La provincia de Salta atraviesa una nueva etapa de tensión económica reflejada en uno de los productos más simbólicos de la mesa argentina: el pan. El reciente aumento en los precios de los panificados ha encendido las alarmas tanto en los consumidores como en los propios productores.
Daniel Romano, presidente de la Cámara de Panaderos de Salta, ofreció un crudo diagnóstico de la situación que enfrenta el sector, marcado por la caída en las ventas, el aumento desmedido de los insumos y la pérdida del poder adquisitivo de la población.
Romano no dudó en calificar al mes de mayo como uno de los más complicados para las panaderías salteñas. “Esperábamos un repunte después de marzo, pero mayo fue una muy fuerte caída”, expresó. Esta afirmación refleja una realidad que se repite en muchos rubros: la esperanza de una recuperación económica se ve constantemente frustrada por la inestabilidad de los precios y la retracción del consumo.
Aunque junio mostró una leve mejora en las ventas, Romano fue claro al señalar que no se trata de una recuperación genuina, sino de un fenómeno estacional. “Ese 5 o 10% más en ventas es por el frío, porque dan ganas de tomarse un mate o un té, pero no porque haya más plata”, explicó. En otras palabras, el aumento en el consumo no responde a una mejora económica, sino a una necesidad climática.
Uno de los aspectos más preocupantes que destacó Romano es el cambio en las costumbres de los consumidores. “Antes los chicos salían de la escuela y se comían una o dos facturas. Eso ya no existe”, lamentó. Esta observación no solo refleja una caída en las ventas, sino también una transformación en la vida cotidiana de las familias salteñas, que deben ajustar sus gastos al mínimo indispensable.
La merienda, ese momento tradicionalmente asociado con el pan, las facturas y el mate, se ha visto reducida o directamente eliminada en muchos hogares. El impacto emocional y cultural de esta transformación es profundo, ya que afecta la calidad de vida y los vínculos sociales que se construyen en torno a la comida.
Subir para sobrevivir
Romano explicó que cada panadería define sus precios en función de sus costos, pero todas enfrentan el mismo dilema: si suben los precios para cubrir los aumentos de los insumos, corren el riesgo de perder clientes. “La gente no le alcanza la plata. Vos subís el precio para cubrir el costo, pero se te cae la venta porque el consumidor no tiene más ingresos”, resumió.
Este círculo vicioso pone en jaque la sostenibilidad del negocio. Las panaderías se ven obligadas a ajustar sus precios constantemente, pero cada aumento implica una posible pérdida de clientela. En este contexto, la rentabilidad se vuelve una meta cada vez más lejana, y la subsistencia se convierte en el objetivo principal.
Golpe a las facturas
Uno de los factores más determinantes en el aumento del precio del pan es el encarecimiento de los insumos. Romano fue contundente al describir la situación: “Una caja de margarina de 20 kg que valía $40.000 pasó a $80.000 en un mes”. Este tipo de incrementos, que duplican el costo en tan solo semanas, hacen inviable cualquier planificación a mediano plazo.
Las panaderías pequeñas, que antes podían reponer stock con $2 millones mensuales, ahora necesitan el doble. “Uno se resiste a subir, pero no queda otra”, reconoció Romano. Esta presión se traslada directamente a los productos más elaborados, como las medialunas, las facturas con crema, los panes lactales y las vienas, que dependen de insumos como la margarina y la grasa.
En contraste, el pan francés, que no requiere estos ingredientes, sufrirá aumentos menores. Sin embargo, esto no alcanza para compensar la caída general en las ventas ni para sostener la rentabilidad del negocio.
El clima como factor temporal
Romano también advirtió que el leve alivio que puede traer el invierno es solo temporal. “Quizás el frío ayuda a mantener ventas, pero no está tan lejos el verano y eso también nos va a afectar”, señaló. Durante los meses cálidos, el consumo de panificados suele disminuir, lo que podría agravar aún más la situación del sector.
Este panorama estacional obliga a las panaderías a prepararse para una nueva caída en las ventas, en un contexto donde ya están operando al límite. La falta de previsibilidad y la constante presión de los costos hacen que cada decisión empresarial sea una apuesta riesgosa.