Gobierno de Salta
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Por Aldo Duzdevich (*)
Tal vez la mejor definición del golpe contra Peron en 1955, fué la frase pronunciada por el contralmirante Arturo Rial ante los dirigentes del sindicato de trabajadores municipales: “Sepan ustedes que la revolución libertadora se hizo para que en este bendito país el hijo del barrendero muera barrendero”.

Con la “Libertadora”, Argentina ingresó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Se devaluó de 8,8 a 22 pesos por dólar. Se liberalizó el comercio exterior y se abrieron las importaciones. La inflación saltó al 20% anual. Se congelaron salarios y disminuyó el consumo. Se aumentaron las tasas de interés. Se benefició al sector agroexportador. Y de ser acreedores del mundo, pasamos en tres años a tener una deuda externa de 1800 millones de dólares. O sea, nada distinto a lo que ya conocemos los que no vivimos el golpe del 55.

Pero, no es intención de esta nota repasar todo lo mal que nos hicieron y nos hacen los gobiernos cipayos y liberales, sino analizar porque cayó el peronismo en 1955. Porque a mi juicio, a los gobiernos populares los tumban por sus virtudes, pero se caen por sus errores y defectos.

En 1946 Perón logró crear un poderoso frente policlasista y multipartidario que contenía a la clase trabajadora organizada, la incipiente burguesía industrial, el Ejército y la Iglesia. En 1943 no había peronistas. Radicales, socialistas, anarquistas, comunistas, conservadores, nacionalistas católicos, fueron quienes nutrieron las filas del naciente movimiento, dando inicio a un proceso revolucionario de transformación económico y social único en Latinoamerica.

Los desocupados se convirtieron en trabajadores, los trabajadores pasaron a participar del 50% del ingreso, los arrendatarios pudieron comprar sus campos, los pequeños propietarios se convirtieron en medianos, y los medianos en grandes empresas, todos alimentados por un mercado interno creciente y condiciones de exportación favorables. Se instauró la inclusión y la movilidad social. El trabajador pudo mandar sus hijos a la escuela y a la universidad.

Pero, con el paso del tiempo, ese frente político tan solido se comenzó a resquebrajar . Los beneficiados del modelo comenzaron a abandonarlo. Los empleados y obreros elevados a clase media ya no se sintieron contenidos e identificados. Los universitarios hijos de trabajadores cambiaron de clase social e ideología. Los pequeños productores rurales que habían comprado su campo con créditos baratos del Banco Nación, pasaron a sentirse de la Sociedad Rural, y los fabricantes protegidos por el estado creyeron que el merito era exclusivamente suyo.

La gran sequía de 1949 redujo los saldos exportables, y afectó el flujo de recursos que recibía la industria. La nueva burguesía nacional que ya estaba molesta con el avance obrero, al menguar el apoyo del estado tomó distancia del gobierno y progresivamente pasó a la oposición.

Ante la falta de inversión, Perón se vió obligado a convocar al capital extranjero. Entre otras medidas, la mas polémica es el contrato para la exploración petrolera con la California Standar Oil. Esto generó una fuerte disconformidad de los sectores nacionalistas incluyendo a muchos dirigentes del peronismo.

Algunos gremios conducidos por socialistas y comunistas alentaron conflictos. El mas importante fue la huelga ferroviaria de 1951, que llevó a Evita a ir en persona a los talleres ferroviarios a pedirle la los obreros que levanten la huelga.

Los sectores postergados, al integrarse al sistema mediante trabajo, vivienda, salud y educación, comenzaron a demandar la satisfacción de otro tipo de necesidades. La teoría de Maslow formula una jerarquía piramidal de necesidades humanas, y postula que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados. El peronismo perdió la batalla cultural contra el pensamiento colonizado. Los nuevos trabajadores formales, en sus expectativas de ascenso social, absorbieron el discurso de los sectores medios, que expresaban los patrones culturales de las clases privilegiadas.

