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Se enfrenta el año electoral con índices alarmantes ya que, según el Indec, el 54,2% de los niños hasta 14 años son pobres en Argentina. ¿Está leyendo bien? Más de la mitad de los pequeños argentinos están bajo la línea de pobreza. O sea que no se alimentan como deben. La pobreza azota sin piedad a la población más vulnerable de nuestro país, los niños.

Por Natalia Aguiar

Los más chiquitos, el futuro en desarrollo, y ni ahondar en los adultos mayores, son los más golpeados en la crisis económica y financiera que atraviesa el país, ante la mirada de los políticos que sólo piensan en armado de listas, internas y las fechas electorales: 13 de agosto las PASO, y las elecciones generales de 2023, que tendrán lugar el domingo 22 de octubre para elegir presidente, vice, diputados y senadores.

Una pediatra que recorrió pasillos de hospitales e incluso la administración de los mismos planteaba en una charla la posibilidad de que a los niñitos en las escuelas públicas les brinden un huevo duro por día, ya que las proteínas de ese alimento cubrirían las necesidades mínimas para su crecimiento físico e intelectual.

Ahora, con las riquezas que existen en Argentina, naturales como intelectuales, los índices de pobreza tiran por la borda todo intento de superación. Por más que los ciudadanos pretendan buscar soluciones a la espantosa realidad de los más pequeños, las decisiones políticas son las únicas que podrían generar cambios. De allí la importancia del voto consciente.

La situación financiera y económica de Argentina se percibe en los barrios, en las calles, la palabra es desolación.

La pobreza extrema golpea a los que más deberían cuidarse y resguardarse, los niños. Según datos oficiales del Indec, en 2022 el índice creció hasta alcanzar el 54,2% de esa franja, lo que implica en números reales que seis millones de chicos hasta 14 años viven en hogares cuyos ingresos no alcanzan para cubrir la canasta básica de alimentos y servicios. Por su parte Unicef manifestó que esa cifra asciende a un 66% si se suman aquellos chicos que están privados de algún derecho, como el acceso a la salud y a la educación. La organización además advirtió que el presupuesto 2023 para la infancia contiene un ajuste del 22% en términos reales ante una inflación ilimitada, lo que refleja un panorama irreal para afrontar las necesidades básicas.

¿Cómo pueden los políticos, aspirantes a cargos públicos y captadores del voto ciudadano, obviar estas cifras, hacer caso omiso? No hay peor ciego que el que no quiere ver. Estos datos implacables no hicieron al Gobierno cambiar de opinión, ya que en 2022 subejecutó partidas claves destinadas a la infancia. En lo que transitamos del año, la cuestión no mejora y las partidas para reforzar ingresos de los hogares más vulnerables no tuvieron mayores incrementos. Además, otras partidas para la contención y salvaguarda de los derechos de los más pequeños, siguen sufriendo recortes ante la crisis económica. Increíble pero cierto.

Al Gobierno sólo le importa cuidar los índices de inflación

No importa si en esa travesía de recortar presupuesto alimentario mueren niños. En la madrugada del 31 de marzo, falleció una beba de tres meses a metros de la Casa Rosada, parte de una familia en situación de calle. ¿Nadie los vio antes? ¿La indiferencia puede ser más fuerte? ¿Se puede vivir sin sentir empatía por el otro? En la intersección de las avenidas Paseo Colón e Hipólito Yrigoyen, en la puerta del Ministerio de Economía paradójicamente, la bebé murió. Su corazón dejó de latir y su paso por esta vida se convirtió en un grito desgarrador de auxilio para toda la sociedad. ¿Tan mal se puede estar que ni los niños importan? ¿Tan mal se puede estar como sociedad que la indiferencia mata?

Según los registros del programa Buenos Aires Presente (BAP), que es la primera línea de atención para personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica y habitacional, fueron asistidos en distintas oportunidades desde 2019 y habían comenzado a gestionar el subsidio habitacional en ese mismo año. Los padres de la niña explicaron que vivían en la localidad de Quilmes, pero por peleas familiares no tenían lugar donde vivir. El padre tucumano y la madre bonaerense. La familia se completa con una hermana melliza de la bebé de 3 meses que estaba con ellos, y tienen otro bebé de aproximadamente 2 años que estaba al cuidado de un familiar en Avellaneda. ¿Es posible que nadie viera nada? Esa zona de la ciudad de Buenos Aires es transitada por miles y miles de personas diariamente, más aún, la mayoría de ellos trabajan en oficinas públicas, y muchos de ellos son funcionarios públicos. Independientemente de ser o no empleado público, funcionarios, cualquier ciudadano tiene la obligación de asistir a personas en situación de calle. Más si ven o detectan dos bebés de tres meses en la pobreza extrema. Pensemos en cuánto cuesta la leche, los pañales, y ropa de bebés.

