Por Aldo Duzdevich (*)
“Argentinos, argentinos, escuchad este anuncio del Cielo volcado por fin sobre la Tierra. El tirano ha muerto. Nuestra patria desde hoy es libre. Dios sea loado. Compatriotas: las fuerzas de la liberación económica, democrática y republicana han terminado con el tirano...
...La aviación de la patria al servicio de la libertad ha destruido su refugio y el tirano ha muerto. Los gloriosos cadetes de la escuela Naval y los valientes soldados de la escuela de Mecánica de la Armada avanzan desde sus respectivas guarniciones acompañados por compactos grupos populares que vitorean al movimiento revolucionario. Ciudadanos, obreros y estudiantes; la era de la recuperación de la libertad y de los derechos humanos ha llegado”.
Esta proclama fue emitida el mediodía del 16 de Junio de 1955 por Radio Mitre, ocupada en esas horas por los Comandos Civiles. Vale aclarar que un año antes “el tirano” había obtenido el 64,5% de votos en la elección de su vicepresidente.
Obviamente la proclama estaba escrita desde el día anterior. Al mediodía después de la primer oleada de aviones bombardeando, no había ningún “tirano” muerto. Sí un trolebús con escolares, y un centenar de inocentes transeúntes en los alrededores de la Casa Rosada, que al final del día sumarían 309 muertos y mas de 800 heridos. Como punto de comparación, vale recordar, que el bombardeo de los nazis a Guernica en 1937, durante la Guerra Civil Española, produjo 126 muertos. Menos de la mitad de los producidos por nuestros aviadores navales, cuyas maquinas lucían la V con la cruz de Cristo Vence.
Matar a Perón y doblegar al pueblo
Según le confesaron al historiador Horacio Rivara los aviadores sobrevivientes: “El objetivo del bombardeo estuvo a cargo de Bassi, copiando la estrategia de ataque Japonés al puerto norteamericano a Peal Harbor. Era matar a Perón y a todo su gabinete. Si bien había maneras más fáciles de cometer ese magnicidio (Perón salía todo los días exactamente a las 5:45 AM de la Residencia Presidencial manejando su propio auto Cadillac, sin blindaje, acompañado por otro auto con custodios), se buscaba hacerlo de una manera tan espectacular que quitara la voluntad de lucha a sus millones de seguidores.”
Esta claro que media docena de hombres armados bastaba para matar a Perón en el trayecto de su casa a la Casa Rosada. Pero la perversa y criminal intención de los conspiradores era producir una masacre para escarmentar al pueblo y borrar al peronismo de la faz de la tierra.
Según afirma el historiador Robert Potash , después de asesinar a Perón y derrocar a su gobierno, el objetivo político de los golpistas consistía en instaurar un triunvirato civil integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente de la UCR), Américo Ghioldi (dirigente del Partido Socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador).
14 toneladas de bombas
El bombardeo comenzó a las 12:40 hs cuando el capitán Néstor Noriega conduciendo un avión Beechraft arrojó la primer bomba de 100 kg. sobre la Casa Rosada, y la segunda sobre un trolebús en Paseo Colon frente al actual Ministerio de Economía. Luego los pilotos navales, al paso de tres oleadas con sus aviones North American-AT6, Beechfrat-AT10 y Catalina (en un total de 28 naves), arrojaron 14 toneladas de explosivos sobre la Casa de Gobierno y otros sectores de la Ciudad de Buenos Aires
La franja comprendida por las avenidas Leandro Alem, Madero, Corrientes y Rivadavia parecía una zona en guerra. También cayeron bombas sobre el Departamento de Policía, la CGT y la casa de Perón, el palacio Unzué, donde hoy se encuentra la Biblioteca Nacional. Los aviones atacantes además dispararon sus ametralladoras contra los trabajadores que se dirigían a la plaza. Uno de los pilotos golpistas, Guillermo Palacios, llegó a derramar 800 litros de combustible auxiliar sobre los autos incendiados de la Casa de Gobierno. Nadie se lo había ordenado: años después, declaró que “fue una demostración del odio, de la reacción desatada por las medidas que agobiaban al país”.
