La negativa del candidato contendiente revela cualidades que complementan el carisma y la habilidad comercial, ya conocidas. Durand se negó a debatir aduciendo tangentes a un elemento central del derecho a la comunicación. El colmo de la desvergüenza tratándose de un propietario de un medio.
Por Franco Hessling
Es de público conocimiento que el senador por la capital, ex jefe de gabinete de Miguel Isa, propietario de Que Pasa Salta y candidato a intendente, Emiliano Durand, se negó a debatir frente a Bettina Romero, con quien tiene polarizada la expectativa de votos, en un escenario de disputa que los tiene como protagonistas excluyentes.
En otras palabras, ninguna otra contienda electoral de la provincia reúne tanta expectativa como el enfrentamiento entre Durand y Romero, actual jefa comunal, hija del senador nacional por Salta y ex-gobernador, Juan Carlos, y nieta del también exmandatario, Roberto. Ninguna otra disputa engloba tanta atención ni paridad. En general, la reelección es lo más probable, pero Durand acarrea una reciente elección demasiado cuantiosa, cuando conquistó sin atenuantes la banca en el senado provincial.
Esto no es menor. Esa expectativa social se corresponde con uno de los básicos preceptos del derecho a la comunicación, aquellos que la doctrina conoce como la dimensión colectiva de la libertad de expresión, es decir, el derecho a la información. Las comunidades asisten a la información que se amplifica por medios y tecnologías por efecto de su derecho a estar informadas.
Las expectativas en torno a la contienda electoral entre Durand y Romero reclamaba de un debate. Y sin tanta vuelta, un debate en vivo con tiempos iguales para el uso de la palabra y libertad para hablar de lo que quieran, intercalando para no ser tediosos. No hay tanto que organizar, no es tan difícil, y debería estar legislado como obligación de candidatos, bajo apercibimiento de descalificación. El que no debate no aparece en las boletas.
Pero el marco regulatorio no es tan duro con quienes muestran desdén con el derecho a la información esgrimiendo fundamentos vacuos que apelan a la forma y los procedimientos como pretextos que muestran poca gimnasia en lo que antes era la arena vital de los dirigentes políticos: las asambleas, los debates, las tertulias.
Los “cerebros” alrededor de Durand dirán que para qué debatir si viene encabezando tales o cuales encuestas, y que es principio lógico que el que va ganando no debate. Es que no debate por su propio interés, muchaches, debería debatir por interés general del pueblo salteño. Pero, claro, para Durand no hay pueblo, hay muchas individualidades que viven en Salta. Y en eso no está tan lejos de Galeano y su gente pequeña, haciendo cosas pequeñas...
Hay que decirlo sin eufemismos ni rodeos: que el dueño de un medio de comunicación no debata en una instancia pública, con expectativas sociales y derechos específicos en juego, es el colmo de la desvergüenza. La ventaja es que es un anticipo de un carácter con evidentes virtudes para hacer dinero y generar simpatía popular, pero con enormes prejuicios para gobernar. La intolerancia, el perfeccionismo y la meritocracia nunca fueron buenas consejeras para administrar intereses colectivos.