08 25 casallaPor Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)

Para Néstor Quintana,
en su memoria

Nuestro amigo Néstor Quintana hubiera cumplido 91 años el próximo día martes 27 que es también el Día de la Radio. Esta coincidencia no es casual, él hizo radio, dirigió una radio (Nacional Salta) y enseñó periodismo escrito y radial en la Universidad Católica de Salta, estando muy presente su recuerdo en varias generaciones de jóvenes estudiantes.

Me consta que era un muy buen docente, porque teoría y práctica estaban en él hermanadas. Lo conocí a mediados de los años setenta en Salta en la mítica redacción del diario El Intransigente, en calle Mitre, en la misma cuadra de la vieja Radio Nacional Salta. Y lo seguí tratando hasta marzo de este año en que lo visité en su casa por haber viajado allí. Por eso, vaya en su memoria esta nota sobre el Día de la Radio, amigo lector.

 

Los locos de la azotea

No caeré en el lugar común de hablar de su magia, pero que la radio la tuvo es cierto y no caben dudas. Acompaña como pocos nuestras vidas y –por sobre cualquier otro medio de comunicación- es el que mejor se adapta a nuestra intimidad y a nuestros cambiantes humores. No requiere la concentración ni la exclusividad de la lectura de un diario o de mirar la televisión, la podemos escuchar perfectamente mientras la vida y nosotros continuamos su curso.

Woody Allen le rindió un brillante homenaje cinematográfico en su film Días de Radio, pero nosotros tenemos los nuestros y son muy peculiares por cierto. Nuestro inicio entre nosotros fue el 27 de agosto de 1920 cuando -desde la terraza del Teatro Coliseo de la Ciudad de Buenos Aires- se realizó la primera transmisión radiofónica (integral y completa) de un programa de radio. Se trató de la ópera Parsifal de Richard Wagner, interpretada por la soprano argentina Sara César y el barítono Aldo Rossi Morelli.

Aquellos pioneros que la hicieron posibles (conocidos luego como “los locos de la azotea”) fueron el médico Enrique Telémaco Susini y tres colaboradores: César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica.

En 1970, al cumplirse medio siglo de aquélla transmisión histórica, el gobierno nacional estableció el 27 de agosto como Día de la Radiodifusión. Aclaremos desde el vamos una cosa: aquélla de Susini no fue la primera emisión radial del mundo, sino la primera transmisión integral y completa de un programa de radio con todas las de la ley. Los que saben –a pesar de que las polémicas todavía subsisten- concuerdan en que la primera emisión radial fue hecha en la Nochebuena de 1906 en los EEUU, cuando Reginald Aubrey Fessenden transmitió (desde Brant Rock Station, Massachusetts), una radiodifusión de audio; entonces buques desde el mar pudieron oír a Fessenden tocando en el violín la canción Oh Holy Night y leyendo un pasaje de la Biblia, todo muy breve y experimental.

Sin embargo, recién el 2 de noviembre de 1920, tuvieron los EEUU su primer programa de radio: ese día se difundieron desde Pittsburg los resultados de las elecciones presidenciales. O sea que los argentinos les ganamos por algo más de dos meses! Pero un triunfo es un triunfo y no siempre se puede ganar por mucho.

 

De lo exclusivo a lo popular

Aquella noche en Buenos Aires, pocos minutos después de las nueve, se calcula que unas cincuenta personas escucharon Parsifal desde el Teatro Coliseo, en las pocas radios a galena que entonces existían. Antes Susini, el primer speaker radial, les decía a sus flamantes oyentes: "Señoras y Señores: la Sociedad Radio Argentina les presenta hoy el Festival de Richard Wagner, con la actuación del Tenor Maestri, la Soprano argentina Sara César y el Barítono Rossi Morelli". Y no faltó tampoco el barco lejano que lo captara: hay constancias de que un buque anclado en el puerto brasileño de Santos, Brasil, tomó las flamantes “ondas del éter”.

