06 01 aguiarPor Natalia Aguiar

Diego Armando Maradona, el ídolo mundial, no puede descansar en paz incluso fallecido, ya que los flashes de la fama, el egoísmo, la falta de empatía, la desmedida ambición de la jueza Julieta Makintach mancilló y pisoteó el honor, la historia y la trayectoria del futbolista.

La falta de respeto a la familia y a sus hijos es mayúscula e inimaginable ni en una película de terror. ¿Todo vale con tal de lograr un cargo, fama, trascendencia? ¿Todo vale en la justicia? ¿Todo vale en la política?

La Justicia argentina está muy cuestionada en varios ámbitos, pero en el federal es un tema aparte porque allí se ventilan cuestiones vinculadas a los funcionarios públicos, empresarios que contratan con el Estado, tráfico de armas, drogas, tráfico de personas, etc. Hay muchos jueces y fiscales que deberían dar explicaciones de su accionar, del resultado de sus investigaciones y de su forma de vida, la que no condice con sus ingresos.

La Justicia, en la división de poderes de un Estado democrático, cumple tres roles importantes. Desde el punto de vista institucional es la que debe resolver conflictos o diferencias entre los otros poderes, es decir controlarlos y controlarse a sí misma. Desde el punto de vista legal, la justicia debe hacer valer las leyes y la Constitución Nacional, es garante de la Ley Suprema, garante de que se cumplan los derechos y garantías de la gente. Para el ciudadano común, es el ultimo eslabón, es la esperanza de hacer valer sus derechos, de obtener justicia, imparcialidad ante la ley, igualdad de condiciones. Por eso, la justicia debería ser ciega.

 

La realidad es otra

La política interviene en la justicia hasta politizarla, ahogarla, corroerla, corromperla. Pero también hemos visto como la justicia, desde el accionar de algunos funcionarios corroídos o ávidos de fama, burla a la ciudadanía, la despoja de garantías, la pisotea, la destrata. Eso es lo que hizo la jueza Makintach. Se burló de la ciudadanía. Aquella a la que debía proteger, cuidar, resguardar.

La jueza de estirpe es hija de un reconocido juez de San Isidro. Juan Makintach, o sea que es una funcionaria “NIC”, nacida y criada en la justicia. Ahora surge la duda de cómo llegó a ocupar tan alto cargo, si fue por su capacidad o por los contactos de su padre. Lo cierto es que lo que sucedió en el juicio por la muerte del astro del fútbol, Diego Armando Maradona, es inadmisible. Es una vergüenza internacional.

La jueza concedió entrevistas a una productora para la elaboración de un documental denominado “Justicia Divina”, lo que provocó que el juicio donde se intentaba develar si hubo responsabilidades penales por la muerte de Diego Maradona fuera declarado nulo. Un duro golpe para la Justicia argentina.

Para esa producción visual, la magistrada permitió la filmación del juicio sin la debida autorización de las partes, y del tribunal interviniente. Las filmaciones que salieron a la luz tras un allanamiento, fueron escandalosas, sobre todo al ver a una jueza que debía ser imparcial, en el equivocado rol de vedette. Una jueza que se subía a la fama de Maradona para lograr la propia de la noche a la mañana y quizás, lograr trascender para ocupar un cargo, que hoy se encuentra vacante en la Suprema Corte bonaerense.

En marzo de 2017, Julieta Makintach asumió como juez del Tribunal Oral en lo Criminal N° 2 del Departamento Judicial de San Isidro. Ocho años y tres meses después, otra es la historia. La carrera de la jueza parece no tener retorno.

A sus 47 años y hasta antes de que estallara este escándalo, era magistrada del TOC N°2 de San Isidro, y profesora de la Universidad Austral. Ahora no puede ejercer en ninguno de los ámbitos. Es que la Suprema Corte bonaerense dispuso una licencia compulsiva de 90 días y la Austral decidió suspender su tarea docente.

