Según un informe realizado por la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), de cada $100 que ingresa a una bodega, el 81% se va en producción, ventas y administración. De lo que queda, más del 60% se lo lleva el Estado en impuestos.
Alejandro Martorell, presidente de Bodegas de Salta, dijo: “Estamos en los niveles más altos de impuestos y encima tenemos los costos de logística. Exportar desde Salta es mucho más caro que desde Mendoza”, explicó.
Y es que, para que una botella salteña llegue al mundo, primero tiene que recorrer cientos de kilómetros hasta Buenos Aires o Mendoza. Todo ese trayecto, más los impuestos (IVA, Ganancias, Ingresos Brutos, cargas laborales), hacen que el negocio se vuelva cada vez más cuesta arriba. “Chile tiene la mitad de impuestos que nosotros. Así es muy difícil competir”, agregó.
Aunque en Salta todavía no se abandonaron viñedos, la situación empieza a hacer ruido. En Mendoza ya hay productores que dejaron de mantener sus plantaciones porque el precio de la uva no alcanza para cubrir los costos. Y la demanda de vino también cayó, lo que complica aún más el panorama. “La situación está difícil en varios frentes”, resumió el referente vitivinícola en declaraciones a Informate Salta.
A pesar del momento complicado, desde el sector siguen apostando al diálogo. Ya mantuvieron reuniones con autoridades provinciales y esperan que lleguen medidas de alivio: reducción de Ingresos Brutos, exenciones impositivas y apoyo para seguir exportando. “Necesitamos respaldo para llevar nuestros vinos a ferias, mostrarlos al mundo y no perder esta actividad que da trabajo y atrae turismo”, dijo.
El vino no es solo producción. En Salta es cultura, identidad y una puerta de entrada a los paisajes increíbles de los Valles Calchaquíes. “Sin vino no hay turismo. Hace más de 200 años que esta actividad le aporta vida a nuestra economía y a nuestra forma de ser”, aseguró Martorell.
A pesar de todo, hay una certeza: el vino salteño sigue destacándose por su calidad única. “Son vinos más concentrados, con más color, porque crecen en altura. Y cada valle tiene su propia personalidad. No hay dos vinos salteños iguales”, finalizó