Al fracasar el intento de golpe, los pilotos huyeron a Uruguay, donde fueron recibidos primero, por un militar exiliado, que 30 años después sería tristemente celebre, Guillermo Suarez Mason. El gobierno uruguayo los recibió como héroes. Les proveyó, ropa, dinero y vivienda. Cuenta Noriega que él quiso ir a saludar y agradecer personalmente al presidente Luis Batlle Berres: “El presidente, me recibe, me abraza, prácticamente se pone a llorar y me dice: “Vea, no se imagina lo que he rogado para salieran bien de esto y mataran al atorrante ese (por Perón) que nos tiene al Uruguay debajo del zapato”.
¿Que intereses representaban esos aviadores navales?
¿Que representaba el odio de Noriega, Bassi, Suarez Mason y sus compañeros de armas?. Tal vez la mejor definición sobre la “revolución libertadora” la dio unos meses después uno de los lideres golpistas, el contra-almirante Arturo Rial frente a los dirigentes del gremio de municipales: “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este bendito país el hijo del barrendero muera barrendero”.
Pero, que interés real expresaban estos marinos. ¿Sus carreras y sus sueldos de aviador naval?. Eso no estaba en peligro en el gobierno de Perón. En realidad, esos aviadores entrenados para defender a la patria, ahora convertidos en asesinos de mujeres y niños, respondían a un proyecto político económico que nunca fue genuinamente suyo. Respondían al mandato de los socios de la Sociedad Rural que estaban financiando el golpe de estado. Respondían al interés de Inglaterra y EE.UU. que no toleraban un proyecto de independencia económica que amenazaba sumar a toda América del Sur.
Tarde, algunos de estos mismos militares van a descubrir que siempre fueron meros preservativos del imperio. En 1982, uno de estos pilotos, Máximo Rivero Kelly, fue jefe de la fuerza aeronaval en la guerra de Malvinas. Allí descubrió que los amigos de la patria no eran ni los ingleses, ni los norteamericanos. Y seguramente descubrió que hacerle frente a los Harriers ingleses, no era lo mismo que ametrallar desde el cielo a algunos locos audaces de la CGT, que le hacían frente a sus aviones con revólveres calibre 38.
16 de junio de 1955, el inicio de tres décadas de violencia
Si buscamos encontrar un punto de inicio de la violencia de los 60 y 70 en Argentina, sin ninguna duda es ese 16 de junio de 1955. La masacre de Plaza de Mayo. El huevo de la serpiente. ¿Cual es la máxima graduación de violencia que se puede emplear para doblegar a un pueblo?. Cualquier estudio militar responderá: el bombardeo masivo contra la población civil. La Segunda Guerra Mundial cambió su curso, cuando desde Inglaterra la aviación aliada comenzó un sistemático bombardeo a ciudades alemanas.
Los vencidos y humillados en 1955, los pobres, los trabajadores, comprendieron con su sangre, hasta donde llegaba la violencia de los defensores de los privilegios de las minorías. Perón, teniendo fuerza militar suficiente, no quiso llevar el país a una guerra civil. Pero al Almirante Rojas no le tembló el pulso para bombardear Mar del Plata, Ensenada y Buenos Aires si era necesario.
Quedo grabado en la conciencia de muchos de los vencidos, el “si nos echaron por la fuerza, solo podremos volver por la fuerza y la violencia”. Esto dio origen a dos intentos de sublevaciones peronistas, la del general Valle en 1956, y la del general Iñiguez en 1960. Dio origen a una desordenada Resistencia Peronista del 55 al 63. También fue punto de partida de los primeros intentos de guerrilla rural como fueron los Uturuncos, y mas cerca en el tiempo Taco Ralo. Y finalmente en los setenta, con un pie en la cultura de la resistencia y otro en el de la revolución cubana, nacieron las organizaciones guerrilleras de los años setenta. Muchos de esos jóvenes, eran hijos de los “vencedores” del 55 y siguiendo el impulso freudiano de matar al padre, tomaron el camino político de los opuestos.
Casi como un símbolo de lo que engendró la masacre del 16 de junio de 1955, la historia quiso que un sobrino del capitán Nestor Noriega, Mario Luis Noriega, nacido justamente en junio de 1955, a sus 19 años se integrara a la organización Montoneros, y perdió la vida en noviembre de 1975. Los restos de ambos, Nestor y Mario Luis, están en la bóveda que su familia posee en el cementerio de La Plata. Dos mudas presencias que dan cuenta de las fuerzas históricas en pugna que atraviesan su familia y la sociedad argentina.
(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".