 

“Jueza direccionada”

Tras elevarse a juicio del expediente donde se investigaron las circunstancias que rodearon la muerte de Maradona, ocurrida el 25 de noviembre de 2020, el sorteo determinó que el debate debía estar a cargo del TOC N°3 de San Isidro. Es decir que, Makintach no era una “jueza natural” que debía intervenir el proceso donde hay siete acusados: la psiquiatra Agustina Cosachov, el neurocirujano Leopoldo Luque, el psicólogo Carlos Díaz, el enfermero Ricardo Almirón, el médico clínico Pedro Di Spagna, la coordinadora médica de la empresa Swiss Medical Nancy Perroni y el coordinador de enfermeros Mariano Perroni.

Por vacancia de cargos, el TOC N°3 no estaba completo, solo tenía dos jueces, Maximiliano Savarino y Verónica Di Tommaso. Se necesitaba un magistrado más. Y Makintach parece que quería estar en ese juicio para lograr trascender. Tras un acuerdo interno, homologado por la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de San Isidro, el TOC N°3 se debía completar con jueces del TOC N°5 o del TOC N°2. Pero los jueces del TOC N°5 Pablo Rolón y Marcela López Ramos, solicitaron ser eximidos de dar cumplimiento a la integración del TOC N°3, por su agenda de juicios completa y falta de personal.

En su escrito, estos jueces agregan que, de conformidad con el acuerdo complementario celebrado con el Tribunal en lo Criminal N° 2, el 30 de octubre de 2018, se estableció que “las desintegraciones o vacancias que surgieran en ese Tribunal serían cubiertas por los doctores Makintach y Ariel Introzzi Truglia”, según surge de un documento suscripto por el camarista Juan Eduardo Stepañiuc. Luego, el magistrado de alzada explicó que la “doctora Makintach hizo saber que se encontraba en condiciones de integrar el TOC N°3 en el juicio por la muerte de Maradona”. Y para finalizar, sostuvo: “Teniendo en consideración los fundamentos ut supra reseñados, a lo que se aduna la imposibilidad manifestada por los jueces integrantes del TOC N°5, el acuerdo efectuado por los magistrados de los tribunales 2 y 5; las integraciones realizadas en el TOC N°3 con anterioridad a la situación que nos ocupa, estimo viable que las mismas se sigan efectuando como hasta el presente, lo que hace aceptable la propuesta efectuada por Makintach”, según documentación a la que pudo acceder el diario La Nación.

Así, en Noviembre de 2023, Makintach se sumaba al Tribunal que intervendría en el proceso penal por la muerte de Maradona. A sus allegados les decía que ella debía estar allí por su especialidad en delitos por omisión. Tras el escándalo, en los tribunales de San isidro repetían que “su vanidad y egoísmo la cegaron, que su ego pudo más”.

En el ámbito judicial reconocen el trabajo y capacidad de la jueza, mientras no salen del asombro de que alguien como ella, trabajadora y criada en el ámbito judicial, tire su carrera por la borda. Que haya priorizado su egocentrismo y narcisismo al servicio de justicia que requiere neutralidad, objetividad y seriedad.

Lo sucedido es una verdadera vergüenza que traspasó fronteras. El proceso, ahora declarado nulo, vuelve a fojas cero. Como si nunca se hubiera llevado a cabo. Una pérdida de tiempo y recursos que afectó a otros seres humanos cuyos procesos están en danza. Una total falta de respeto.

La jueza opina totalmente lo contrario y está convencida de que no hay pruebas de delitos en su contra y que fue víctima de una operación mediática. Lo cierto es que hay varios pedidos de juicio político en su contra.

Este proceso se iniciaría ante el Consejo de la Magistratura, que de encontrarla culpable, seguiría con un proceso de jury para destituirla. Perdería su trabajo de magistrada y no podría jubilarse como tal. Algunos judiciales creen que renunciará ante la presión, perdiendo una carrera judicial de más de 30 años.

Si la justicia realiza documentales, distorsiona la realidad y los valores republicanos, no se puede vivir en sociedad. Si desde la justicia se vulneran derechos, no se puede vivir en sociedad. Sin justicia, no se puede vivir en sociedad. Es que la Justicia es esa especie de dique de contención que permite que el ser humano viva en sociedad respetando las leyes y los derechos de los demás. Sin ese respeto al otro, es imposible vivir en sociedad. Se convierte entonces en “El lobo del hombre”, como decía el escritor suizo Jean-Jacques Rousseau. La enemiga del ser al que debe proteger, resguardar, cuidar. Abuso de poder. Una vergüenza total.