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Antes de la medianoche del miércoles 24, y también luego, se escucharon bombas de estruendo, fuegos artificiales de alto impacto y fuertes detonaciones recorrieron los distintos barrios de la capital salteña y localidades aledañas, a pesar de que la pirotecnia sonora sigue prohibida por ley. Aunque los controles se intensificaron, no fueron suficientes para evitar que muchos siguieran adelante con esta tradición ruidosa.

Durante los últimos años, los tiempos de estruendo se han acortado. Ya no son horas interminables de explosiones como hace unos cinco o seis años, pero el ruido sigue siendo un problema para muchos. En varios puntos de la ciudad, los ruidos se concentran en un intervalo mucho más corto, pero esto no mejora la situación para quienes lo sufren.

Luis González, referente de TGD Padres TEA en Salta, expresó que, aunque hubo una disminución en el uso de pirotecnia en el macrocentro, la experiencia de las familias que padecen las consecuencias del ruido sigue siendo grave. “Hubo una merma muy importante en el macrocentro. Prácticamente hubo entre ocho y diez minutos de pirotecnia. Sabemos que con un minuto o una bomba de estruendo ya varias familias la pasan mal”, comentó González.

Además, González agradeció la labor de la Policía de la Provincia, los Bomberos Voluntarios y los trabajadores municipales, pero también resaltó que la venta callejera de pirotecnia, especialmente en zonas como el norte de la ciudad, fue uno de los factores que marcó la diferencia. “Desde las 16, 17 horas, por las avenidas y calles de Ciudad del Milagro, de Castañares, se mostraba la venta ambulante; fue impresionante. La venta callejera hizo la diferencia”, afirmó.

 

¿Por qué cuesta tanto entender?

La normativa que prohíbe la pirotecnia sonora está vigente. Las campañas de concientización también se repiten todos los años. Sin embargo, a pesar de la ley, las advertencias y las propuestas de alternativas sin ruido, la misma historia se repite cada diciembre: personas mayores alteradas, bebés que no pueden dormir, mascotas aterradas y niños con trastornos del espectro autista pasando momentos de angustia. Y siempre surge la misma pregunta: ¿por qué es tan difícil entender algo tan sencillo?

El problema no es solo legal, es cultural. Para muchos, la pirotecnia sonora sigue siendo sinónimo de celebración. El ruido, el estruendo, las explosiones, todo eso forma parte de la “diversión” para un sector de la población, aunque implique dañar a otros. Aquí es donde la ley se queda corta. No basta con prohibir o sancionar, porque no se puede obligar a alguien a ponerse en el lugar del otro.

Luis González insiste en que lo que se necesita no es solo hacer cumplir la ley, sino lograr un cambio cultural profundo. “Nosotros pretendemos que la gente no use pirotecnia de alto impacto sonoro porque sabe que al otro le hace daño, no porque esté prohibido por una ley o una ordenanza. Pedimos inclusión, respeto”, dijo. González reconoce que hay familias que disfrutan de los juegos de artificio, pero también señaló que existen alternativas que no hacen ruido y que no afectan a quienes no pueden soportarlo.