Gobierno de Salta
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Por Aldo Duzdevich (*)

El golpe de estado en Bolivia contra Evo Morales, volvió a poner en debate que actitud debe tomar un Presidente ante su destitución por una fuerza militar. Los empujadores de heroísmo ajeno enseguida reprocharon a Evo, no inmolarse como lo hizo Salvador Allende en la Moneda. Pero, la verdad es que en la historia son mas los Evos que los Allende. Y habría que agregar que para la causa de un pueblo, es más importante tener a su líder conduciendo la lucha desde el exilio o la cárcel, que un mártir a quien recordar.

Seis golpes militares del siglo XX

Es interesante indagar en el historial de golpes militares de nuestro país, que actitud tomo cada presidente depuesto. Veamos:

El 6 de septiembre de 1930, a partir de las 7:40, una columna del cadetes del Colegio Militar se desplaza hacia Plaza de Mayo; cuando llegan a la Casa Rosada, la misma ya esta tomada por una turba de civiles golpistas; ingresa el General José Félix Uriburu y exige al Dr. Enrique Martinez (Vicepresidente a cargo) que firme su renuncia. Horas después, Don HipólitoYrigoyen firma su renuncia en la ciudad de La Plata.

En la madrugada del 4 de junio de 1943 sale de Campo de Mayo una fuerza militar de 8000 soldados. Al llegar a la Escuela de Mecánica de la Armada, la columna es atacada por fuerzas leales. Rendida la ESMA, el presidente Ramón Castillo se embarca en el rastreador Drummond rumbo a Montevideo, dejando sola la Casa Rosada.

El 16 de septiembre de 1955, en Córdoba, se inicia el golpe contra el Presidente Juan Domingo Perón, luego de varios días de combates entre fuerzas leales y golpistas, ante la amenaza de la Marina de bombardear la destilería de La Plata y la Ciudad de Buenos Aires, el 23 Perón deja el gobierno y se refugia en la cañonera paraguaya.

El 29 de marzo de 1962, a las 4:00 am, el almirante Clement despierta en Olivos al presidente Arturo Frondizi para comunicarle que ha sido depuesto. Tal lo previsto el día anterior, a las 8:00 Frondizi con su familia se embarca hacia la Isla Martín García donde quedará formalmente detenido.

En la mañana del 28 de junio de 1966, un grupo de oficiales se apersonan ante el Presidente Don Arturo Illia, y lo conminan a presentar su renuncia. Illia se niega y los oficiales, hacen ingresar al despacho una escuadra de policía portando pistolas lanzagases. El Presidente abandona la Casa Rosada a bordo del auto de un correligionario.

El 8 de junio de 1970, al dictador Juan Carlos Onganía, de forma humillante lo hacen cruzar al Ministerio de Defensa para presentarle su renuncia a los tres Comandantes en Jefe; ni siquiera hicieron falta los policías con lanzagases que el mandó a Illia.

Seis presidentes depuestos, todos hombres, ninguno resistió el abandono de la Casa Rosada. Tendrá que ser una mujer, Isabel Martinez de Perón, la que rompa con esa tradición y además ser la única presidente depuesta que sufra cinco años de prisión.

 

La sublevacion del brigadier Cappellini

1975 había sido un año caótico. Desde lo político institucional, desde el descalabro económico, y desde la violencia de extrema derecha y extrema izquierda. En el mes de agosto, cuando Videla asume como Comandante en Jefe del Ejército, ya se ponen en marcha los planes de golpe. La oficialidad militar empujaba apurar el golpe, pero la Embajada y el establishment aconsejaban esperar y seguir fomentando el caos, hasta que la opinión pública pidiese que los militares se hagan cargo del gobierno. Todavía faltaban pulir algunas cuestiones, entre ellas la negativa del Jefe de la Aeronáutica Brigadier Héctor Fautario a plegarse al golpe. Los conspiradores Videla y Massera decidieron alentar un putsch interno para correr a Fautario.

En la madrugada del 18 de diciembre de 1975, un grupo de oficiales de la Fuerza Aerea, sublevan la VII Brigada Aérea de Morón y el sector militar de Aeroparque, donde apresan al brigadier Fautario. La cabeza del “Operativo Cóndor Azul” es el brigadier Orlando Capellini, lo acompañan el comodoro Luis Fernando Estrella, el vicecomodoro Néstor H. Rocha, los retirados comodoro Agustín de la Vega y el brigadier Cayo Antonio Alsina, todos discípulos del nacionalista ultra montano Jordán Bruno Genta y adherentes a la Falange de Fe.

El Gobierno acepta rápidamente reemplazar a Fautario por Orlando Ramon Agosti, en la creencia que con ese gesto soluciona el conflicto. Pero, la proclama de los aviadores en su punto 4 afirmaba la intención de “Operar hasta el derrocamiento de la autoridad política y la instauración de un nuevo orden de refundación con sentido nacional y cristiano”. Incluso en otro documento, los sublevados realizan una invitación directa a Videla para que “asuma en nombre de las Fuerzas Armadas la conducción del gobierno nacional”.

Dos diputados peronistas, Deheza y Sobrino Aranda, que oficiaban casi como voceros de la Marina y el Ejercito, llegan a la Casa Rosada con la propuesta de que “con la renuncia se Isabel, se soluciona el conflicto”. Ambos pertenecían al sector “antiverticalista”, un grupo numeroso de diputados, entre ellos Julio Bárbaro y Nilda Garré, a quienes en un almuerzo, Massera le confió: “Si la echan ustedes, gobiernan ustedes y si la echamos nosotros, gobernamos nosotros” .

