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Se encuentra al pie de la serranía que lleva su mismo nombre, a menos de diez kilómetros al norte de las Salinas Grandes, dentro del municipio de La Poma.

Este pequeño asentamiento, aunque modesto en tamaño, posee una riqueza histórica, geológica y ecológica que lo convierte en un lugar de gran interés para investigadores, viajeros y amantes de la cultura andina.

El nombre “Cobres” no es casual: hace referencia directa a la abundancia de minerales de cobre que se encuentran en la zona. Estos minerales, principalmente en forma de crisocola, y en menor medida malaquita y azurita, han sido explotados desde tiempos prehispánicos. Las evidencias de esta actividad minera ancestral son visibles en el paisaje: antiguos socavones, cateos, desmontes, escoriales y otras huellas de la extracción de minerales forman parte del entorno cotidiano del pueblo. Estas marcas no solo hablan de una economía basada en la minería, sino también de una historia profunda que conecta a Cobres con las culturas originarias que habitaron la región mucho antes de la llegada de los colonizadores.

08 23 cbres2Desde el punto de vista ecológico, el pueblo se encuentra dentro de la región de la Puna, una vasta extensión de altura caracterizada por su clima extremo. El ambiente puneño es semiárido, con temperaturas frías y una radiación solar intensa. Los inviernos son secos y rigurosos, mientras que las lluvias se concentran exclusivamente en la estación de verano. Estudios ambientales han demostrado que en el pasado las condiciones climáticas eran aún más áridas, lo que ha influido en la evolución de la flora y fauna local.

La vegetación es escasa y está compuesta principalmente por arbustos de baja altura, como el tolal. Sin embargo, en las zonas donde la humedad se incrementa, como en las vegas o pequeños humedales, es posible encontrar parches de pasturas de buena calidad que sustentan la vida silvestre.

La fauna de la región es sorprendentemente diversa, considerando las condiciones climáticas adversas. Entre los mamíferos más destacados se encuentran los pumas, grandes carnívoros que habitan las zonas más agrestes, y las vicuñas, herbívoros emblemáticos de la Puna.

 También se pueden observar felinos como el gato del pajonal y el gato andino, así como cánidos de menor tamaño como el zorro colorado y el zorrino. Los roedores de gran porte, como el chinchillón, son expertos excavadores que han desarrollado adaptaciones únicas para sobrevivir en este entorno. En el cielo, el vuelo majestuoso del cóndor y la presencia del suri, una especie de ave corredora similar al ñandú, completan el cuadro de una biodiversidad rica y resiliente.

La minería ha sido, sin duda, el motor económico y cultural de Cobres. Desde tiempos prehispánicos, los pueblos originarios supieron identificar y aprovechar los recursos minerales del lugar. La crisocola, con su característico color azul verdoso, era utilizada no solo como materia prima para herramientas y ornamentos, sino también como objeto de intercambio en redes comerciales que conectaban distintas regiones del altiplano. Con la llegada de los colonizadores y el avance de la tecnología, la explotación minera se intensificó, adoptando nuevas modalidades y técnicas. Hoy en día, aunque la actividad ha disminuido en escala, sigue siendo relevante para los habitantes de la zona, quienes mantienen viva la tradición minera a través de pequeños emprendimientos y exploraciones.

Además de su riqueza mineral, Cobres posee un valor cultural y paisajístico que merece ser destacado. El pueblo conserva una arquitectura sencilla, con construcciones de adobe y piedra que se mimetizan con el entorno.

 

Las tradiciones locales, muchas de ellas heredadas de los pueblos originarios, se expresan en festividades, prácticas agrícolas y formas de vida que resisten el paso del tiempo. La relación entre los habitantes y su entorno es profunda: la tierra, el clima, los animales y los minerales forman parte de una cosmovisión que entiende al ser humano como parte de un todo integrado.

 

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