11 30 casallaPor Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)

Todos los años la mayoría de los trabajadores registrados (en actividad o jubilados), cobramos un “Sueldo Anual Complementario”, comúnmente llamado aguinaldo.

¿Pero por qué hace ya bastante lo cobramos en dos cuotas y por qué nos pagan trece meses si trabajamos solamente doce (como recordaba ácidamente el siempre irónico Borges)?

Esto es algo que ya nos parece natural, pero no lo es. Como la mayoría de las cosas tiene su historia y una profunda implicancia política y social. Se me hace que es bueno recordar su historia, hoy tan naturalizada.

Aquello que empezó como una dádiva o regalo (a discreción del patrón) terminó siendo un derecho del trabajador gracias a la iniciativa de algunos gobiernos populares y a las luchas del movimiento obrero por resguardarlo (cuando los conservadores o neoliberales eran quienes ocupaban ese gobierno). En estos casos la tendencia fue siempre a suprimirlo, o al menos a dividirlo, morigerarlo y minimizarlo, invocando razones de “emergencia económica”, o a veces -lisa y llanamente- exigencias de los “programas de ajuste” que nos imponían los organismos o prestamistas internacionales (léase FMI, Banco Mundial, o banca Morgan, por casos).

Argentina es un ejemplo típico al respecto, pero ocurrió (y ocurre) también en otros países latinoamericanos y algunos europeos (sobre todo ahora que entró en crisis el denominado “estado de bienestar”).

 

El caso argentino

En nuestro país el Sueldo Anual Complementario fue creado por un Decreto del 20 de diciembre de 1945. El gobierno estaba presidido por el Gral. Edelmiro Farell (surgido del golpe del 4 de junio del año anterior); dos meses antes del Decreto, había ocurrido el mítico 17 de Octubre de 1945 y el país se encontraba ya en medio de una enconada campaña presidencial.

Pujaban con vehemencia la Unión Democrática (con la fórmula Tamborini-Mosca) y la compuesta por el recién aparecido Cnel. Juan D. Perón (casado unos meses antes, en Junín, con la actriz María Eva Duarte) al cual acompañaba un veterano dirigente radical disidente, el correntino Hortensio Quijano.

¡Qué verano caliente aquél de 1946! Culminó con las elecciones del 24 de febrero en las que triunfó –muy inesperadamente- la fórmula Perón-Quijano.

Empezaba allí un país con mayor vocación por lo social, insinuado ya en los gobiernos de Hipólito Yrigoyen e interrumpido por el golpe militar de 1930. Ahora curiosamente otro gobierno militar –en vísperas de normalizar el país por elecciones libres- promulga el Decreto N° 33.302/45 que no sólo establece el aguinaldo (obligatorio y en un solo pago) sino también las vacaciones pagas y la indemnización por despido no motivado. Cumplía así el gobierno de Farrell (a pesar de las muchas oposiciones internas y externas) con las promesas que Perón había hecho desde la Secretaría de Trabajo (antes de su relevo forzado el 10 de octubre), ratificado luego desde el balcón de la Casa Rosada, aquél 17 de octubre del 45 en que el pueblo exigió su presencia y lo colocó en carrera política. Sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas ni lineales.

 

Resistencias a pagar el aguinaldo

Promulgado en diciembre de 1945 y en medio de la campaña electoral del año siguiente, aquel Decreto creó una verdadera conmoción. En primer lugar, a sus beneficiarios (los trabajadores) y luego a los que debían afrontar el pago (los empresarios y comerciantes).

Los trabajadores creían que el esperado Decreto ya no saldría, además la Unión Democrática podría llegar a ganar las elecciones de febrero (según “pronósticos” de los grandes diarios, la poderosa embajada de EEUU e importantes sectores de la jerarquía eclesiástica) y menos aún dictarían una medida de esa naturaleza.

