Por Antonio Marocco
Hay algo en esta Semana Santa que me trae reminiscencias de otras épocas. Será la necesidad de la liturgia colectiva que cada tanto vuelve a convocar al pueblo argentino: la sociedad tiene lugares a los que vuelve y a los que marcha. También momentos.
Para los cristianos, la Pascua es una celebración tan sentida como la Navidad, o incluso más. No tiene un carácter festivo a pesar de que se trate del símbolo de la vida venciendo a la muerte.
Pero interpela otros sentidos y otras dimensiones de la vida: la pasión, el perdón y la redención. La vida por el otro y el nadie se salva solo.
Escuchaba por estos días a Monseñor Cargnello insistiendo en una idea que considero valiosa, no solo para quienes abrazamos la fe y la religión, sino para todo aquel que se preocupe por el mundo que hay más allá de sus narices. “El Señor quiere entrar y entra no con la prepotencia del gobernante que se cree omnipotente, sino con la humildad de quien sube sobre un burro”.
Imposible no pensar en Francisco. Ese argentino que se movía entre villas y parroquias en transporte público, y que llegó al Vaticano a suceder a San Pedro desde el fin del mundo. Ese enorme líder espiritual, social y político que desde la austeridad, la autoridad moral y la honestidad intelectual está defendiendo los valores del humanismo como ningún otro líder de escala global… En estas Pascuas oremos por él, el mundo lo precisa y los argentinos conservamos la esperanza de volver a verlo en casa.
Mientras tanto sigamos escuchando sus mensajes, como los cuatro principios que señaló indispensables para el desarrollo y la construcción de los pueblos: 1) el tiempo es superior al espacio; 2) la unidad es superior al conflicto; 3) la realidad prevalece sobre la idea; y 4) el todo es más que las partes y la mera suma de las partes… Aplica a muchos ámbitos de la vida.
Lo digo sin ánimos de generar polémica, pero durante los últimos años, una suerte de vanguardia ilustrada en nombre de lo laico no hizo otra cosa que profundizar posturas antirreligiosas que terminaron resultando antipopulares.
Espero que los errores hayan enseñado a separar la paja del trigo. Mientras algunos insisten en debates intelectuales o posiciones extremas, hay iglesias de todas las religiones trabajando en los barrios. Y muchas veces las parroquias y los templos son las únicas instituciones realmente presentes en el territorio que ayudan a los necesitados y abrazan a los caídos del sistema.
Frente a un mundo que pareciera estar en riesgo permanente de demolición, no son pocos los que han vuelto su mirada hacia la fe, hacia la búsqueda de propósitos colectivos y trascendentes, hacia el cultivo de lo espiritual por encima de lo material.
Pienso desde la humildad que es un buen camino para empezar. Felices Pascuas.
Columna emitida por FM Aries.