Detalla el equipo del BAP, que en todo momento ofreció a la familia incorporar al sistema de Centros de Inclusión Social, donde podían pasar la noche, acceder a mejores condiciones de higiene y tener todas las comidas cubiertas. Pero, “el grupo familiar nunca aceptó los ofrecimientos de ser alojados en ellos aunque los ayudaron con la tramitación de documentos, y explicaron que esta familia acude a diario a un comedor en el barrio de San Telmo, donde reciben una vianda de alimentos para todos. ¿Qué pasó entonces? ¿Qué ocurre que las familias no quieren asistir a los centros asistenciales? ¿Por qué son las autoridades rápidas para excusarse y lavarse las manos? ¿No debería el estado contener a quien está vulnerable, incluso sumido en su ignorancia? ¿No hay equipo de asistentes sociales y psicólogos? No todos están capacitados para llevar una familia adelante. Cuando hay menores, la responsabilidad es del Estado. Esta triste historia aconteció el día después que el gobierno nacional diera a conocer los datos de la pobreza y de las necesidades que atraviesan los argentinos: la pobreza llegó al 39,2% de la población y afectó a más de 18,6 millones de personas. El Gobierno, los funcionarios y la oposición son responsables. Ningún argentino debiera morir en la calle, abandonado a su suerte. Menos un bebé. Ninguna cabeza rodó, porque la indiferencia política es mayúscula. La culpa será de los padres, dirán y seguirán indiferentes ante una tragedia que pudo evitarse.

El Indec detalló en mayo del año pasado que 2.962 personas viven en situación de calle en todo el país: el segundo distrito con más personas en esa situación es la Ciudad de Buenos Aires, con 903. El primer lugar lo ocupa la provincia de Buenos Aires, con 961 personas y detrás de la Capital Federal se ubican Salta, con 244; Santa Fecon 209; y Entre Ríos, con 139. Nadie debería vivir en la calle, nadie debería estar fuera del sistema.

La familia de la beba estaba durmiendo en la puerta del Ministerio de la Producción, a medio metro de la Casa Rosada. Un duro golpe de realidad para todos. Para el presidente Alberto Fernández, que se cobijó en haber recibido una economía arrasada en su visita a Estados Unidos. Se comparó con el presidente norteamericano Joe Biden, al que le adujo haber recibido un a economía desastrosa, y luego los voceros de la Casa Blanca salieron a desmentirlo. Un papelón.

Cristina Kirchner ya no habla de Economía y la pobreza es una palabra que erradicó de su vocabulario. Sólo se refiere al law fare judicial y persecución política, ahora a nivel internacional, con la condena escrita por la jueza Loretta Preska a favor del fondo de inversión que compró la demanda de los viejos dueños de YPF contra la estatización o confiscación, según se lea, de la empresa en tiempos de Cristina Kirchner. Argentina deberá asumir una nueva deuda de 17.500 millones de dólares por una empresa que vale, cuando mucho, 3000 millones.

En la situación de pobreza, todos somos responsables. Pero el Gobierno no colabora en nada. A los hechos remitimos. Los legisladores habían incluido en la ley de presupuesto 2023 refuerzos en varios ítems como política alimentaria, becas estudiantiles y asignaciones familiares. Sin embargo, el Ejecutivo, no incorporó ninguno de esos rubros. Así pues, el presupuesto 2023 previsto para la infancia argentina quedó con contracciones de entre un 13,3% y un 22,2%, según el índice inflacionario que se considere. Advertencia efectuada por la organización internacional Unicef.

Hubo partidas que se vieron muy afectadas, ya que según informó la Oficina de Presupuesto del Congreso de la Nación, las asignaciones familiares de los trabajadores activos tuvieron un recorte del 56,4% en términos reales interanual “producto de la actualización del valor de las prestaciones por debajo de la inflación (72,5% vs 100,7%)”. En tanto, la Asignación Universal por Hijo (AUH) se redujo un 2,7% interanual por el mismo motivo.

Desolación es la palabra que encierra esta realidad cada vez más dura. Desolación para el Gobierno que es consciente de que perderá las elecciones, y entre ellos ya buscan trabajos en organismos internacionales y demás. La oposición se alista para enfrentas las PASO y dar batalla, aunque sin un plan claro para erradicar la pobreza, asumir la deuda del Fondo Monetario Internacional que Mauricio Macri ayudó a superar, ni cómo trabajarán niñez, adolescencia, adultos mayores, recuperar la dignidad de los argentinos con trabajo, igualar las posibilidades para todos y brindar esperanzas a un pueblo sumido en la resignación. Un presente perdido, un futuro desolador. Con los niños NO.