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Las declaraciones indignadas del gobernador Gustavo Sáenz desde el norte provincial, reclamando por más equidad y justicia en el trato del poder central de la Nación, reflejan el hartazgo que nos embarga a muchos argentinos del Interior -principalmente en las provincias más pobres- cuando sufrimos una discriminación injusta pero, por sobre todo, innecesaria.

Por Pablo Borla

Esa indignación no solo es hija de una desigualdad centenaria, sino también es fruto de la desidia, del desinterés y de la incapacidad administrativa de muchas gestiones, que, más allá de su signo político, han fracasado en la oportunidad de generar las condiciones necesarias para que toda la Argentina desarrolle su potencia y no solamente las zonas centrales.

Por supuesto que en ese camino hubo gobernantes y legisladores cómplices por omisión. Algunos de ellos, hoy se muestran como una solución a los problemas de los argentinos o, más limitadamente, de los salteños, lo que parece altamente improbable, dado que cuando tuvieron su oportunidad, la desperdiciaron.

Gabriel García Márquez, en un cuento breve que llamó “Un día de estos” muestra al alcalde de un pueblo en la barbería -que funciona a modo de consultorio de dentista- a la que fue, apremiado por un intenso dolor de muelas.

Cuando la muela está afuera y el dolor ha cesado, el alcalde le dice al dentista improvisado “Me pasa la cuenta” y éste le pregunta: "¿A usted o al municipio?".

García Márquez escribe: "El alcalde no lo miró. Cerró la puerta y dijo, a través de la red metálica: es la misma vaina".

En política y en gestión, no hay decisiones erradas sin víctimas. Pasa lo mismo con aquellos que, manejando el dinero del Estado, creen que es el propio y lo administran mal o se quedan con una parte. Es un tema viejo. Sabemos de qué hablamos.

La contabilidad es una disciplina precisa: cuando algunos tienen mucho, el restante tiene muy poco.

Lo que se malversa o se administra incorrectamente, se siente luego en obras que faltan, en hospitales sin medicamentos, en escuelas sin tizas, en rutas sin mantenimiento, en pueblos sin luz o sin agua.

El gobernador Sáenz, en una entrevista en Radio Güemes de Orán, la semana pasada, puso énfasis en que la gente “tiene un servicio pésimo y nadie se hace cargo de que el servicio se preste de la manera que corresponde”.

Cansado de esperar la reducción de tarifas que viene solicitando a la Nación, junto a los gobernadores del Norte Grande, firmó un decreto de tarifas diferenciadas por seis meses para Orán, San Martín, Rivadavia y Anta, departamentos que no sólo sufren un fuerte calor estacional sino también tuvieron incendios y pasan por la peor sequía de los últimos cincuenta años. Todo esto, agravado por años de desinversión de gobiernos que pasaron, prometieron y no cumplieron con obras que llevan el elemento más básico para la vida: el agua potable.

Sáenz, en Chicoana, hizo un llamado a la acción. Se refirió a la coparticipación y a los legisladores les pidió que “se pongan a trabajar, que de una vez por todas los salteños valgan lo mismo que vale un porteño cuando nos tienen que entregar lo que nos corresponde. Por eso voy a repetir hasta el cansancio que hay dos Argentinas, la llena de subsidios y privilegios y una llena de necesidades, de injusticias, de asimetrías. Es la del Norte profundo de la patria".

Lo cierto es que ya no basta con palabras y buenas intenciones. Nuestras autoridades nacionales y los legisladores del Interior profundo nos deben obras que no son un lujo, sino una necesidad impostergable.

No sirve echar la culpa a las administraciones anteriores. Los argentinos sabemos cómo viene la mano. Se trata de hacer un corte y comenzar con medidas concretas que permitan el desarrollo del Norte: infraestructura para el desarrollo, tarifas diferenciadas que compensen no solo el clima sino también la distancia al puerto, que encarece la producción; obras de energía para que las industrias se radiquen; caminos que abran los puertos del Pacífico, en síntesis, sacar el federalismo de los libros, las teorías y los discursos y llevarlo a la práctica.

Porque no solo es progreso. Ya es cuestión de vidas.