La “chirinada” duro cinco días, poblados de reuniones, operaciones de prensa y el contínuo sobrevuelo en picada de los aviones Mentor sobre la Casa Rosada y Olivos. Algunos llevaban pintada la V con la cruz de Cristo Vence, la misma que usaron el 16 de junio de 1955 cuando descargaron sobre la Rosada y Plaza de Mayo catorce toneladas de bombas con el saldo de 400 muertos. Varios de los funcionarios de gobierno tenían muy fresco aquel recuerdo del 55.

 

De acá me sacan muerta

El día mas crítico fue el sábado 20. A las 15:00 hs, aviones “leales” dejaron caer una bomba en la base de Moron para doblegar a los sublevados. La bomba cayo en una arboleda sin producir daños personales ni materiales. Pero enardeció a los sublevados, quienes se alistaron para bombardear la Casa Rosada.

Carlos Ruckauf, entonces joven Ministro de Trabajo, recuerda: “esa tarde estábamos con la Presidente varios ministros, Antonio Cafiero, Federico Robledo, Vottero, creo que Lorenzo Miguel y algunos más. Se acerca el edecán militar con el teléfono diciendo que hablaba Cappellini. Isabel me miró y dijo : “atiéndalo Vd.”, “dígale que esta Presidente no acepta amenazas, ni presiones y que si quieren bombardear que lo hagan nomas, de acá me van a sacar muerta”. -sigue Ruckauf- “yo agarré el teléfono y la verdad, no recuerdo bien que dije, entre el milico que gritaba que iba bombardear e Isabel que gritaba muy enojada, se que repetí el mensaje de ella y colgué”. “La situación era muy tensa, ella ordenó al personal civil abandonar la Casa, y nos dijo “los que que tengan mujer e hijos pueden irse”. Nadie amagó retirarse, no es que posáramos de héroes, pero la actitud de la mina era tan jugada, tan valiente, que ninguno quería pasar como el cagón de esta historia”.

Vale recordar que aquel 16 de Junio de 1955 en circunstancias similares, Perón dirigió a las fuerzas leales desde el edificio Libertador, frente a la Casa Rosada, que fue duramente bombardeada.

 

Del ensayo al golpe del 24 de Marzo

El conato de golpe, había cumplido su cometido, desplazar a Fautario y medir durante cinco días que tipo de reacción política o sindical podría producir el golpe: ninguna… El entonces militante de la JP Lealtad y hoy embajador Alberto Iribarne contó: “junto con otros grupos con los que habíamos coordinado, hicimos una movilización por el centro de la ciudad en repudio al levantamiento del aviador Capellini. Recuerdo que había gente en la vereda del Gran Rex, en la calle Corrientes. Nuestra movilización era bastante pobre. Tanto que los que estaban haciendo cola para ver “Pescado Rabioso” nos triplicaban en número. Era diciembre del ’75, para entonces la suerte ya estaba echada” .

Previo al 24 de marzo, tres altos oficiales: el general Villarreal, el brigadier Lami Dozo y el almirante Santamaría, recibieron orden de planificar minuciosamente el operativo de detención de Isabelita. Sabían que estaba dispuesta a resistir, y no querían mostrar ante el mundo que todo el poder de fuego de las tres fuerzas armadas no era suficiente para doblegar la voluntad de una pequeña e indefensa mujer. Finalmente optaron por simular un desperfecto del helicóptero que la trasladaba a Olivos y hacerlo bajar en Aeroparque donde un pelotón de marina redujo a su secretario Julio Gonzáles y a su único custodio, el suboficial Rafael Luissi. El general Villarreal en persona le informó que estaba detenida.

 

Méritos que algún día la historia deberá reconocer

Seguramente, Isabel es la expresidente constitucional argentina mas cuestionada de la historia reciente. Desde la derecha golpista se la responsabilizó de las siete plagas de Egipto, porque les servía para dar plena justificación al golpe mas criminal de la historia. Desde la izquierda guerrillera también se la cargó de mala prensa, porque Isabel fue y es su única excusa para haber combatido con las armas a un gobierno constitucional votado por el 62% de los argentinos.

Muchas criticas tienen fundamento, otras no, y otras todavía falta revisar en profundidad.

La historiadora Maria Saenz Quesada -insospechada de peronista- en su libro La Primera Presidente, se refiere a su actitud durante el conato de Cappellini: “remite a la historia de Isabelita cuando en Panamá (en 1956) se temió que un comando gorila asesinara a Perón, ella tomo un arma, aunque no supiera manejarla, y se mantuvo firme junto al General. También ahora defendía con firmeza el lugar que ocupaba, el llamado sillón de Rivadavia, símbolo del poder presidencial y del legado intransferible de su esposo. (…) Esa prueba de entereza, cualidad sin duda indispensable en el liderazgo, sorprende en la misma mujer que un mes antes se había internado en una clínica enflaquecida y doliente”.

Antonio Cafiero escribió en sus memorias: “Creo que se ha maltratado por demás la figura de Isabel Perón (…) Está a la vista que cometió desaciertos, pero fue digna y siempre exigió que se respetara la investidura presidencial... no dió un paso atrás aún en los momentos de mayor zozobra, lo que habla de su temple”.

En aquellos vertiginosos años setenta, de violencias políticas cotidianas, donde el temple y el valor individual eran un elemento para medir la talla de un dirigente, Isabel, la primer presidenta mujer no se entregó, no firmó su renuncia, y fue la única mandataria depuesta que con toda dignidad y en silencio, soportó prisión durante cinco años y tres meses. Méritos que algún día la historia deberá reconocer.

 

(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".