Por: Antonio Marocco
En Salta desde hace tiempo se ha instalado con fuerza el debate sobre el combate al narcotráfico y al delito transnacional.
Hacer es mejor que decir y realizar es mejor que prometer. La vieja máxima del gran presidente argentino del siglo XX, Juan Domingo Perón, sigue siendo una premisa elemental para todos aquellos que pretenden ostentar una responsabilidad pública. Decir y prometer, sin cumplir la palabra, no es más que demagogia y populismo. Y la gente de eso está cansada.
En Salta desde hace tiempo se ha instalado con fuerza el debate sobre el combate al narcotráfico y al delito transnacional. En esa línea se ha puesto en marcha el Plan Güemes para reforzar con las fuerzas federales el cuidado de nuestra frontera y más recientemente la construcción de un cercado en el paso fronterizo de Aguas Blancas.
Se trata de dos medidas con objetivos complementarios que ya empiezan a mostrar consecuencias valiosas. Por un lado, el despliegue de las fuerzas federales en el complejo territorio de frontera representa una barrera contundente contra la circulación de las organizaciones criminales.
En paralelo, la construcción del cerco perimetral en la zona de aduana permitirá un mejor y más eficiente trabajo de las oficinas administrativas de la Nación que controlan nuestra frontera. En un país soberano como el nuestro, la frontera jamás puede ser un colador por el que algunos pasen y trasladen bultos como yendo de la cama hacia el living.
La presencia de la ley y el orden implica siempre el repliegue del delito. Por eso molesta. La tierra de los salteños no será jamás tierra de nadie ni campo arado para que envenenen a los jóvenes ni corrompan a la sociedad.
El convencimiento del Gobierno para avanzar en esta agenda a muchos les molesta. Por eso critican cada iniciativa. La mayoría de las veces desde la comodidad, la tergiversación y el anonimato que permiten las redes sociales. Y que quede claro, no es que uno haya perdido la tolerancia a las críticas, al contrario, cuando son genuinas muchas veces pueden ser constructivas. Hablo de otra cosa: hablo de la crítica liviana y malintencionada que no persigue otra cosa que la manipulación de la opinión pública para que se traduzca luego en una mezquina ventaja electoralista.
Sin dudas las organizaciones transnacionales del crimen organizado tienen recursos e intereses que buscan impedir la tarea y la presencia del Estado, y esa es la pelea titánica que estamos dando. Y en múltiples dimensiones: las acciones del Plan Güemes y el cercado del paso fronterizo se suman a una serie de iniciativas que la Provincia viene impulsando y acompañando con determinación. Como la persecución a funcionarios judiciales y políticos corruptos y funcionales a las mafias; como la ley de Ficha Limpia que hemos aprobado en la Legislatura y que recién ahora se está tratando a nivel nacional; como las campañas de prevención y asistencia a los jóvenes salteños que sucumben ante las adicciones. Y no se trata solo de un problema de seguridad. Tenemos bien en claro que la vulnerabilidad económica muchas veces representan una oportunidad para las organizaciones criminales. Por eso seguimos avanzando con políticas públicas que motoricen el desarrollo del interior; como la promoción de la minería, el nuevo ordenamiento territorial, las Ferias Potencia, el turismo y las nuevas conexiones aéreas.
Es un camino que no empezó ahora ni terminará mañana. Una lucha que no solo se da en Salta, Rosario o Buenos Aires, sino en la mayoría de los países desarrollados del mundo. Es un problema, y esto es importante remarcarlo, no de los Estados sino del conjunto de la sociedad. Es un desafío de seguridad, claro, pero sobre todo cultural y civilizatorio. No se trata solo del tráfico, la violencia y la corrupción, se trata de volver a conquistar la paz, la convivencia, la salud y la prosperidad.