Por César Álvarez
Tras las celebraciones, queda en evidencia lo poco que aprendemos los salteños; es necesaria una reflexión sobre cómo nos comportarnos estos días que deberían ser de alegría, felicidad y sobre todo amor.
Transitando en los ingresos y egresos de la ciudad, por la Avenida Bolivia, en las ciclovías, ruta N° 51 a Quijano y otras más, uno se da cuenta de que el auxilio de la prudencia y la buena costumbre no ha llegado aún a Salta.
En el centro de la ciudad, tampoco el peatón quedó atrás, en las compras de última hora, donde las peatonales y calles donde encuentran la mayor cantidad de negocios, se encontraban abarrotadas de personas.
Capítulo aparte es la pirotecnia, que pone en manifiesto lo mal enseñados que estamos. ¡Qué manera de quemar plata en ruido que perjudica a muchas personas y animales!
A pesar de las múltiples campañas, de las normativas, incluso de ver cómo se padecen los estruendos, pareciera ser que la empatía y el amor no llega a ciertos hogares, un escenario realmente triste.
Así también debemos decir que todo dejamos para último momento, los minutos van corriendo, la hora señalada espera y nuestra desesperación para terminar las diligencias o los mandados hacen que el caos siga persistiendo.
Por último pareciera que se olvidaron que los altos parlantes de vendedores ambulantes también están prohibidos por una vieja ordenanza.
Como dijo el Papa Francisco, lamentablemente Papá Noel ha ocupado un lugar más importante en esta fecha que el nacimiento del Niño Jesús.
Recemos para que la familia, la oración, los rezos, las plegarias, la bienaventuranza y el perdón ocupen un lugar central de estas fechas y no las ruidosas (en forma de música) que quieren manifestar la alegría.
Que el pan llegue a todos los hogares y que la armonía sea la palabra más deseada.
Que Dios nos ampare, que tengamos un buen año y que el que viene llegue con más sensatez y que los que nos gobiernan entiendan que hay una sola Argentina de punta a punta.