Ellos no dudaban de su apoyo electoral a Perón, pero aquél “peronismo” incipiente era en verdad un ramillete de partidos y nombres propios, enfrentado a un compacto frente político (la Unión Democrática) integrado por los principales partidos y aparatos electorales del momento.

Por eso, el Decreto del 20 de diciembre del 45 estuvo precedido por una importante concentración en la Plaza de Mayo, impulsada por la CGT y por la Federación de Empleados de Comercio, el 11 de diciembre del 45 (es decir, 9 nueve días antes) allí se reclamó enfáticamente su sanción. Hecha ésta, la respuesta patronal no se hizo esperar y fue rotunda: crearon una “Asamblea Permanente de Entidades del Comercio, la Industria y la Producción” que –reunida en el Colegio de Abogados de la Capital Federal y presidida por Eustaquio Méndez Delfino- concluyó en que ese Decreto era inconstitucional y que, por lo tanto, no lo cumplirían.

Y así fue, transcurrió la primera quincena del mes de enero del 46 y las empresas no aumentaron los sueldos, ni pagaron el aguinaldo. Los trabajadores hacían fila para reclamar frente a la Secretaría de Trabajo (donde Perón ya había sido relevado por el mismo gobierno militar, dos meses antes) y no pasaba nada.

Fue entonces que –a partir del 8 de enero, fecha límite del pago salarial- obreros y empleados dejan el trabajo, muchos bares y cafés deben cerrar sus puertas y algunas grandes tiendas son ocupadas por su personal. Y esto sin que la CGT hubiese declarado formalmente una huelga (sólo la CGT Rosario lo hizo), aunque sí promovido desde abajo.

Pocos días después, la ciudad se queda paulatinamente sin transporte, con cortes de luz y falta de alimentos. La respuesta empresaria no se hizo esperar: declararon un lockout patronal que produjo un cierre total de fábricas y comercios. Y llegado a este punto de máximo enfrentamiento –como suele ocurrir- la patronal fue cediendo paulatinamente y negociando con los trabajadores organizados, las formas y montos a pagar.

Hizo punta –el 18 de enero- la Cámara de Grandes Tiendas (más o menos equivalentes a los shoppings de nuestra época) quien anuncia que cumplirá el Decreto de aguinaldo, vacaciones, indemnización por despido y suba de salarios y, al día siguiente, la fueron siguiendo el resto de las entidades patronales.

 

Por qué se paga un mes más

Si usted lo mira bien, hay razones (matemáticas y administrativas) por la cual corresponde pagar un Sueldo Anual Complemente, o “décimo tercer salario” (como se lo llama en Brasil, por ejemplo).

El núcleo del asunto es este: el “año laboral” (es decir, los días efectivamente trabajados por el empleado), es mayor que el “año administrativo” (los doce meses, uniformados en cuatro semanas cada uno, utilizado para liquidar sueldos). Pero usted bien sabe que todos los meses no tienen el mismo número de días: por ejemplo, mayo tiene 31 días pero junio que le sigue, sólo tiene 30 días. Si usted se toma el trabajo de sumar los días que así se omiten, advertirá que el “año administrativo” tiene 52 semanas (12 meses de 30 días cada uno), pero que de esta manera al trabajador se le pagaban sólo 48 semanas y los cuatro restantes se omitían, formándose así justo el mes que se reclamaba como “Sueldo Anual Complementario”.

Por eso bien dice un especialista en la materia que “el mal llamado aguinaldo tiene su origen en un acto de reivindicación de los asalariados, que venían siendo estafados por sus empleadores”. Y yo le digo que esta historia no termina aquí y que los intentos por quitar el aguinaldo, minimizarlo, o al menos partirlo en dos (como se sigue pagando ahora), empezaron en 1955 y llegan hasta nuestros días. Sino -cuando venga lo vea por aquí- pregúnteselo en persona al Mingo Caballo. Pero de eso –si le parece- hablamos el próximo domingo aquí mismo. Los espero.