Por Aldo Duzdevich (*)
El 9 de junio de 1956, en la ciudad Rafaela un grupo de 60 civiles peronistas tomaron el distrito militar y la comisaría. Facilitó la acción que gran parte de los policías y militares estaban en un baile del Club Independiente admirando a Isabel Sarli de visita en esa ciudad.
La mal llamada “revolución libertadora” había expulsado a Perón del gobierno mediante un golpe cívico-militar. El gobierno de Aramburu y Rojas realizó varias purgas internas en el Ejercito para expulsar a los militares nacionalistas cercanos al peronismo. Pocos meses después, en el mismo barco donde estaban prisioneros, varios altos oficiales tramaron un golpe para desplazar a la cúpula golpista y restituir la soberanía popular convocando a elección sin proscripciones. Los militares buscaron el apoyo civil entre los grupos de la incipiente Resistencia Peronista. La dictadura había detectado los preparativos de sublevación, pero los dejó avanzar para dar un baño de sangre de escarmiento. La noche del 9 de junio de 1956 se produjo el levantamiento del General Valle, si bien las principales acciones se desarrollaron en Buenos Aires y La Plata, en distintas ciudades del país había grupos revolucionarios esperando la orden de actuar, que se iba a emitir por las radios tomadas por los revolucionarios. Hubo acciones en La Pampa, Rosario, Viedma y otras ciudades. Esta es la historia de los sucesos de Rafaela, una ciudad ubicada a 96 km de Santa Fe.
Los sublevados de Rafaela
Según testimonia Americo Lito Maina, “Esa noche unos sesenta peronistas nos reunimos en la tapicería de Agenor Astesano, a esperar el llamado telefónico que ordenara el inicio de las acciones.”
La organización de los resistentes había comenzado unos meses antes. Así lo cuenta Maina: “Un día caminando por Bulevar Lehmann me encuentro a Reinaldo Parra, hermano del doctor Parra, que me comenta que se está empezando a organizar la lucha peronista. Las reuniones se realizaban en el domicilio del doctor Luis Parra o en la casa del suboficial principal Ramón Zapata. Este último formó varios grupos, dirigidos cada uno por un jefe. Estos fueron Elvio Farías, Oscar Núñez, Juan Ponzetti y yo. Tenía a mi cargo a seis o siete muchachos para organizar distintas actividades. Había que entusiasmar a la gente, despertar el ánimo. Repartimos volantes en forma clandestina por distintos puntos de la ciudad. Además de Rafaela se habían sumado las localidades de Santa Clara de Saguier con el señor Raúl Morgante; en Lehmman Juan Bonino y Andrés Duarte, y en Sunchales Silvio Moggio y Benito Cravero. Zapata mantenía los contactos en Santa Fe con el suboficial Navarro, y en Buenos Aires con el general Iñiguez o el general Tanco, y en oportunidades con el jefe máximo del general Valle. Después de varias fechas tentativas, finalmente se llegó al 9 de junio de 1956. Fue elegido un día sábado porque gran parte del personal militar estaba de licencia”
El levantamiento comenzó cerca de las 21.30 en la Escuela de Suboficiales de Campo de Mayo, encabezado por los coroneles Cortines e Ibazeta. Mientras tanto, en La Plata, actuó el coronel Oscar Lorenzo Cogorno. A estos se sumaron luego otros puntos de rebelión en Palermo, y la Escuela de Mecánica del Ejército, cuyo grupo rebelde era comandado por el mayor Hugo Quiroga. Hubo focos menores en Santa Fe, Rosario, Rafaela, y Viedma. En Avellaneda, el Comando L113 integrado por civiles y militares intento instalar en la Escuela Técnica Nº 5 el centro de operaciones del general Valle, y un transmisor de radio para emitir la proclama que daría inicio al alzamiento. Pero, a las 22:30 el grupo había sido desarticulado. La proclama solo llegó a emitirse a través de Radio Nacional de Santa Rosa, donde los sublevados actuaban al mando del coronel Adolfo Philippeaux.
