medranoJosefina Medrano

Hoy quería escribir sobre un tema que si bien todo el mundo conoce creo que es tiempo de darle, sobretodo en sociedades conservadoras como la nuestra, una mirada más complaciente.

Es por esto que los invito querido lectores a hacer un ejercicio que hace tiempo aplico a modo de evaluar la presencia y el impacto de ella en la sociedad.

En algún lugar concurrido, un bar, un supermercado, la salida de una escuela, las paradas de un colectivo, cuenten las personas y miren con atención cuantas son las personas con obesidad. No les voy avanzar los resultados, pero seguramente observaran que muchas veces son mayoría. Haga esto no solo para darme un golpe de realidad y pensar en la necesidad de acciones que impacten de verdad en mis pacientes, sino también para recordarme la magnitud de este problema de salud que, desde el punto de visa numérico, por lo pronto en nuestra provincia, supera inclusive a la desnutrición que tanto moviliza.

La Organización Mundial de la Salud ha definido a la obesidad desde hace mucho tiempo como una de las epidemias más graves de nuestros tiempos. Hay más de 1.000 millones de personas en el mundo que tienen obesidad, siendo muchos de ellos niños y adolescentes. En la Argentina, 7 de cada 10 adultos tiene exceso de peso, situación asociada directamente al aumento de casos de enfermedades crónicas no trasmisibles como la diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.

Ahora bien, es necesario saber que la obesidad es una enfermedad crónica multifactorial donde influyen la genética, el metabolismo, las hormonas, la microbiota intestinal, el entorno urbano, el nivel socioeconómico, la publicidad y hasta el acceso o noa determinados tipo de alimentos.

Por mucho tiempo se manejó la idea errónea de que la obesidad era consecuencia directa de ”comer mucho y moverse poco”. Actualmente seguimos de manera liviana atribuyendo a estos dos factores la causa del aumento de casos, sin tomarnos el tiempo de pensar más allá y en profundidad en la cantidad de factores determinantes a los que vivimos expuestos.

Con este concepto es que creíamos que el bajar de peso, se lograba únicamente con la fuerza de voluntad de la persona. Y el que no podía hacerlo sería catalogado de vago irresponsable, dejado y cuantos adjetivos descalificativos más. Comenzando de esta manera la estigmatización de las personas que conviven con la obesidad. Estigmatización de la que es necesario hablar si queremos hacer un abordaje serio del problema.

Estas personas se ven muchas veces discriminadas por la mirada ajena en varios ámbitos: el laboral, escolar, en la familia e inclusive en el mismo sistema de salud. Transformándose este estigma en un verdadero factor de riesgo por sí mismo ya que aumenta la depresión, la ansiedad, la sensación de culpa, y paradójicamente favorece el aumento de peso al estimular la liberación crónica de cortisol.

En la búsqueda de un tratamiento humano e integral, trabajar en la des estigmatización es un factor clave ya que esta mata tanto como la enfermedad en si misma. Este señalamiento aleja a los pacientes del sistema de salud por temor a ser juzgado, retrasando diagnósticos y tratamientos. Genera gran daño emocional destruyendo la autoestima, generando aislamiento y dificultando la adhesión a hábitos saludables. Y no dando la oportunidad a los avances de la ciencia por esta mirada simplista del vago y perezoso.

Desestigmatizar la obesidad es darle la importancia que se merece al problema. Un cambio de mirada que nos lleve a aceptar la obesidad como lo que es, una enfermedad, y no solo un defecto de carácter.

Incorporar conceptos nuevos como “Health at Every Size”, salud en todas las tallas, que promueve hábitos saludables sin discriminar por el número que marque la balanza. Trasformar la comunicación donde la imagen corporal sea inclusiva y descarte la obesidad como sinónimo de dejadez y vagancia. Educar en salud sin prejuicios ni culpas como también plantear abordajes integrales, son enfoques imprescindibles a la hora de diseñar políticas de salud para estas personas con obesidad que no son solo un número.

Ya que detrás de cada número hay historias. La de una gran amiga es una de ellas. Mujer inteligente, generosa, desprendida de lo material, buena consejera a la cual muchas veces reproché por la forma de vida que llevaba y que no pude en algún punto ayudarla a alejarse de la estigmatización y acercarla al sistema. Murió un agosto hace algunos años a causa de esta enfermedad. La enfermedad le arrebató la vida a sus 48 años, pero el estigma le venía horadando la dignidad mucho antes. El dolor de su ausencia me recuerda que este cambio no puede esperar. No podemos seguir mirando hacia otro lado o mirando como quien diría con el vidrio empañado. Y vaya la pregunta obligada ¿y uds. como miran? ¿con juicio o con empatía?

El desafío es claro: dejar de señalar con el dedo y empezar a tender la mano. Porque la verdadera batalla no es contra el cuerpo de las personas, sino contra los prejuicios. Cambiar la mirada es urgente, porque detrás de cada estadística hay una vida que merece ser cuidada con respeto y humanidad.