medranoPor Josefina Medrano (*)

Comienza el mes julio y marca el inicio de la mitad del año, el inicio de las vacaciones de los chicos, el frío más intenso pero para mí es un mes diferente ya que en este mes se conmemora otro aniversario de la muerte de mi padre a sus 69 años.

Mi padre fue un hombre que transitó su vida entre la familia y su profesión que amaba y desarrollaba con pasión, pasión que compartía plenamente con la caza que era su hobby favorito. Fue un ser poco sociable que no encontraba mejor lugar para estar que su casa, con pocos amigos y amarrado al vicio del tabaco y ni hablar de hacer actividad física. Recordándolo y pensando en su modo de vida que lejos estoy de juzgar si fue malo o bueno, si creo que tal vez algunas intervenciones oportunas hubieran permitido que aumentara su tiempo saludablemente entre nosotros.

Envejecer es un proceso natural que todos experimentaremos ya que el paso del tiempo y sus consecuencias son inevitables. Sabemos que en estos últimos tiempos las pirámides demográficas están cambiando sus formas evidenciándose un aumento casi exponencial de los adultos mayores sumado al descenso de la natalidad. Esta situación que se repite a nivel mundial produce serias preocupaciones y plantea la necesidad de intervenciones oportunas para disminuir el impacto negativo que tendrán sobre lo sistema social y de salud.

Conocemos que la esperanza de vida aumenta y según los datos de salud de las Américas para el 2030, 1de cada 6 personas tendrá más de 65 años y para 2100 el 36% de la población en américa será mayor a 60 años. A partir de estos pocos indicadores en el contexto de los países subdesarrollados como el nuestro, con coyunturas socioeconómicas complejas e inciertas, la preocupación por el golpe que esto pudiera tener en los sistemas de salud y en la sociedad misma por el aumento real de adultos mayores nos debe llevar pensar estrategias pertinentes y tendientes, entre otras cosas, a fomentar personas autoválidas y con las menores comorbilidades posibles.

Les digo muchas veces a mis hijos que pienso vivir hasta los 100 años, imaginaran las caras que ponen sin disimular la preocupación / terror que les genera ya que seguramente estarán pensando que vamos a hacer con esta mujer 50 años más. Pues bien, lo que no imaginan es que estoy adquiriendo nuevos hábitos para envejecer de buena manera lo que va a marcar mi calidad de vida más allá de mi edad cronológica.

Por eso resulta interesante compartirles el concepto de como la organización panamericana de la salud define al envejecimiento saludable como un proceso continuo de optimización de oportunidades para mantener y mejorar la salud física y mental, la independencia y la calidad de vida en esta etapa del ciclo de la vida.

Entonces, envejecer saludablemente no solo implica vivir más años sino vivirlos, con vitalidad, bienestar y satisfacción. La recomendación para lograrlo requiere de la adhesión y práctica a diferentes hábitos saludables como realizar actividad física periódica para mantener la fuerza muscular, la flexibilidad y la salud cardiovascular, llevar una alimentación balanceada y no tener hábitos nocivos como fumar.

Así también mantener el cerebro activo a través de la estimulación mental es crucial. Leer, aprender nuevas habilidades o un idioma, como participar de actividades sociales son buenas formas de mantener la agudeza mental. Mantener relaciones con amigos y familiares, participar en grupos o clubes puede reducir el riesgo de depresión y mejora la salud mental y emocional. Crear una rutina del sueño es de suma importancia ya que dormir bien es esencial para la recuperación del cuerpo y la mente. Y por supuesto llevar chequeos médicos oportunos y regulares y disfrutar la vida.

¿Será que desde los distintos ámbitos de la sociedad estamos trabajando ya en esto? Sigamos pues estas sabias, pero no menos importantes, recomendaciones para lograr que de manera equitativa nuestros adultos mayores envejezcan saludablemente y contribuyan a potenciar de manera positiva las sociedades sin transformarse en un factor de crisis o amenaza para ellas.

Pues bien, hijos míos no teman en mi envejecimiento ni tampoco piensen que representare una carga ya que es sabido que las personas mayores sanas e independientes contribuyen al bienestar de la familia y la comunidad y son parte fundamental del crecimiento cultural y social.

Qué bueno y oportuno hubiera sido poder trabajar estos cambios de hábito con mi padre haciendo que su envejecimiento tomara un mejor rumbo y sabrá Dios si de esta forma nos hubiera acompañado más tiempo.

Es por eso que los convoco a los hijos, amigos, padres, hermanos, educadores, gestores de salud etc. a fomentar y acompañar este proceso de adquisición de nuevos hábitos necesarios en las distintas etapas del ciclo de la vida para alcanzar un desarrollo óptimo de las personas para que lejos de ser obstáculos para muchos se transformen en figuras fundamentales en nuestras vidas.

¡Y como diría Arjona en una de sus canciones vamos a ponerle vida a los años que es mejor!

 

(*) Ex ministra de Salud de Salta