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A tan solo 8 kilómetros de Iruya se encuentra San Isidro, un pequeño pueblo que desafía la geografía al estar suspendido sobre un barranco.

Este rincón remoto, habitado por 350 personas, es un ejemplo de resiliencia y adaptación a un entorno agreste, donde la vida transcurre entre montañas imponentes y el cauce del río Iruya.

San Isidro es un lugar que parece sacado de un cuento. Sus casas de adobe y piedra se aferran a la montaña, desafiando la gravedad y ofreciendo vistas espectaculares de los valles y quebradas que lo rodean. La comunidad se distribuye en seis barrios: Pueblo Viejo, Pumayoc, La Laguna, Trihuasi, La Palmera y La Cueva, cada uno con su propia identidad y encanto.

La vida en el pueblo es sencilla pero profundamente conectada con la naturaleza. Sus habitantes han aprendido a convivir con el paisaje y a aprovechar los recursos que les brinda. La economía del pueblo se sustenta en el turismo, la producción de tejidos y artesanías, la agricultura regional y la ganadería, actividades que han sido transmitidas de generación en generación.

El acceso a San Isidro es una aventura en sí misma. No hay carreteras asfaltadas que conduzcan directamente al pueblo, lo que hace que la travesía sea parte de la experiencia. Se puede llegar de tres maneras: A pie, recorriendo el lecho del río Iruya en una caminata de aproximadamente 2 horas y media a 3 horas. En lomo de mula, una opción tradicional que permite disfrutar del paisaje sin el esfuerzo físico de la caminata. En vehículo 4x4, siguiendo el margen del río y atravesando terrenos pedregosos y sinuosos.

Cada una de estas opciones ofrece una perspectiva única del entorno, permitiendo a los visitantes sumergirse en la belleza natural de la región.

 

Las fiestas patronales

El 15 de mayo, San Isidro celebra sus fiestas patronales en honor a San Isidro Labrador, el santo protector de los agricultores. Durante esta festividad, el pueblo se llena de color y alegría, con procesiones, ofrendas y música tradicional. Los habitantes, vestidos con atuendos típicos, recorren las calles con instrumentos regionales, como el erque y la caja, en una celebración que une la fe con la cultura ancestral.

Las festividades no solo son un evento religioso, sino también una oportunidad para que la comunidad se reúna y fortalezca sus lazos. Los visitantes que llegan en esta época pueden experimentar la hospitalidad de los pobladores y participar en las actividades, disfrutando de la gastronomía local y de la calidez de San Isidro.

 

06 15 sanisidro2Trekking en San Isidro

Para los amantes del turismo aventura, el trekking es una experiencia imperdible. La caminata comienza en Iruya y sigue el curso del río Iruya, atravesando un paisaje agreste y majestuoso. Aunque el camino no es técnicamente difícil, sí es pedregoso, ya que transcurre por el lecho del río. Durante el recorrido, los viajeros pueden observar la flora y fauna autóctona, incluyendo cóndores que sobrevuelan las montañas y burros que acompañan a los lugareños en sus tareas diarias.

El trekking toma entre 2 horas y media y 3 horas, dependiendo del ritmo de cada persona. A lo largo del trayecto, se pueden encontrar vertientes naturales y pequeños refugios donde descansar. Al llegar a San Isidro, los visitantes son recibidos con la calidez de sus habitantes, quienes ofrecen productos artesanales y comidas típicas, como empanadas salteñas y guisos regionales.

 

Riqueza cultural

Además de su impresionante geografía, San Isidro es un pueblo con una identidad cultural fuerte. Sus habitantes han conservado tradiciones ancestrales, reflejadas en sus tejidos, cerámicas y tallados en madera. La artesanía es una de las principales fuentes de ingreso para la comunidad, y los visitantes pueden adquirir productos únicos, elaborados con técnicas transmitidas de generación en generación.

La agricultura también juega un papel fundamental en la vida del pueblo. Se cultivan papas, maíz y hortalizas, aprovechando los suelos fértiles de la región. La ganadería, especialmente la cría de ovejas y llamas, complementa la economía local, proporcionando lana para la confección de tejidos y carne para el consumo.

 

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San Isidro es mucho más que un pueblo remoto; es un refugio para quienes buscan desconectarse del ritmo acelerado de la ciudad y sumergirse en un entorno natural y auténtico. La tranquilidad de sus calles, la hospitalidad de su gente y la majestuosidad de sus paisajes hacen de este lugar un destino único en Argentina.