marocco 2502 colPor Antonio Marocco

43 años pasaron. Toda una vida. Millones de vidas. Y la causa Malvinas nos sigue atravesando. ¿Quién nos habla aquí de olvido, de renuncia o de perdón? No mientras la patria siga amputada. No mientras no vuelva a flamear la bandera nacional en las islas. No mientras sigan anónimos nuestros soldados enterrados en las islas y solo reconocidos por Dios.

Cada dos de abril, en cada plaza, en cada pueblo, cuando empiezan a sonar los acordes de la Marcha de Malvinas se corta el aire y la respiración. Es diferente la sensación que produce a en relación a otras canciones patrias. Si el Himno Nacional fuera una celebración de la grandeza y la victoria, la independencia y los laureles que supimos conseguir, la Marcha de Malvinas sería la entonación de la impotencia, la bronca y el amargo sabor que deja siempre la muerte y la derrota. Pero jamás la claudicación, jamás la indiferencia, jamás la apatía.

Los sentimientos que produce Malvinas se hacen más fuertes cada año, y no es una sensación. La malvinización de la sociedad argentina fue creciendo. Aunque hoy nos parezca insólito basta con recordar por ejemplo que no siempre se conmemoró la gesta en el Atlántico Sur con un feriado nacional. Recién desde el año 2000 se convirtió en un verdadero día patrio en el calendario oficial.

Hubo tiempos de soslayamiento. En los que no se hablaba tanto de Malvinas. No hablaba la política y la televisión, se anestesiaba el clamor popular. Como si la sociedad se hubiera sentido culpable y arrepentida de alentar la aventura bélica de una atroz dictadura en retirada.

Miles de veteranos de guerra partieron sin haber sentido nunca la gratitud merecida. Dos amigos que combatieron allá en las Islas, Eduardo Cal y Walter Díaz, suelen decir que después de Malvinas tuvieron que pelear una segunda guerra: contra el olvido, el desentendimiento y la apatía.

Pasaron muchos años hasta que la causa Malvinas se ganó un lugar central en la agenda nacional, y fue más una demanda popular que una decisión gubernamental. Hoy las islas están en las banderas, en los tatuajes, en las cartulinas de las escuelas. Hoy los veteranos son recibidos, valorados y gratificados en cada lugar al que van. Y siempre vuelve Maradona, o quizás nunca se termina de ir. Y cada dos de abril recordamos y vemos en loop los goles contra a los ingleses y los revivimos más como un bálsamo que como una revancha. A veces pienso que Maradona y ese equipo hicieron más que cualquier militar por sellar para siempre la unidad y la gratitud entre el pueblo y sus héroes. Los pibes de Malvinas que jamás olvidaré.

Me animo a decir algo más: que a diferencia de otros capítulos de la historia reciente argentina, el 2 de abril no es indiferente a los intereses de las nuevas generaciones. Basta con comprobarlo en las redes sociales. No solo se compartieron efemérides, fotos y eslóganes. Fue más profundo, la gente se interioriza, discute, argumenta. Los argentinos queremos seguir investigando y aprendiendo sobre cómo fue y por qué. Y queremos seguir defendiendo desde la pasión pero también desde la razón la soberanía de nuestras islas.

Esa pasión y esa razón es la que tenemos que poner cada día para lograr una Argentina mejor, un país que se construye en cada rincón de la patria.

Esta semana estuve en Tartagal, donde la naturaleza castigó con un viento tan fuerte como inusual, que derribó más de 50 árboles y provocó daños materiales en distintos puntos de la ciudad. Por suerte, no hubo que lamentar víctimas ni grandes pérdidas. Allí estuvo el Estado, por cierto, para paliar la situación y organizar la limpieza y recuperación de los espacios púbicos, así como para acompañar a los vecinos en sus situaciones particulares.

También participé de un acto institucional muy valioso. Se abrieron las sesiones ordinarias del Concejo Deliberante local, donde el intendente Franco Hernández Berni dio su discurso detallando los avances de gestión en el último año y la proyección para este 2025. En ese acto rescato un hecho importante: se anunció la propuesta de reforma de la carta orgánica municipal a los efectos de que la gente decida qué municipio quiere, qué autoridades quiere, qué funcionarios quiere y cómo quiere que trabajen.

Como lo hicimos con la última reforma de la Constitución Provincial, los municipios de la provincia dan pasos hacia la nueva institucionalidad que demanda la sociedad limitando los mandatos y excluyendo la posibilidad de que los funcionarios sean reemplazados por sus familiares directos, entre otros aspectos.

La sociedad recuerda y la sociedad avanza. La mejor manera de honrar la memoria de nuestro pueblo es aportando día a día, desde el lugar que nos toca, para construir una sociedad mejor para todos.

Columna emitida por FM Aries.