El pensador nacional Ernesto Villanueva reflexiona: “El peronismo, cuya columna vertebra es el movimiento obrero, tiene como objetivo central no la desaparición de las clases (...)sino la inclusión de los postergados en los beneficios materiales y simbólicos (...) En el fondo, pues, el peronismo se apoya en los trabajadores para que se tornen clase media, a la vez que tiende a un discurso que la denuesta permanentemente. Se trata de una postura casi esquizofrénica. Como amamos a los sectores populares, bregamos porque dejen de serlo y se conviertan en algo que no valoramos, esa horrible clase media.(…) Acompañamos a los humildes a la puerta de entrada de la inclusión. Pero allí adentro estaban los valores propios de los sectores medios, los electrodomésticos, las vacaciones, la seguridad, cierta tranquilidad burguesa. Don Arturo Jauretche sostiene que cuando a las clases medias les va mal, votan bien. Y cuando les va bien, votan mal. Parece aquí que las clases medias son portadoras de una maldición ineludible. No saben coordinar la economía y la política.” Un ejemplo descarnado fueron los estudiantes universitarios, que pasaron de 47 mil en 1946 a 138 mil en 1955, y paradójicamente, se convirtieron en la columna vertebral del antiperonismo.

En nuestra historia reciente, cuando las clases medias acompañaron al movimiento nacional, avanzamos, y cuando se apartaron, retrocedimos. El conflictivo vinculo con la clase media merece que los pensadores del campo nacional le dediquemos muchísimas horas mas de estudio. Aquí solo vamos a mencionar algunos temas, que en los años 50, dieron motivo a la irritación de clase media.

En primer lugar hay una cuestión de pertenencia de quienes se consideran clase media, que pretende mantener ciertos espacios de exclusividad. Don Julio Morresi contaba que los chicos de los barrios, pudieron ir por primera vez al centro y sentarse en un cine de la calle Corrientes, y eso les resultaba molesto a quienes ya estaban de antes. Lo mismo ocurrió con Mar del Plata, que se lleno de obreros y las familias patricias debieron trasladarse y crear un balneario exclusivo en Punta del Este. O sea, la inclusión molesta a los que ya están adentro, aunque su origen haya sido el mismo.

Luego tenemos hechos que irritaron a los sectores medios. En primer lugar el personalismo exacerbado. La política de nominar provincias, ciudades y todo tipo de obras con los nombres de Perón y Eva Perón. Los libros de lecturas escolares con las imágenes y propaganda de nuestro gobierno. La poca tolerancia e incluso persecución de los lideres opositores. Las obligaciones de afiliarse. La concentración de los medios de prensa en manos del gobierno. Ciertas corruptelas. El exceso de verticalismo y el chupamedismo, que llegaba a perseguir hasta los propios. En fin, todos temas cuya esencia ni siquiera pueden mellar el volumen de realizaciones y beneficios que el peronismo dio al pueblo y a la Patria. Pero que, culturalmente, fueron decisivos para crear un clima antiperonista que era absorbido en los confesionarios y reciclado en los sermones de las iglesias de clase alta y media. La sociedad se partió. La división que se asemejó mucho a un odio de clases, dividió familias y amigos. Una comunidad dividida en bandos irreconciliables.

La reacción antiperonista se hizo cada vez mas violenta. Del seno de las familias bien, nacieron los comandos civiles que contribuyeron a generar mas caos. Y tal vez el mayor error del peronismo fue el mal manejo del conflicto con la Iglesia, que permitió al polo cipayo encontrar un elemento galvanizador donde nuclearse, resistir, y luego atacar al gobierno popular. Pero de estos dos temas hablaremos en las próximas notas.

Quede claro que el golpe “libertador” de 1955 no fue para restablecer los valores republicanos. Fue para barrer con las conquistas sociales, y restituir el poder a las oligarquías y sus aliados extranjeros. Y aplicar al peronismo la mayor y mas larga campaña de proscripción, represión y persecución.

Ha dicho Jorge Bergoglio, hoy Francisco: “Los argentinos tenemos una peligrosa tendencia a pensar que todo empieza hoy (…) Esto ya es un problema: sino aprendemos a reconocer y asumir los errores y aciertos del pasado, que dieron origen a los bienes y males del presente, estaremos condenados a la eterna repetición de lo mismo...”

 

(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".