marocco 2409 colPor Antonio Marocco

En mi última columna del año, me gustaría darle continuidad al rico intercambio que hemos mantenido a lo largo del 2024, destacando algunas cosas positivas que bien pueden generar entusiasmo, satisfacción y confirmar algunos aciertos a los que hemos arribado los salteños mientras transitamos el camino.

La esperanza no es una abstracción ni voluntarismo. No se trata solamente de ponerle buena cara al mal tiempo. Ni tampoco se limita a lo que decía Gramsci, acerca de anteponer el optimismo de la voluntad al pesimismo de la razón. La esperanza no es un consuelo espiritual ni una forma de edulcorar la paciencia. La esperanza, por el contrario, no es una contemplación ilusoria, es una actitud completamente proactiva.

Uno de los pensadores más influyentes de la actualidad, el coreano Byung-Chul Han, lo sintetiza rescatando el concepto de Václav Havel: “Cuanto más adversa sea la situación en la que conservamos nuestra esperanza, tanto más profunda será esta. La esperanza no es optimismo. No es el convencimiento de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, al margen de cómo salga luego”.

Y sin dudas lo que hacemos día a día para construir esa esperanza, aún en las circunstancias más difíciles, tiene que ver con darle sentido al presente y sobre todo al futuro.

Ha sido un año complejo que a todos, por las más diversas razones, nos ha dejado algunas marcas y otras tantas enseñanzas. No se puede atravesar la vida sin que la vida nos atraviese.

Por eso creo importante destacar un hito que ha tenido lugar esta semana en nuestra querida Ciudad de Salta. Después de mucho tiempo hemos puesto en marcha un nuevo ícono turístico de atractivo mundial. Estoy hablando del nuevo teleférico AlaDelta. Lo resalto porque no solo se trata de un orgullo turístico y cultural para los salteños, se trata también de un hito político, una muestra de que algunas cosas —las más valiosas— trascienden la grieta, los enfrentamientos y las diferencias que provocan las rencillas cotidianas de la política.

Como bien lo dijo el gobernador Gustavo Sáenz ayer durante la inauguración del AlaDelta, hay cosas que se hacen para trascender una época y no para llegar mejor posicionados a una contienda electoral.

Por eso es importante la mención del trabajo sostenido en materia turística y cultural en nuestra provincia y cómo se ha consolidado en una política de Estado que trascendió las gestiones de todos los signos políticos.

Sin ir más lejos, ayer estuvo presente la flamante ministra de Turismo Manuela Arancibia, pero es justo destacar el trabajo previo que realizó su antecesor Mario Peña para que el nuevo teleférico sea una realidad. De la misma manera, tenemos que reconocer que el proyecto AlaDelta es una iniciativa que empezó a cimentarse en la gestión del ex gobernador Juan Manuel Urtubey.

Incluso, más atrás en el tiempo, negar la visión de Roberto y Juan Carlos Romero en materia de turismo y el impulso que le dieron al sector en nuestra provincia sería intentar tapar el sol con la mano. A lo largo de mi vida he tenido muchos debates y diferencias, hemos transitado andariveles separados, pero negar los aciertos de los adversarios circunstanciales sería una tontería.

Nobleza obliga. Y quizás lo que está faltando en este país de exabruptos y frases grandilocuentes se trate un poco de eso: de recuperar la nobleza, la honestidad intelectual y la capacidad de consensuar y ponernos de acuerdo.

Mención importante merece el sector privado, los emprendedores y los trabajadores salteños: el turismo como política de Estado sería una mera declaración de intenciones si no tuviera su correspondencia concreta en el quehacer cotidiano de la sociedad, en las inversiones y la hospitalidad con la que se reciben a millones de visitantes cada año.

El AlaDelta será sin dudas un atractivo más para que los turistas sigan eligiendo Salta y una herramienta más para que el sector pueda atravesar y superar la actual crisis económica nacional.

La política no se trata de operaciones entre bambalinas ni de discusiones de café, eso aleja y vuelve opaca la convivencia democrática. La verdadera política, o al menos la que entiendo que vale la pena, es la que es capaz de sintetizar las aspiraciones, las demandas y el trabajo de la sociedad en un proyecto de desarrollo en común. Y en Salta, ejemplo de ello es el turismo. Algo que trasciende, algo que nos une a pesar de cualquier diferencia metodológica o ideológica.

Así lo entiende el gobernador Sáenz y así es la línea que sigue esta gestión. No hace falta destruir lo anterior para destacar lo nuevo. No hace falta pelear y exacerbar lo irreconciliable para distinguirse. No se puede estar gestionando pensando permanentemente en elecciones.

Los salteños estamos haciendo un esfuerzo enorme para mantener el orden, la paz y las condiciones para el progreso de nuestra provincia.

Se vienen las fiestas. Llega la Navidad y el Año nuevo. Un tiempo sentido en lo más profundo del afecto y la tradición de los salteños. Tiempo que nos empeñamos en vivirlo con buenos sentimientos, con fraternidad y con solidaridad, pero también muchas veces un tiempo abrigado por la nostalgia que nos produce reflexionar sobre el camino desandado y, sobre todo, en aquellos que extrañamos y ya no están, en aquellos por los que brindamos a la distancia y por aquellos que vendrán.

Empecé esta columna hablando de la esperanza. La esperanza que no puede surgir de la amargura. Por eso también, como decía el poeta uruguayo Mario Benedetti: aún contra todo pronóstico, tenemos que defender la alegría como una trinchera. Como la que rescaté de los egresados de quinto año del Colegio Estrada la semana pasada. Solo así podremos decir, y sobre todo vivir, unas felices fiestas y prepararnos para un mejor 2025.

 

Columna emitida por FM Aries.