Por Franco Hessling
Difamaciones, falacias y agravios se sucedieron en los discursos del oficialismo nacional en los últimos días contra el sistema de educación superior argentino. Develemos parte de la ignorancia profunda que experimenta el presidente y sus aliados.
En las últimas semanas el motor vital del ánimo confrontativo del gobierno nacional se ha direccionado contra las universidades nacionales y el sistema científico.
Empecemos por esto del motor para el gobierno: desde que asumió que salta de disputa en disputa, nunca poniendo paños fríos, en un clima de permanente enfrentamiento y dicotomía que hace recordar a los tiempos de la “grieta” como afables momentos en los que apenas atisbaban diferencias políticas.
La confrontación para el gobierno de la LLA es una lógica vital, que en nada se acerca a la voluntad de acercar posiciones y zanjar las diferencias, mucho menos de aprender a convivir respetuosamente con ideas divergentes, como debería anhelarse en cualquier sociedad que se pretenda democrática. Volveremos sobre esos aires de debate enconado de la LLA en la columna de mañana, basta ahora con subrayar que el enemigo de turno, porque los enemigos nunca cesan para la paranoia libertaria, son los defensores de uno de los mejores sistemas de educación superior del mundo (admitido por científicos de todo el orbe).
El presidente Javier Gerardo Milei, su ministro menos capacitado para la función, Luis Caputo, y su vociferante que incumple diariamente su trabajo de responder lo que se le pregunta, Manuel Adorni, se turnaron para difamar, falsear y vapulear a la ciencia argentina, que ha consagrado no uno ni dos sino varios premios de la elite científica mundial, entre ellos, el mismísimo premio Nobel. Ni Milei, ni Caputo ni Adorni se han destacado en ningún eslabón del sistema de educación superior argentino. Eso habla de sus dotes, pero también explica el resentimiento que los moviliza.
Derribemos algunas de las falacias que, aprovechando el clima de época tan adepto a la posverdad, han repetido hasta el hartazgo estos referentes de LLA. En primer lugar, el tema de la auditoría. Han hablado de auditar las universidades como si éstas no fuesen anualmente controladas. Ocurre que ese control está en manos de la Auditoría General de la Nación, que depende del Congreso, no del Poder Ejecutivo. Ello así, para garantizar la división de poderes.
Entonces, lo que se esconde atrás del reclamo de auditar del oficialismo es su afán de seguir acumulando poder exclusivamente en el Ejecutivo, único espacio que ganó por justas elecciones la corriente libertaria. La suma del poder es un viso autoritario que el gobierno ha venido pretendiendo solidificar desde que asumió, tergiversando cualquier intento por impedir el autoritarismo institucional como intento de la “casta” de obstaculizar la gestión de LLA. Nada más falaz en este caso que ello: el intento de auditar las universidades es una atribución que no le corresponde al Ejecutivo, aunque Milei tenga aires de monarca y Caputo y Adorni se prueben trajes de cortesanos obsecuentes.
Las auditorías se hacen anualmente y son responsabilidad del Poder Legislativo de la Nación. No le corresponden al Ejecutivo, ni deben corresponderle, porque se estaría violando el principio democrático de división de poderes. Y si de principios se trata, la autonomía universitaria consagrada en la señera Reforma del 18 erige también la autarquía en la administración de partidas presupuestarias. Así, otra vez, el Ejecutivo queriendo arbitrar en los gastos de las universidades no es derecho propio por ganar elecciones, sino pretensión de sumar todo el poder para establecer un gobierno autocrático.
Por último, conviene también desmentir la idea de que en el sistema universitario la mayoría son ñoquis. Al contrario, y a diferencia de la arbitrariedad con la que se contratan personas en el mercado -por elección subjetiva de juntas directivas o por acomodo a través de nepotismo o amiguismo-, en las universidades, también por herencia de la Reforma del 18, los cargos se concursan con pruebas de oposición y antecedentes en los que entienden, como jurados, expertos en las temáticas.
¿Ganaría algún concurso en alguna facultad de economía del país Milei o Caputo? Difícilmente, porque hay que hacer méritos de verdad.