Al día siguiente, el diario La Razón publicó una nota firmada por su crítico de música (Miguel Mastrogiani), bajo el título: “Una audición llovida del cielo. Parsifal a precios popularísimos”. Lo cual –dicho sea de paso- podría ser considerado un antecedente de la polémica: ópera por abono pago, versus, ópera para todos. Porque –como decía una señora de la época- si una paga su palco y su abono, no vaya a ser que ahora “todo el mundo” pretenda a ir a la ópera sin pagar. Pero el presidente argentino de entonces era don Hipólito Yrigoyen, quien también respetaba a los jóvenes. Sin embargo, parco como era, declaró: “Cuando los jóvenes juegan a la ciencia es porque tienen el genio adentro”.

De allí en adelante Radio Argentina no dejó de transmitir. Al día siguiente se emitió Aída, por la tarde nuevamente Parsifal y a la noche Iris, con Gilda Dalla Rizza y el genial Benjamino Gigli. El lunes pasaron Rigoleto, después Manón, y actuaciones especiales de la compañía lírica del teatro municipal de Rio de Janeiro.

Terminada la temporada desde el Coliseo, Enrique Susini (con sólo 25 años) inventó –literalmente hablando- lo que hoy se denomina una “programación radial”. Además de ser speaker, cantaba en francés, alemán, italiano y ruso, cambiando el nombre para cada idioma, con la esperanza acaso de que sus oyentes apreciaran un verdadero “elenco”. Su sobrino Miguel Mujica sólo tenía 18 y César Guerrico y Luis Romero Carranza, apenas 22 años. Un párrafo especial merece otro de su colaboradores: Adolfo Cirulli, de 13 años, quien fue lo que más tarde se llamaría “operador de sonido”, a la vez disc jockey, locutor, productor y asistente de primera categoría. Además el pibe se las arreglaba para salir corriendo y -cada 15, 30, y 60 minutos- golpear sobre una lata de aceite vacía, anunciando la “hora oficial”.

Así las cosas, aquella Radio Argentina de Enrique Susini fue la primera en organizarse como empresa y ser inscripta en un registro internacional, al obtener la primera patente de marca en su tipo reconocida por la UIT en todo el mundo.

 

La tentación del multimedio

Un año después, el 12 de octubre de 1922, Radio Argentina realizó la primera transmisión radiofónica de una asunción presidencial: la de Marcelo T. de Alvear quien – ya algo más cerca del abono pago que de la ópera para todos- reemplazaba a Yrigoyen en la Casa Rosada. Además si Marcelo una vez compró todas las entradas del Teatro Colón para que nadie más que él pudiera escuchar cantar a su amor Regina Paccini, no es pensable que el hombre se entusiasmara con el disfrute gratuito para oídos más plebeyos. Igual, Uriburu no lo perdonaría en el ’30.

Tres años más tarde ocurrió –cuando no!- la tentación del “multimedio”: Natalio Botana, dueño del diario Crítica se hizo cargo de la explotación de Radio Argentina manteniendo a Susini como director, pero el matrimonio duró apenas un año (al siguiente aquél la vendió a Radio Prieto). Sin embargo, el olfato de Botana ya era impecable para con el nuevo medio de comunicación: el 14 de septiembre de 1923, una multitud de porteños se reunió frente al edificio de Crítica para escuchar por los altavoces “la gran noche de la radio Argentina”: el combate de Firpo contra Dempsey desde los EEUU. Y una vez más Botana no dijo toda la verdad: la que emitía era Radio Sud América y no fue un relato deportivo propiamente dicho, sino la lectura de cables informativos. Eso sí “para amenizar la espera”, como entonces decía el speaker, por los altavoces el público reunido en la calle pudo escuchar a un ignoto dúo campero de guitarra y voz, integrado por un oficial del Ejército de apellido Rodríguez y un joven de la provincia de Buenos Aires que ya prometía: se llamaba Chavero, pero triunfaría luego como Atahualpa Yupanqui.

Dicen –pero no creo que sea cierto- que a Botana se le cayó el habano de la boca con eso de que “las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas”. Pero serán chismes de algunas de sus despechadas, seguramente.