03 25 marcha

Este 24 de Marzo fue distinto. Quizás el más convocante desde que se recuperó la democracia. Distinto no solo por la magnitud de la movilización o por la cantidad de adhesiones.

Distinto por el contexto, por la necesidad del encuentro en la diversidad; por el reflejo colectivo de cuestionar al poder que, no conforme con el ajuste, también quiere meter miedo. Pero el pueblo marcha siempre, y marcha mucho más cuando lo provocan. Marcha por la historia y siempre por el futuro. Marcha cuando tiene bronca pero también marcha porque tiene sueños.

Compartieron la marcha en todo el país las abuelas y las madres de Plaza de Mayo, los organismos de derechos humanos y las organizaciones sociales. También los científicos del CONICET y los cooperativistas de la economía popular. Estuvieron los trabajadores de Télam y los hombres y mujeres de la cultura. Los estudiantes universitarios, los jubilados y los docentes.

Marcharon con la bandera de Alfonsín y Karakachoff los radicales y marcharon los compañeros con sus bombos y estandartes de Evita y Perón. Dato a tener en cuenta: por primera vez en 40 años, la Confederación General del Trabajo participó en pleno y marchó por el 24 de Marzo.

El campo nacional entiende que parte del futuro se juega en reconciliar las diferencias del pasado: ese golpe militar que cumple 48 años fue contra todo el pueblo argentino, pero en particular contra un gobierno peronista, el de Isabel Martínez de Perón. A quien la historia recién empieza a hacerle justicia, valorando los hechos por sobre los relatos. La dictadura la derrocó y la mandó presa durante años para luego empujarla al exilio.

El golpe cívico-militar a Isabel Martínez de Perón sería el más oscuro pero el último de una triste tradición que marcó el derrotero social, político y económico de la Argentina durante todo el siglo 20.

Se habla de tradición porque los derrocamientos contra los gobiernos que promovían un modelo de país más justo, libre y soberano comparten condiciones de posibilidad, características de ejecución y objetivos de éxito similares.

Todos los golpes —tanto al peronismo como al radicalismo— estuvieron apalancados por la presión financiera interna y externa de los sectores concentrados de la economía para mejorar su participación en el producto nacional. Se llevaron a cabo socavando autoritariamente la legitimidad democrática y republicana, violando derechos humanos y garantías constitucionales, materializando el ascenso al poder a través del control y el monopolio de las armas y la violencia por parte de fuerzas armadas.

La misma suerte habían corrido antes Hipólito Yrigoyen (1930), Juan Domingo Perón (1955), Arturo Frondizi (1962) y Arturo Illia (1966).

Este año la República Argentina cumplirá 41 años de democracia ininterrumpida. Se superaron los golpes militares y se logró consolidar la institucionalidad. O eso se creía hasta que los discursos de odio, la violencia y el autoritarismo traspasaron las redes sociales para acceder a los espacios del poder político. Casualmente, como casi siempre, apalancados por los sectores del poder económico que pretenden mejorar su participación en el producto. La libertad de que acumulen y fuguen más unos pocos a costa del empobrecimiento de casi todos.

La marcha de este domingo sirvió para decir Nunca Más y también para refrescar la memoria: la dictadura asesinó y desapareció a más de 30.000 argentinos, sembró el terror, llevó al país a una guerra absurda y empobreció a la mayoría de la población, desmantelando el aparato productivo e industrial nacional y endeudando al país en dimensiones usurarias y coloniales.

Este domingo se vivió una marcha histórica. Sabiendo en cada plaza que el poder intentará provocar con una nueva afrenta, seguro rayana a la crueldad, a la impunidad y al cinismo. Responderá la mayoría de la sociedad argentina, otra vez, que Nunca Más. Nunca más a la violencia y al autoritarismo, al avasallamiento de las libertades civiles, a la degradación de los derechos humanos.

La sociedad marcha por bronca pero también por sus sueños. Por una Argentina diferente: más justa, más libre y más soberana. Una Argentina por fin más federal, con menos asimetrías, con un sistema impositivo moderno y progresivo. Con más y mejor ciencia, salud y educación pública. Con más producción e industria nacional, con las economías regionales en marcha, con obra pública y empleo, con pymes abriendo persianas, con infraestructura y tarifas competitivas para los servicios públicos y el transporte. Una Argentina que tenga en cuenta a todos, donde prime la solidaridad y el respeto, donde se pueda vivir en paz y convivir mejor.