para perder, sin embargo, salió ileso. Quizás por su cuero duro ya de dar batallas y de tener claro su objetivo presidenciable a cualquier precio. Incluso prometiendo que en su presidencia hará lo que ahora no puede hacer. Tenía una gran desafío, no hablar de economía, porque lo toca en un 100 por ciento ante una desastrosa gestión que no encuentra la luz. Como si le faltara, el “yategate” de Insaurralde y el “chocolategate”, lo salpicaban por donde se mirara. Lo supo superar con cara de piedra. Al terminar el debate, pidió al ala dura del kirchnerismo que Insaurralde también renunciara a la candidatura a concejal. Un típico hijo de la teta del Estado sin vergüenza alguna. A Insaurralde le soltaron la mano, por lo menos por ahora. Massa sabe que esta es su gran oportunidad, quizás la única. Supo instalarse como un candidato totalmente ajeno al kirchnerismo y busco enfrentar a Javier Milei bajo un paraguas de amianto respecto las críticas de fuego que llovieron sobre su actual gestión. Le jugó a favor que el debate fue fiel al sistema, sin estridencias, sin propuestas, y con sus contrincantes sin mucho vuelo.
Myriam Bregman desplegó sus creencias y convicciones, estuvo muy segura, casi como si hubiera estado entrenada. Tiene oficio discursivo, no sabemos si podría desempeñarse con oficio presidencial. Tampoco llegaría por la cantidad de votos que se supone según las encuestas y los resultados de las últimas PASO. Es apasionada y tiró la frase contra Milei que es tendencia en redes: “Milei no es un león, es un gatito mimoso del poder económico”. Ingeniosa y contundente. Defendió con hidalguía los preceptos del Partido Obrero. Es un logro que esté en esta posición y si bien sabe que no llegará con los votos necesarios para ser presidenta de la Nación, su fuerza y su persona se posicionan en la cancha política argentina. Ojalá sorprenda en este octubre, porque tiene mucho potencial y futuro. Se puede o no coincidir con sus preceptos, pero ha sido coherente a lo largo de su carrera política y su vida personal.
El debate, en general, fue pobre, paupérrimo. Los candidatos dejaron mucho que desear. No hubo candidatos que brillaran, que tuvieran vuelo propio. Estuvieron todos muy medidos. El intercambio entre ellos fue muy aburrido ante la carencia de retórica y desde ya, el cuidado que impusieron a sus gestos y conductas. Todos estaban muy medidos, como encorsetados. Ninguno aportó ideas nuevas, interesantes, novedosa. Ninguno supo conquistar a los televidentes. Tampoco el electorado habrá decidido cambiar su voto tras la puesta en escena carente de riesgos y emoción. No hubo un ganador en este debate. Ninguno sobresalió.
Se mostraron correctos, como no queriendo cometer errores, ninguno de ellos pudo explicar a ciencia cierta cómo llevará a la práctica sus propuestas políticas. Se basaron en frases hechas como “déficit fiscal”, “equilibrio”, “crecimiento estructural”, “movimiento social ascendente”, “inflación”, “plan integral”, pero ninguno profundizó.
Fueron lindas palabras sin contexto, sin proyección. Otras cuestiones que preocupan a los argentinos fueron totalmente ignoradas como la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico; el vínculo camaléonico de la política con la Justicia, como las relaciones exteriores. Argentina está más necesitada que nunca, más pobre que nunca, más alejada del mundo que nunca, los niños no se alimentan como deben y los jóvenes no avizoran un futuro certero. Hay más que buenas razones para votar el próximo 22 de octubre, con la seriedad y el compromiso del que carecen los candidatos. Quizás sea momento de reflexión.
Que el oficio, se lo enseñe el electorado, la gente, el hastío de más de lo mismo, pizza, champagne y yate. Todo, todo, tan desubicado. Con candidatos medidos y alejados de la gente, poca esperanza se siembra. Que el oficio de argentino, pueda más que cualquier otro.