El movimiento revolucionario estaba detectado de tiempo atras, pero Aramburu y Rojas no lo abortaron, para hacerlos exponer y descargar una feroz represión.
Habia grupos civiles esperando para actuar. La señal para ellos debía llegar a través de la radio cuando estuviera por comenzar la pelea entre Lausse y Loayza, que estaba prevista para las 23 y sería transmitida por Radio Argentina.
Los sublevados de Rafaela solo tenían noticias de la toma de LV2 en Rosario y de la proclama emitida en Santa Rosa. El llamado telefónico para los sesenta rafaelinos reunidos en la tapicería no llegaba. Pero estaban decidios actuar. Había llegado el momento de luchar y dar la vida por Perón.
“Quien estaba a cargo, Zapata, decide no esperar mas y arenga “quienes quieran seguirme, que me sigan” -Sigue contando Maina-, “Todos sin excepción, nos dirigimos hacia el Distrito Militar. Zapata, Arsenio Bravino y Elcidio Carena, tomaron por sorpresa al soldado de guardia. Luego, los demás copamos la totalidad de las instalaciones y nos apoderamos del armamento allí existente.”
“Otro grupo fue al Tiro Federal y trajo carabinas y fusiles mauser . Poco después se hizo presente el jefe del Distrito mayor Cabrera quien trato de arrebatarle el arma a Nestor Bruno, pero fue controlado por Elvio Farías. Cabrera fue tomado prisionero, yo estuve a cargo de su custodia, cometido que cumplí con todo respeto.”
“El grupo que habíamos tomado el distrito, fuimos hacia la jefatura de policía. Allí Zapata a viva voz, le solicitó la rendición al personal apostado dentro, quienes respondieron con disparos. Luego de un breve tiroteo algunos lograron huir y otros se rindieron. Uno de los nuestros resultó herido, Néstor alderete, quién fue trasladado al hospital donde le extrajeron la bala los doctores Luis Parra y Luis Barreiro”.
Esa noche, el gran acontecimiento en Rafaela era el baile del Club Independiente, donde recibían la presencia de dos miss argentina, Ivana Kislinger (1954) e Isabel Sarli (1955). Aunque Isabel Sarli todavía no se había convertido en la sex-symbol que conocimos años después, la presencia de ambas “mises” despertaba enorme curiosidad y atracción. Por la mañana habían sido recibidas con toda pompa por las autoridades del pueblo. Y esa noche no faltó nadie al baile, donde ambas iban a desfilar en ajustadas mallas enterizas. Entre los entusiastas aplaudidores, estaba el Comisario General Angel Rotta, jefe de la Jefatura, que en ese mismo momento, estaba siendo tomada por los insurgentes. Su chófer, el cabo Tolosa, luego de mucho insistir, logró sacarlo el evento, y en un jeep, raudamente se dirigieron a la jefatura. Al llegar, fueron recibidos con disparos, intentaron huir y chocaron contra un auto estacionado. Se desató una balacera que dejó herido al comisario Rotta.
Sigue contando Maina: “A eso de las 3 de la mañana, recibimos un mensaje radial, que decía que en la capital provincial la revolución había fracasado, y que un grupo del Regimiento 12 de Infantería se dirigía Rafaela para recuperar los lugares tomados por nosotros. Para evitar lo que podría haber sido un gran derramamiento de sangre, decidimos abandonar la jefatura y demás sitios ocupados. Nos retiramos a nuestros domicilios, en silencio, sin provocaciones. A la mañana siguiente dos agentes se apersonaron en mi casa. Le respondí que iría la seccional pero solo. Antes del mediodía me presente en la Segunda dónde quedé detenido. Todos fuimos alojados en la Jefatura y luego trasladados al Distrito militar para presentar declaración ante el mayor Cabrera. En el trayecto íbamos fuertemente custodiados, cada uno con un soldado armado con bayoneta calada y otro con una 45 apuntandonos a la cabeza. Por supuesto que la actitud de pasearnos como trofeo de guerra fue por el odio que sentía hacia el peronismo y para atemorizar a los que pretendían continuar con este ideal.”
