En el corazón del Valle Calchaquí, en la provincia de Salta, se encuentra uno de los sitios arqueológicos más fascinantes y menos explorados del noroeste argentino: La Paya.
Este antiguo asentamiento, ubicado en la desembocadura del río homónimo en el río Calchaquí, fue en su momento un centro estratégico de gran relevancia para las culturas prehispánicas, y aún hoy conserva vestigios que permiten reconstruir parte de la historia de los pueblos originarios que lo habitaron.
La Paya fue un importante núcleo poblacional de los diaguitas-calchaquíes, quienes desarrollaron allí una compleja organización social y productiva. El sitio, que abarca unas 12 hectáreas, presenta estructuras de piedra, muros perimetrales, recintos rectangulares, enterratorios circulares y una notable edificación conocida como la Casa Morada, atribuida a la ocupación incaica durante el siglo XV. Esta construcción, de factura típicamente inca, habría sido la residencia del curaca o autoridad local bajo dominio del Tahuantinsuyo, y su presencia evidencia la influencia —aunque no el dominio absoluto— del imperio inca en la región.
Según los historiadores, cuando los incas intentaron incorporar el Valle Calchaquí a su red imperial, encontraron una resistencia férrea por parte de las comunidades locales. A diferencia de otras regiones andinas, donde el avance inca fue más efectivo, en La Paya la conquista fue parcial. Los diaguitas mantuvieron su autonomía en muchos aspectos, y la arquitectura del sitio refleja esa convivencia tensa entre lo local y lo imperial.
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, la historia de La Paya dio un nuevo giro. Los conquistadores se enfrentaron nuevamente a los curacas que defendían la región, y solo lograron someterla tras una serie de campañas militares y el destierro forzado de los líderes indígenas hacia el Valle de Lerma. A partir de entonces, el sitio fue abandonado, y sus estructuras comenzaron a deteriorarse con el paso del tiempo y la falta de protección. Incluso, en épocas posteriores, algunas piedras de la Casa Morada fueron reutilizadas por los lugareños para construir una iglesia, lo que evidencia la ausencia de políticas de conservación durante siglos.
No fue sino hasta tiempos recientes que La Paya volvió a cobrar vida. Familias contemporáneas decidieron instalarse en las cercanías del antiguo pucará, recuperando terrazas de cultivo, canales de riego y técnicas agrícolas ancestrales. Estos nuevos pobladores, en su mayoría dedicados a la producción agropecuaria y al turismo rural, han sabido integrar el legado histórico con un estilo de vida sustentable y respetuoso del entorno.
Hoy, La Paya es un destino ideal para quienes buscan una experiencia auténtica, lejos del turismo masivo. Sus calles de tierra, que serpentean en subida hacia los nevados, conducen a casas de campo, bodegas artesanales y cabañas enclavadas en la ladera de la montaña. Desde allí, las vistas panorámicas del Valle Calchaquí son simplemente espectaculares, especialmente al amanecer o al atardecer, cuando la luz tiñe de dorado las piedras antiguas y los cerros circundantes.
Además del valor paisajístico, el sitio ofrece una riqueza cultural inigualable. Caminar entre las ruinas de La Paya es recorrer siglos de historia condensados en muros de piedra, en senderos que alguna vez formaron parte del Qhapaq Ñan, la red vial andina declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es también una oportunidad para reflexionar sobre la resistencia de los pueblos originarios, la complejidad de los procesos de conquista y colonización, y la importancia de preservar el patrimonio arqueológico.
El acceso a La Paya se realiza desde el pueblo de Cachi, uno de los destinos más pintorescos de Salta. Desde allí, un camino de ripio conduce al sitio, atravesando paisajes de cardones, quebradas y viñedos. Aunque el trayecto puede ser exigente, especialmente en época de lluvias, el esfuerzo se ve recompensado por la belleza del entorno y la calidez de sus habitantes.
En definitiva, La Paya no es solo un sitio arqueológico: es un testimonio vivo de la historia precolombina, colonial y contemporánea del Valle Calchaquí. Es un lugar donde el pasado y el presente dialogan en cada piedra, en cada cultivo recuperado, en cada historia contada por quienes decidieron volver a habitar ese rincón olvidado. Visitar La Paya es, en muchos sentidos, una forma de reconectar con las raíces más profundas del noroeste argentino.