Las medidas del gobierno libertario apenas asumió fueron tan agresivas que los retrocesos o retardos que se puedan observar por estas semanas son parte del plan de maniobra que el propio gobierno había diseñado.
Por Franco Hessling
Terminábamos la columna anterior estableciendo que el dictamen obtenido por el Gobierno de la Nación en la maratónica reunión de comisión del martes fue una manera, político-institucional, de atemperar el impacto del paro, disimular el malestar social inevitable por el ajuste económico acelerado y agraciarse frente a aliados del oficialismo como las cámaras empresariales, los mercados financieros y la casta legislativa y judicial. Así, hemos dicho, ese dictamen puede leerse como la primera victoria política de la administración libertaria.
Unos días después, el viernes de esa misma semana, tras el paro y ante el empantanamiento de ese dictamen -se aprobó pero con muchas disidencias-, el gobierno hizo un anuncio importante: en conferencia de prensa, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció que se quitaba el capitulo de reformas fiscales del proyecto de ley que habría sido redactado en gran parte por quien suena para sucederlo pronto en el cargo, Federico Sturzenegger.
En el medio, un día antes, el gobierno había eyectado a Guillermo Ferraro, ministro de Infraestructura, acusándolo de haber filtrado información. Curiosamente, la información que Ferraro habría filtrado era la misma que publicaba en sus redes y declaraba en cuanta oportunidad tenía el mismísimo presidente, Javier Gerardo Milei. Las versiones de quienes cosechan fuentes en el círculo rojo afirman ciertas tensiones con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse. También cabe la posibilidad de que el movimiento no refleje ninguna interna y sea parte de una estrategia para ganar tiempo en el poder y generar efectos de distracción.
Eso puede deducirse si se tiene en cuenta que Caputo aprovechó la misma conferencia de prensa del viernes para confirmar que todas las áreas de la cartera que ocupaba Infraestructura pasarán a su órbita. Si hace unos meses creíamos que Sergio Massa tenía un superministerio que hacía que tenga más poder en la administración que el mismísimo presidente Alberto Fernández, ahora no podemos menos que hablar de “caputismo” en la Casa Rosada. Es como si la jugada hubiese estado diagramada por el mismísimo Mauricio Macri.
En definitiva, el retiro del capítulo fiscal que anunció Caputo fue leído rápidamente por los medios opositores como una derrota del gobierno. Pero, igual que la maniobra con Ferraro, esta acción puede ser leída como parte de la estrategia. Y no hay que ser un conspiracionista enfermizo para observarlo: en cualquier negociación como la que el Gobierno sabía que tendría en el Congreso, uno empieza con su objetivo de máxima, teniendo en qué puntos se irá retrocediendo a medida que las negociaciones se atiranten.
La lectura de la derrota tuvo que ver con observar que las presiones de los bloques dialoguistas en el Congreso (todos excepto Unión por la Patria y el Frente de Izquierda) han dado lugar ya no solamente a nuevas versiones del proyecto sino a la supresión completa del paquete fiscal. En esa misma línea se ha leído el envío por separado del Impuesto a las Ganancias, que se pretende volver a instalarlo con un piso de 1 millón 300 mil pesos.
En el medio de estas desavenencias, el presidente Milei, siempre más cerca de las fuerzas del cielo que de los problemas de un presidente común y corriente, aseguró que estábamos en una coyuntura muy próxima a la dolarización, una de sus promesas de campaña, en las que ya ni el más crédulo puede confiar. Caputo fue consultado por esto en la conferencia de prensa y no pudo ofrecer datos que le den la razón a Milei. El ministro hizo lo posible para salvarlo intentando interpretar la frase del presidente. Fracasó en el intento.
De todos modos, y para cerrar, esta columna pretende subvertir la mirada de que estas decisiones del gobierno son derrotas o pasos atrás. Al contrario, el combo de medidas fue tan agresivo al principio (proyecto de ley, DNU, protocolo antipiquetes), que las concesiones que el gobierno va haciendo todavía lo dejan muy bien parado para cumplir su programa de ajuste y empobrecimiento a costa de la libertad de mercado. Tal cual lo reconoció el propio libertario presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem. No hay que confundir derrotas políticas con partes programadas del plan de gobierno. Sin quitar las facultades excepcionales al presidente, cualquier otro retoque a la Ley Ómnibus es mera cosmética.