“Cabrera, al cual yo había custodiado con todo respeto, ahora nos amenazaba diciéndonos que nos iba a fusilar en Santa Fe. Hubo quienes golpearon a varios compañeros hasta con saña, lo que no había ocurrido horas antes cuando la situación era inversa. Al atardecer del lunes, nos cargaron en un camión y fuimos llevados de brazos atados a la jefatura de Santa Fe, donde nos tuvieron parados durante largas horas. Desde ese lugar se podía escuchar el quejido de los prisioneros sometidos a tortura. El comandante en jefe con asiento en Santa Fe, capitán de Marina Rivero, había dado la orden de fusilamiento pero debido a la intervención del jefe del Liceo Militar General Belgrano nos salvamos milagrosamente.”
Las repercusiones en los medios de la época
El diario El Litoral de Santa Fe del día 12 de junio, informa que: “ha sido desmentido el fusilamiento de tres personas que actuaron en Rafaela”. Y consigna que “el cabecilla de la rebelión, suboficial principal Ramón Nestor Zapata, fue detenido en una chacra en la localidad de Lehmann.” En la misma página puede leerse una declaración del Comité Provincia del Partido Comunista de repudio a la sublevación peronista, y de apoyo a “un gobierno de coalición democrática basado en la unión patriótica de todos los argentinos”. También la FESS (Federacion de Estudiantes Secundarios de Santa Fe) hizo público “su enérgico repudio al injustificado intento subversivo de grupos sectarios”.
En Buenos Aires, por orden de Aramburu y Rojas, fueron fusilados 29 argentinos, entre ellos el General Valle, quien se entregó para evitar que siguieran fusilando mas gente. Esta decisión recibió el aval de la Junta Consultiva un órgano que integraban: de la Unión Cívica Radical: Oscar Alende , Juan Gauna, Oscar López Serrot y Miguel Ángel Zavala Ortiz; del Partido Socialista: Américo Ghioldi, Alicia Moreau de Justo, Ramón Muñiz y Nicolás Repetto; del Partido Democrata Nacional: José Aguirre Cámara, Rodolfo Coromina Segura, Adolfo Mugica y Reinaldo Pastor; del Partido Demócrata Progresista: Juan José Díaz Arana, Luciano Molinas, Julio Argentino Noble y Horacio Thedy; del Partido Demócrata Cristiano: Rodolfo Martínez y Manuel Ordóñez; y de la Unión Federal: Enrique Arrioti y Horacio Storni.
En su edición del 14 de Junio de 1956, el director del diario del Partido Socialista, Americo Ghioldi, escribió uno de los editoriales mas vergonzantes que se recuerden de la prensa argentina.
“Se acabó la leche de la clemencia. Ahora todos saben que nadie intentará sin riesgo de vida alterar el orden porque es impedir la vuelta a la democracia. Parece que en materia política los argentinos necesitan aprender que la letra con sangre entra” (...) “La Revolución Libertadora se inició con un malentendido creado por equivocados consejeros que en una hora en que era necesaria cierta energía, lanzaron la bella frase: “Ni vencedores ni vencidos”. (...) Las jornadas del sábado y el domingo pusieron fin al equívoco. (...) la Revolución y la Libertad han triunfado y exigen que los amigos de la dictadura, como agentes de la dictadura, se dobleguen.”
Este odio expresado contra el peronismo que iniciaba una proscripción de 18 años, fue el fermento de la estoica acción de los “vencidos” que llamamos Resistencia Peronista.
Los sublevados de Rafaela tuvieron suerte de no caer fusilados, pero pasaron mas de un año entre rejas. La totalidad de sus nombres (que no puedo acompañar por razones de espacio) pueden leerse en la revista de historia de Rafaela “El Satelite”, donde los periodistas David Ponroy y Horacio Soffietti hicieron una minuciosa reconstrucción de estos hechos.
(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".